Y EN ESTO LLEGÓ SINTEL
Se las prometían felices. La preventiva guerra de Iraq había terminado más
tarde de lo previsto, pero había terminado. Había tiempo suficiente para
recuperarse o para hacerse notar, según el candidato. Era el momento de las
promesas de la política municipal y comunal, de los besos y los aplausos,
de los debates televisados y radiados. Todo cómo tenía que ser. Cómo
estaba mandado. Programaron las visitas, las fechas, el contenido de los
discursos, los propios programas, pero no contaron con la perseverancia de
los de Sintel. Creyeron, que tras el varapalo a Fidalgo, los “sintela”
iban a salir con el rabo entre las piernas, pero no tuvieron en cuenta que a
estos chicos “les pesa el rabo” tanto que ya no les cabe. Tampoco
calcularon, y esto ya roza la torpeza, que seguían siendo muchos y muy bien
organizados y, lo que es más importante, que no tenían nada mejor que
hacer porque, recordemos, están sin trabajo. Pero, claro: ¿Quién era el
guapo que le ponía el cascabel al gato?. Tocaba apretar los dientes y
aguantar.
Ni en sus peores pesadillas algunos candidatos hubieran imaginado unas
elecciones tan “sintelianas”. Alguna que no nombro, - y que muy bien podía
hacer pareja -, ha tenido un bautizo electoral de órdago. De esos que
recordará con una pizca de amargura cuando presida alguna fundación benéfica
o alguna institución del Estado. Ese es su verdadero destino.
Probablemente, será la primera y la última vez que verá a tantos y tan
escandalosos obreros juntos, al mismo tiempo y en el mismo lugar. O sea, en
todas partes. Alguno, que tampoco nombro, ha tenido que dosificar sus
recursos para no perder el “oremus” y, aún así, lo ha perdido. Doy fe.
Sin duda una magnífica experiencia en una larga carrera política de éxito.
Probablemente una piedra en el peligroso camino del desfiladero a la oposición.
He tenido la oportunidad de asistir a la mayoría de los actos del
Partido Popular que se han desarrollado en la capital y en los que han
participado los trabajadores de Sintel. Algunos de esos actos han
tenido que ser modificados de emplazamiento o variado su programa por temor
a ser boicoteados al pacífico grito de “Sintel. Solución”. Otros han
sido dominados por el candidato con gallardía, a base de reuniones previas
y de promesas incumplidas. Pero al final, los candidatos populares han
acabado por ponerse nerviosos, muy nerviosos. Impotentes ante esta avalancha
de lucha contra el Sistema. Inermes frente a la guerra y desarmados ante la
paz. Y eso me da que pensar acerca de la debilidad de esta democracia que
vivimos y del poder que pueden llegar a tener un puñado de trabajadores
cargados de razón.
Todo iba bien. Y en esto llegó Sintel.
Carlos Blanco Jiménez. Autor de “Sintel. El Callejero de la Esperanza”.