EL PROCESO REVOLUCIONARIO VASCO Y LA SOCIEDAD ESPAÑOLA

Por Alberto Arana ( alberarana@hotmail.com  )

La mayor parte de la ciudadanía española, atrapada en los toscos esquemas del telediario, la información policial y la “Historia de España”, no espera ciertos episodios que periódicamente se producen en o desde, los territorios vascos. Nos podríamos referir a la sorpresa del pacto de Lizarra, a la fuerte ofensiva de ETA en el verano del 2000 y a la victoria electoral soberanista del 13 de mayo de 2001. Posteriormente se ha producido, contra pronóstico centralista, una alianza de gobierno PNV-EA-IU y también una reorientación del PSE-PSOE, marcando diferencias con el PP.  

Estos fenómenos son el resultado de la acumulación cotidiana de otros que pasan desapercibidos para la ciudadanía española. Se ignora burdamente el dinamismo que recorre a la sociedad civil vasca y el metódico trabajo militante de las redes formadas en torno a la izquierda abertzale. Todo lo que se nos tapa y censura sólo lo conocemos en su expresión final, cuando se traduce en un dato inocultable como los que hemos citado al principio y que no sabemos bien a qué atribuir.  

La manipulación ideológica se complementa, desde las instancias oficiales, con una explicación genérica sobre el por qué del independentismo vasco. Antes del 75 nos decían que la peculiaridad del rumbo que tomaba el País vasco era debida a su riqueza y egoísmo; muerto Franco se le utilizó como chivo expiatorio afirmando que todo se debía a los excesos represivos del franquismo; cuando ya no cabe alargar más esta explicación se alude al miedo. Sin entrar a valorar la parte de verdad y de manipulación que hay en cada una de estas “claves”, no puede disimularse un fuerte tufo a oportunismo, a decir no lo más científico y objetivo, sino aquello que mejor cuadre a los intereses y verdades oficiales del momento. Nos tratan como a borricos.   

Después del sobresalto de las elecciones del 2001, y pese al sólido entramado de información goebeliana de décadas, se ha instalado en la sociedad española, la sensación de que no nos hallamos ante una “comunidad autónoma”, sino ante una realidad nacional que dirige sus pasos a constituirse en Estado. 

Ese estado vasco, interiorizado en cada proyecto de la sociedad nacionalista, vive en una escaramuza permanente con el estado español, uno para afirmarse y crecer, el otro para derrotar dichas aspiraciones. 

Dicha pugna va creando con los años en la política y las instituciones españolas, unos comportamientos cada vez más hoscos, que acaban constituyéndose en sello del Estado, y comunicándose o imponiéndose a la sociedad civil. La hegemonía conseguida por el PP en la sociedad española, sería el síntoma global de ello. Se trata de un partido neofranquista que aboga por la derrota clara e irreversible del nacionalismo vasco. Ha hecho bandera de ello, ha llamado a cerrar filas y acusa de traidor a todo aquel que tenga otro punto de vista.

Como la estrategia del PP respecto a Euskadi conduce a una mayor radicalidad en el enfrentamiento, la sociedad española se encara progresivamente al dilema de aceptar el proceso soberanista vasco o retroalimentar la dureza y la hegemonía del PP en el conjunto del Estado, es decir, también sobre nuestras espaldas. Como dijo un filósofo alemán del siglo XIX: el pueblo que oprime a otro, forja sus propias cadenas. 


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