El CHILE de Salvador Allende vs. el dictador genocida Pinochet

 

31 de agosto de 2000

A treinta años de la victoria de la Unidad Popular


Chile, la opción por el socialismo

Mario Amorós
Historiador y periodista
Historia 16, nº 293

 

El 4 de septiembre se cumplen treinta años de la victoria de la Unidad Popular en las elecciones presidenciales que llevó a Salvador Allende al Palacio de La Moneda y que alumbró la vía chilena al socialismo. Tres años después de la muerte de Ernesto Che Guevara, dos después del Mayo francés y de la Primavera de Praga y cuando la guerra de Vietnam se aproximaba a su momento decisivo, el triunfo de Allende y el comienzo de aquel peculiar proceso revolucionario infundieron nuevas esperanzas a las organizaciones de izquierda de todo el mundo, en especial a las de Europa Occidental.

La izquierda chilena era una de las más poderosas de América Latina. Sus principales organizaciones políticas, el Partido Comunista, cuyo origen se remonta a 1912, y el Partido Socialista, fundado en 1933, tenían una sólida implantación en todo el país, en especial en las zonas mineras y en las concentraciones industriales urbanas, y también ejercían una importante influencia en los sectores medios e intelectuales.

En 1938 el apoyo de socialistas y comunistas al radical Pedro Aguirre Cerda fue decisivo para la apretadísima victoria del Frente Popular en aquellas elecciones presidenciales. Tras la Segunda Guerra Mundial, mientras el Partido Socialista atravesó una década de divisionismo por las disputas ideológicas derivadas del comienzo de la guerra fría, en 1948 el presidente González Videla, presionado por Truman, impulsó la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, que supuso la ilegalización del Partido Comunista y la persecución y encarcelamiento de sus militantes.

En 1952 un sector del socialismo y los comunistas respaldaron al senador Salvador Allende como candidato a la Presidencia de la República. Aunque sólo logró el 5,75% de los votos, aquella candidatura fue la semilla del proyecto de la izquierda, que desde entonces avanzó en su unidad e influencia social. En los años siguientes hubo algunos acontecimientos imprescindibles para entender la victoria de Allende en 1970: en 1953, se creó la Central Unica de Trabajadores, uno de los más importantes apoyos de la Unidad Popular; en 1956, en su X Congreso, el Partido Comunista profundizó su apuesta por la "vía pacífica" para alcanzar el poder y avanzar hacia el socialismo; un año después, el socialismo logró su reunificación y decidió aliarse con los comunistas en el Frente de Acción Popular (FRAP).

Nace el allendismo.

En 1958 Allende, candidato del FRAP, perdió las elecciones presidenciales ante el conservador Jorge Alessandri por apenas treinta mil votos, pero demostró que sumaba más votos que los que obtenían los partidos de izquierda en las elecciones parlamentarias y municipales. Más dolorosa resultó su amplia derrota en 1964 ante Frei Montalva, aunque llegó al 38,6% de los votos. Apoyado por una derecha atemorizada por el ascenso de la izquierda y con la ayuda de una insistente campaña del terror financiada por Washington, el primer presidente latinoamericano salido de las filas de la Democracia Cristiana logró el 56% y pudo iniciar su "revolución en libertad".

Aquella derrota extendió el escepticismo ante la "vía electoral" entre amplios sectores de la izquierda, en un momento histórico en el que la Revolución Cubana y la guerra de Vietnam ejercían un magnetismo difícil de contrarrestar con fríos porcentajes de votos. De hecho, en 1965 surgió el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, muy crítico con "la izquierda tradicional", a la que acusaba de "reformista", y con un discurso muy influido por el castrismo.

Dos años después, el Partido Socialista adoptó el marxismo-leninismo y llegó a proclamar en su Congreso de Chillán: "La violencia revolucionaria es inevitable y legítima. Constituye la única vía que conduce a la toma del poder político y económico y a su ulterior defensa y fortalecimiento". Allende, que apoyaba a la Revolución Cubana, se opuso a la radicalización ideólogica de su partido porque creía inviable la estrategia guerrillera en su país, que gozaba de sólidas instituciones democráticas y donde la izquierda marxista era una alternativa de poder, algo insólito en América.

Tomás Moulian sostiene que la sociedad chilena construyó en aquellos años el "mito" de tener "una democracia ejemplar", cuando "tuvimos siempre una democracia política en proceso de perfeccionamiento, pero con una sociedad muy oligárquica y muy autoritaria en sus jerarquías". El sector hegemónico de la izquierda asumió este mito, imprescindible para entender la vía chilena al socialismo.

En enero de 1970, tras varias semanas de incertidumbre en las que se manejaron varios nombres alternativos como los de Aniceto Rodríguez (secretario general del PS) o Pablo Neruda (precandidato del PC), la Unidad Popular designó a Allende como candidato presidencial. Sus rivales serían Jorge Alessandri, apoyado por el derechista Partido Nacional, y Radomiro Tomic, de la Democracia Cristiana (DC).

La derecha rehusó respaldar de nuevo al candidato de la Democracia Cristiana como mal menor ante la fortaleza de la Unidad Popular porque consideraba "prerrevolucionarias" las reformas emprendidas por Frei Montalva, en especial la reforma agraria, y también por el talante progresista de Tomic. La candidatura del ex presidente Alessandri era el intento desesperado de la derecha por detener el proceso de cambios, iniciado por Frei y que se profundizaría con Tomic y, aún más, con Allende en la Presidencia de la República.

Por su parte, Radomiro Tomic, miembro del ala progresista de la DC, buscó el apoyo de la izquierda con su consigna de "la unidad social y política del pueblo" y propuso una "revolución democrática" para "que el pueblo organizado y activamente participante sustituya a las minorías de los centros decisivos del poder e influencia que aún controlan en la estructura del Estado, de la sociedad y de la economía nacionales".

Las bases programáticas de su candidatura propugnaban incluso que "los tres millones de trabajadores (...) se organicen y acepten las responsabilidades de sustituir a los dueños del capital como el centro motor de la economía chilena para duplicar en diez años el ingreso nacional terminando para siempre con la pobreza en Chile y con la dependencia exterior".

Chile tenía entonces diez millones de habitantes y una estructura económica subdesarrollada y dependiente. La distribución de la riqueza era muy desigual pues el 60% de las familias más pobres sólo tenía el 17% de las rentas del país y el 2% de ellas el 45%. Por otra parte, el 20% de los partos se producían sin atención médica, la mortalidad infantil alcanzaba el 78,7 por mil, un millón de niños no acudían a la escuela y faltaban 585.000 viviendas. Además, Chile era el país más endeudado del mundo en proporción a su población tras Israel pues debía tres mil millones de dólares.

El 4 de septiembre de 1970 Salvador Allende venció en las elecciones presidenciales al lograr 1.075.616 votos, el 36,2%. Alessandri, con el 34,9%, se quedó a 39.000 sufragios y Tomic tuvo que conformarse con el 27,8%. La izquierda logró amplias mayorías en sus tradicionales feudos de las provincias de fuerte concentración obrera, como Tarapacá, Antofagasta y Concepción; también en las zonas agrícolas y mineras de Coquimbo y O'Higgins, así como en las regiones campesinas de Curicó y Talca y en la austral Magallanes. En la capital, Alessandri ganó por menos votos de los que preveían.

La Constitución de 1925 establecía que, cuando ningún candidato alcanzaba la mayoría absoluta, correspondía a los diputados y senadores reunidos en Congreso Pleno elegir al jefe de Estado entre los dos más votados. Allende necesitaba el apoyo de los parlamentarios democratacristianos ya que la Unidad Popular sólo tenía mayoría relativa en ambas cámaras legislativas.

A la una y media de la madrugada, desde el balcón del viejo caserón de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), el Chicho, apelativo afectuoso que le impusieron sus partidarios, se dirigió a las miles de personas (obreros, pobladores, artistas, jóvenes...) que inundaron la Alameda para celebrar el histórico triunfo de la izquierda:
"Pondremos toda la fuerza creadora del pueblo en tensión para hacer posible estas metas humanas que se ha trazado el programa de la Unidad Popular (...) La revolución no implica destruir, sino construir; no implica arrasar, sino edificar; y el pueblo de Chile está preparado para esta gran tarea en esta hora trascendente de nuestra vida (...) Esta noche, cuando acaricien a sus hijos cuando busquen el descanso, piensen en el mañana duro que tendremos por delante".

"La caldera del diablo".

Eduardo Galeano relata que tras la victoria de Allende la viñeta de un periódico conservador mostraba a San Pedro asomado desde una nube sobre la cordillera y un angelito le preguntaba "¿Qué estás viendo?" "La caldera del diablo", responde San Pedro. Este era el significado de la victoria de la Unidad Popular para la oligarquía y así en las semanas siguientes treinta mil personas abandonaron el país al creer su propia propaganda, que proclamaba que el gobierno de Allende instauraría una dictadura.

En este sentido, el 6 de septiembre el diario conservador El Mercurio afirmó que, aunque varios presidentes habían gobernado con apenas un tercio de los votos, en el caso de Allende "la diferencia" estribaba en que la Unidad Popular "se propone cambiar no sólo el régimen político sino el estilo de vida de los chilenos". Y añadía que "la votación del señor Alessandri no sólo significó el rechazo de los métodos partidistas, sino que también fue la expresión de la resistencia mayoritaria de la ciudadanía a la dictadura del proletariado, que se consigna en los textos teóricos del marxismo-leninismo y que la Unidad Popular le ha dado presentación democrática".

En cambio, aquel mismo día el diario comunista El Siglo llamó a la movilización popular para defender el triunfo conquistado en las urnas: "La derecha está derrotada; pero no está muerta. El imperialismo está derrotado electoralmente en Chile, pero aún permanece en nuestra casa y tratará de tender sus redes para arrebatar al pueblo su victoria".

Durante aquel proceso electoral las Fuerzas Armadas mantuvieron la neutralidad que les exigía la Constitución. Según explicó en sus memorias el general Carlos Prats, el comandante en jefe del ejército, René Schneider, había aclarado la posición de esta institución en un Consejo de Generales celebrado el 13 de marzo. Aquel día Schneider insistió en que las Fuerzas Armadas debían mostrar "una posición muy clara, y nítida y precisa y que no puede ser otra que el apoyo decidido al proceso legal del cual somos garantes frente a la nación. Debe asegurarse que el proceso legal culmine sin inconvenientes y apoyar al candidato que sea elegido, ya sea por la voluntad popular o en el Congreso, si no obtiene la mayoría absoluta". Dos semanas después de las elecciones, en su discurso con motivo de las Fiestas Patrias, el general Schneider reafirmó esta posición, que resultó decisiva para que Allende pudiera asumir la Presidencia de la República.

Las razones de Kissinger.

Tres días después de las elecciones, la CIA reconocía que su país no tenía "intereses vitales" en Chile y que "el equilibrio militar mundial" no iba a ser "alterado significativamente por un gobierno Allende". En cambio, alertaba que la investidura del candidato de la UP "representaría un claro golpe psicológico para EE UU y un claro progreso psicológico para los ideales marxistas".

A través de la citada Agencia y de su Embajada, el gobierno de Nixon presionó en el entorno de Eduardo Frei para que la Democracia Cristiana votara por Alessandri en el Congreso Pleno; entonces, éste renunciaría y se convocarían nuevas elecciones, a las que el todavía presidente ya podría concurrir para derrotar a Allende. Por su parte, el candidato conservador insistió en el carácter inconcluso del proceso electoral y emplazó a este partido a elegir entre "marxismo o democracia". Sin embargo, el 26 de septiembre la Democracia Cristiana decidió votar por Allende, aunque exigió la aprobación de un Estatuto de Garantías Constitucionales que protegiera las libertades políticas y de opinión y asegurara la neutralidad de las Fuerzas Armadas.

Fracasada esta maniobra, el 15 de septiembre Nixon autorizó a la CIA a involucrarse en un golpe de estado militar y exigió que hicieran "aullar" la economía chilena, según un informe del Senado de Estados Unidos. Ya el 27 de junio Henry Kissinger, entonces asesor de Nixon, había definido la posición de su Ejecutivo: "No encuentro razones para observar con indiferencia cómo un país marcha hacia el comunismo debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo".

El propio Kissinger, en el primer volumen de sus memorias, señala que aquellos días "Nixon estaba fuera de sí. Por más de una década había criticado duramente las administraciones demócratas por permitir el establecimiento del poder comunista en Cuba. Y ahora, lo que él percibía –correctamente- como otra Cuba había surgido a la vida durante su propia administración sin que a él se le hubiera dado la oportunidad de tomar una decisión. Esto explica la virulencia de su reacción y su insistencia en hacer algo, cualquier cosa, que anulara la negligencia anterior".

El 22 de octubre un grupo de extrema derecha dirigido por el general Roberto Viaux y armado por la CIA trató de secuestrar a Schneider en Santiago, pero éste resultó herido de gravedad en el enfrentamiento y falleció tres días después. En aquellas semanas fracasaron todos los intentos por abocar a los militares a la subversión del orden democrático. Carlos Prats asumió la jefatura de las Fuerzas Armadas y hasta su dimisión en agosto de 1973, cuando fue sustituido por Pinochet, mantuvo una ejemplar conducta de respeto a la voluntad del pueblo expresada en las urnas.

En definitiva, de aquellos días destacan de manera poderosa tres hechos respecto a lo que sucedería tres años después, en septiembre de 1973: el aislamiento político de la derecha, la renuncia de la Democracia Cristiana a una solución que convenía a sus intereses políticos inmediatos y el comportamiento de las Fuerzas Armadas.

El 24 de octubre el Congreso Pleno eligió a Salvador Allende como presidente de la República por 153 votos a favor, 7 en blanco y 35 en contra. Entre sus ministros destacaba la presencia de cuatro obreros, por primera vez en la historia de Chile. El 3 de noviembre el nuevo presidente prestó juramento y se terció la banda tricolor en el Salón de Honor del Congreso Nacional. Después tuvo lugar el tradicional Te Deum, que por expreso deseo del propio Allende tuvo un carácter ecuménico.

"Pisamos un camino nuevo; marchamos sin guía por un terreno desconocido; apenas teniendo como brújula nuestra fidelidad al humanismo de todas las épocas -particularmente al humanismo marxista- y teniendo como norte el proyecto de la sociedad que deseamos, inspirada en los anhelos más hondamente enraizados en el pueblo chileno", afirmó Salvador Allende el 21 de mayo de 1971 en su primer Mensaje al Congreso Pleno.

Nunca hasta entonces un país había decidido superar el capitalismo y avanzar hacia la construcción de una sociedad socialista en "democracia, pluralismo y libertad", tal y como solía afirmar el presidente Allende. Pero aquel sueño, que fue compartido cada vez por más chilenos, era la pesadilla de la burguesía y las clases acomodadas chilenas y también del gobierno y las multinacionales norteamericanas. Tardaron tres años, mil días, en derrocar a sangre y fuego al gobierno constitucional. Desde entonces, nada fue igual para Chile... y tampoco para la izquierda.

La Unidad Popular

En octubre de 1969, los partidos Comunista, Socialista, Radical y Socialdemócrata, el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) y la Acción Popular Independiente crearon la Unidad Popular y decidieron apoyar a un único candidato en las próximas elecciones presidenciales. Tras la derrotas de 1958 y 1964, socialistas y comunistas ampliaron su alianza a partidos que representaban a las clases medias progresistas y laicas, en el caso de los radicales, y a aquellos sectores cristianos que se acercaban al mundo popular, en el caso del MAPU, influidos por el Concilio Vaticano II y en especial por la Conferencia de los obispos latinoamericanos de 1968 en Medellín.

La Unidad Popular aspiraba a lograr la transformación gradual de las estructuras políticas y económicas en un sentido socialista y dentro del marco constitucional, sin enfrentamientos violentos. Este proyecto se inspiraba sobre todo en la línea política del Frente de Liberación Nacional del Partido Comunista. Para la UP Chile era un país "dependiente del imperialismo, dominado por sectores de la burguesía estructuralmente ligados al capital extranjero, que no pueden resolver los problemas fundamentales del país, los que se derivan de sus privilegios de clase a los que jamás renunciarán voluntariamente".

Su programa de gobierno propugnaba la nacionalización de los bancos y de la gran minería del cobre, del salitre y del hierro, la estatización de las industrias estratégicas y la participación de sus trabajadores en la gestión, la intensificación de la reforma agraria, una política internacional en favor de la paz y la integración de Chile en el Movimiento de los Países No Alineados, el reparto gratuito de medio litro de leche diario a todos los niños, el aumento de los salarios, la mejora de la sanidad y la educación públicas, la construcción de miles de viviendas...

Salvador Allende

Salvador Allende Gossens nació el 26 de junio de 1908 en Valparaíso en el seno de una familia acomodada. Licenciado en Medicina, su trabajo en varios hospitales le mostró la realidad más cruda de su país y fortaleció su conciencia social y las ideas revolucionarias que le inculcó un viejo zapatero anarquista italiano llamado Juan Demarchi. El joven Allende participó en la oposición a la dictadura del general Ibánez, por lo que fue encarcelado en dos ocasiones. En los funerales de su padre, en 1932, aseguró que dedicaría su vida a la lucha social. Siete años después, como ministro de Salubridad del Frente Popular, creó el Servicio Nacional de Salud.

Allende, elegido diputado en 1937 y senador entre 1945 y 1969, siempre defendió un marxismo crítico, alejado del sectarismo estalinista: "Obras fundamentales como El estado y la revolución encierran ideas matrices, pero no pueden ser usadas como el Catecismo Romano". Su apuesta por la unidad socialista-comunista tampoco le impidió criticar las invasiones soviéticas de Hungría y Checoslovaquia. "Condenamos enérgicamente la intervención armada de los signatarios del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia. Ha sido atropellada la soberanía de ese país", aseguró en el Senado días después de que Breznev ordenara acabar con la Primavera de Praga.

Salvador Allende siempre apoyó a la Revolución Cubana porque entendió que abría un periodo de esperanzas para la liberación de los pueblos de América Latina del dominio del imperialismo norteamericano. Viajó en diversas ocasiones a la isla, donde pudo conocer a Ernesto Che Guerava, quien le dedicó uno de los primeros ejemplares de su libro La guerra de guerrillas con estas palabras: "A Salvador Allende, que por otros medios trata de hacer lo mismo". En 1969 ayudó a retornar a su país a los únicos tres guerrilleros cubanos que sobrevivieron a la campaña del Che en Bolivia.

Excelente orador, Allende era admirado por su "muñeca" para negociar importantes acuerdos políticos. Su nombre quedará siempre ligado a uno de los de los más hermosos proyectos políticos que vio este siglo plagado de tantos crímenes, dictaduras e ignominias. El recuerdo de su sacrificio en La Moneda el 11 de septiembre de 1973, preludio del drama de miles de chilenos, es un ejemplo de dignidad y coherencia para millones de personas.

 


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