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Sección: Cuba Socialista

Título: QUINCE CONSIDERACIONES SOBRE EL RACISMO EN CUBA, por Juan Nicolás Padrón

Texto del artículo:

QUINCE CONSIDERACIONES SOBRE EL RACISMO EN CUBA, por Juan Nicolás Padrón

1. Después de la invasión de Europa en 1492, el racismo de los
colonialistas españoles trajo tres variantes a América: la aplicación
de la “limpieza de sangre” para los súbditos de la Corona, la
discusión de si los indígenas americanos poseían o no alma y una
oprobiosa discriminación racial hacia los esclavos africanos. El
sistema de castas impuesto garantizaba el poder a una aristocracia
peninsular y, posteriormente, a la criolla con vínculos con la
metrópoli; las encomiendas de indios establecieron un sistema de
servidumbre que en Cuba duró poco, pues los arahuacos, acostumbrados a
un arcadismo insular antes de la llegada de los invasores, no
resistieron los abusos y maltratos, las enfermedades y el régimen de
trabajo impuesto; el esclavo africano, que ya se había utilizado en
Portugal y en España, fue víctima de la más vergonzosa discriminación
en América, especialmente en el Caribe, una de las más brutales e
inhumanas de todas las prácticas discriminatorias que se hayan
emprendido contra la especie en cualquier tiempo.

2. Los peninsulares, que ya traían prejuicios arraigados contra moros
y judíos, evidenciaron igualmente con los criollos cubanos una
discriminación mantenida durante siglos por las diferencias entre la
“sangre pura” y el mestizaje americano de sangre muy mezclada; esta
pugna propició una colosal hipocresía social para ocultar la
descendencia o cambiar el linaje, especialmente a partir del siglo
XVIII cuando a los criollos de la Isla comenzaron a otorgárseles con
frecuencia títulos nobiliarios.

Los esclavos sufrían el peor de todos los racismos y el oprobioso
reglamento de rigurosos castigos que se le aplicaba fue “la gran pena
del mundo”. El racismo contra el esclavo no solo resultaba inaceptable
e inmoral, sino despiadado, cruel y repugnantemente injusto. Las
rebeliones y el cimarronaje de los palenques inauguraron en Cuba la
cultura de la resistencia y antecedieron las revoluciones encaminadas
no solo a liquidar la sociedad esclavista, sino también la dependencia
de la metrópoli. El racismo colonialista tenía dos dimensiones, pero
el ejercido contra los criollos no podía ser comparado con el aplicado
a los esclavos, que también procedía de la propia sociedad criolla.

3. Dos formas diferentes de rebelarse se gestaron en 1811: una
conspiración liderada por los abogados blancos Román de la Luz y José
Joaquín Infante, y otra protagonizada por el negro libre, carpintero y
tallador José Antonio Aponte, de gran prestigio entre los negros y
mulatos habaneros de su condición. En el primer caso, el referente era
Europa y el enfrentamiento a España se traducía en la aspiración de
promulgar la Constitución de Infante; en el segundo, el ejemplo fue
Haití, y este intento de rebelión exigía abolir la esclavitud y
suprimir la trata, y se proponía derrocar el colonialismo español y
crear una sociedad libre de discriminación, había sido la primera en
lograr un alcance nacional, pues tuvo vínculos con conspiradores de
Remedios, Puerto Príncipe y Bayamo. En la primera, Infante escapó; en
la segunda, Aponte fue ahorcado en 1812 y su cabeza se exhibió en una
jaula de hierro en La Habana. Aún en la primera mitad del siglo xix se
mantenía el terror de la sociedad colonial esclavista cubana a sucesos
como los ocurridos en Haití en 1791, y se recrudecieron las
injusticias contra la población esclava en la Isla.

4. La opresión a las clases criollas continuó ?baste recordar los
destierros de Félix Varela, José Antonio Saco, Domingo del Monte…?, y
esa forma del racismo hispánico contra la colonia, una de las
expresiones del sustrato económico y político de la confrontación,
acompañó a la represión de los esclavos; numerosas sublevaciones
fueron ahogadas en sangre como la famosa Conspiración de la Escalera
?el poeta mulato Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido, fue una de
las numerosas víctimas del colonialismo y del racismo.

Sin embargo, en 1868 los caminos para la independencia y la libertad
?separatismo y abolicionismo? se unieron en la luz de Yara; en diez
años de contienda contra la metrópoli, ricos blancos terratenientes
habían compartido las penurias de la manigua con exesclavos; los
blancos dejaron de ser dueños de esclavos y se unieron a otros blancos
pobres, mientras los negros dejaron de ser extranjeros y se
convirtieron en ciudadanos; sobresalieron como jefes militares los
blancos Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, el
dominicano-cubano Máximo Gómez, Calixto García, Vicente García… y
negros de la talla de Antonio y José Maceo, Flor Crombet, Guillermón
Moncada y Quintín Bandera, entre otros. Después de sentir a Cuba desde
lo más profundo del sentimiento y la emoción, entre todos comenzaron a
pensarla como una nación independiente y libre de opresiones
coloniales y raciales.

5. Otras ideologías racistas continuaron llegando a la Isla desde
Europa y Estados Unidos en el siglo XIX: una de ellas el racismo
religioso, desarrollado en la culta Europa bajo una interpretación
racista de la Biblia cristiana para justificar el colonialismo y la
discriminación a la “raza maldita” de los negros. Se desempolvaron las
maldiciones de Canaán, presentes desde la Edad Media, que afirmaban
que de las tres razas humanas, descendientes de los tres hijos de Noé:
Sem, Cam y Jafet, la del negro Cam había sido maldecida por el propio
Dios, quien dispuso la servidumbre de sus hermanos; la afirmación de
que los negros estaban condenados a servir a los blancos por mandato
divino, fue repetida por las autoridades de las iglesias y los
misioneros católicos y protestantes en la primera mitad del siglo XIX
en todas las colonias. Otras variantes racistas que influyeron en el
pensamiento de la intelectualidad ilustrada cubana finisecular fueron
el racismo biológico seudo científico de Joseph Arthur Gobineau, y a
finales del XIX la voluntad de poder del superhombre de Friedrich
Nietzsche y las falsas interpretaciones de la teoría evolutiva de
selección natural de las especies de Charles Darwin, el llamado
darwinismo social.

6. Diez años después de la abolición de la esclavitud y todavía cuando
España estaba perdiendo la guerra iniciada en 1895, Antonio Cánovas
del Castillo, quien había sido presidente del gobierno español en
reiteradas ocasiones y artífice de la Restauración, aseguraba en una
entrevista publicada en el periódico francés Le Journal en noviembre
de 1896: “Los negros en Cuba son libres; pueden contratar compromisos,
trabajar o no trabajar… y creo que la esclavitud era para ellos mucho
mejor que esta libertad que solo han aprovechado para no hacer nada y
formar masas de desocupados. Todos los que conocen a los negros os
dirán que en Madagascar, en el Congo, como en Cuba son perezosos,
salvajes, inclinados a actuar mal, y que es preciso conducirlos con
autoridad y firmeza para obtener algo de ellos. Estos salvajes no
tienen otro dueño que sus propios instintos, sus apetitos primitivos”.
Estas posiciones cavernarias del racismo colonial ya derrotado en
América daba “el pataleo de los ahorcados” con figuras como Marcelino
Menéndez y Pelayo, y Miguel de Unamuno, entre otros, con la
reafirmación de la “raza hispánica”. Aunque parezca increíble, todavía
estos ecos se escuchan.

7. El Apóstol de la independencia y la libertad de Cuba, José Martí,
con su coherente y totalizador pensamiento, en varios discursos,
ensayos y cartas, había dejado expresado su concepto de raza. Desde
los primeros años de la década de los 80 en los Estados Unidos, cuando
ya el mundo usaba el vocablo raza casi siempre de manera racista, el
Apóstol se aproximaba a un uso poco frecuente, apto para identificar
la condición humana y no las características biológicas; la aceptación
o rechazo hacia el empleo del término se centraba en la calidad de los
individuos, en su generosidad o en su egoísmo; el referente se
centraba en la exaltación de la grandeza humana por el desinterés
personal en aras de un ideal patriótico o de beneficio social, o para
evidenciar la miseria espiritual encarnada en las bajas pasiones del
individualismo; lo único que podía dividir al ser humano era su
sentido de la justicia.

En 1891, en el ensayo “Nuestra América”, afirmaba: “No hay odio de
razas, porque no hay razas. […] Peca contra la humanidad el que
fomente y propague la oposición y el odio de las razas”. Y argumentaba
en 1894 en su discurso en honor a Fermín Valdés Domínguez: “El egoísmo
es la mancha del mundo, y el desinterés su sol. En este mundo no hay
más que una raza inferior: la de los que consultan, antes que todo, su
propio interés, bien sea el de su vanidad o el de su soberbia o el de
su peculio: ?ni hay más que una raza superior: la de los que
consultan, antes que todo, el interés humano”. Sus sueños de
independencia y libertad del pueblo cubano en la república que se
fundaría después de la guerra, quedarían sintetizados en el artículo
“Mi raza”, de 1893: “Esa de racista está siendo una palabra confusa, y
hay que ponerla en claro. El hombre no tiene ningún derecho especial
porque pertenezca a una raza u otra; dígase hombre, y ya se dicen
todos los derechos […]. Hombre es más que blanco, más que mulato, más
que negro. Cubano es más que blanco, más que mulato, más que negro”.

8. A los prejuicios racistas tradicionales de España introducidos en
la sociedad cubana, se les sumó el racismo implantado con fuerza
directa por la intervención de los Estados Unidos en la Isla:
padecimos el cambio del racismo colonial español ?éramos mestizos y
negros? al racismo neocolonial e imperial norteamericano ?éramos
latinos y negros. En textos como los de Thomas Dixon ?El hombre del
clan, 1900? y películas como las de David Wark Griffith ?El
nacimiento de una nación, 1915?, se glorificó al Ku Klux Klan y en los
primeros años de siglo se cometieron crímenes monstruosos en la nación
norteamericana. En los desarrollados Estados Unidos de aquellos años
el racismo fue tan despiadado que en 1906 fue expuesto en un zoológico
del Bronx, junto a un orangután, un pigmeo llamado Ota Benga, apresado
dos años antes en el Congo; se quemaron negros en público ?e incluso
fueron filmados?, solamente por sospechas derivadas de la acusación de
un blanco, y los perros se entrenaban para mantener alejados a los
negros de las propiedades de los blancos. El sistema segregacionista
norteamericano impuso normas bárbaras y humillantes de exclusión y
negó casi todos los derechos civiles de los negros; tales reglas se
intentaron llevar a la subdesarrollada Cuba sin mucho éxito, aunque
dejaron algunas secuelas espantosas.

9. En la naciente república, el racismo no podía ser igual que en los
Estados Unidos a pesar de su visible dependencia en casi todo:
mientras que los norteamericanos se liberaron de Inglaterra en el
siglo XVIII sin proclamar la abolición de la esclavitud y
desarrollaron una sociedad segregada bajo graves conflictos raciales
durante el XIX, en la Isla, desde la primera república en armas,
cuando ni siquiera se había obtenido la independencia de España, la
abolición formaba parte del ideario fundamental de la revolución,
incluido, por supuesto, el de sus principales líderes y de los
gloriosos guerreros negros alistados en el ejército mambí, además de
figurar como principio en las diferentes constituciones promulgadas
durante la república en armas. Sin embargo, la puja por la supremacía
blanca norteamericana influyó en el ambiente social cubano de los años
de intervención y primeras experiencias en la vida republicana dependiente.

El sueño de José Martí de una república de blancos y negros fue
traicionado a pesar de los esfuerzos de luchadores cultos y
persistentes de la estatura de Juan Gualberto Gómez, uno de los más
grandes amigos del Apóstol y de los más perseverantes opositores a la
discriminación racial, desde antes de la constitución de la república
de 1901; tampoco influyeron las constantes evidencias y declaraciones
en la prensa ni las revelaciones de Ricardo Batrell Oviedo, que en
1903 denunciaba con rigor y claridad la crítica situación del negro y
la ausencia de sus derechos civiles. En esos primeros años de
república se produjeron crímenes como el monstruoso asesinato a
machetazos del general Quintín Bandera después de ser humillado con un
puesto de cartero concedido por el presidente de la república.

El genocidio mayor ocurrido en la historia de Cuba no lo cometieron ni
el colonialismo español ni el norteamericano: en 1912, a un siglo del
asesinato de Aponte, después de desatarse una aterradora campaña en la
opinión pública contra el Partido de los Independientes de Color que
dirigía Evaristo Estenoz ?con unos setenta mil miembros, cifra
respetable para la población de la época? y especialmente contra los
negros que protagonizaron la rebelión, se tejieron leyendas de
violación de mujeres blancas y de asesinatos a ciudadanos blancos, y
el ejército protagonizó una de las más bochornosas y sangrientas
páginas de la historia de Cuba: el asesinato de más de tres mil
personas en dos semanas, un suceso incalificable e insólito en la
sociedad cubana, peor, por su intensidad, que la reconcentración
ordenada por Valeriano Weyler. Fue una señal inequívoca de la
peligrosidad de un enfrentamiento racial.

10. Este despiadado racismo de los primeros años de la república se
disimuló con prejuicios ocultos e hipócritas, después de la condena
expresada por parte de la mayoría de la sociedad civil a los sucesos
de 1912, y ante la falta de legitimación científica y el descrédito
del racismo biológico, lo cual contribuyó a un acercamiento al tema
racial desde la cultura. Ello no excluyó la existencia de posiciones
divergentes entre intelectuales cubanos sobre la inclusión o no del
negro en la cultura del país, entre las cuales sobresalieron las de
Alejo Carpentier y Eduardo Sánchez de Fuentes, que partían de los
análisis musicales. Los colosales estudios multidisciplinarios de Don
Fernando Ortiz demostraron la importancia de la impronta africana en
la construcción de la cultura cubana, sin desconocer, bajo un punto de
vista integral la significativa huella española en esa edificación.

Para probar la transculturación y la integración de estas dos raíces
en la cultura cubana, Ortiz ahondó en la economía, la jurisprudencia,
la etnografía, la etnología, la antropología, la arqueología, la
sociología, la psicología, la filología, la lexicografía, la
filosofía, la musicología, la religión, la religiosidad, el folclor… o
en aspectos tan diversos como la gestualidad, las comidas, las
costumbres... Poetas como Nicolás Guillén, músicos como Amadeo Roldán
y Alejandro García Caturla, o investigadores como Lydia Cabrera y
Rómulo Lachatañeré, sintetizaron en su obra estas razones. Sin
embargo, una parte de la sociedad blanca cubana continuó su
discriminación racial, con formas de opresión, exclusión o
desconocimiento a los aportes de los negros de manera disimulada e
hipócritamente excluyente.

11. La crispación derivada de esta sistemática discriminación bajo los
diferentes gobiernos republicanos, produjo una reacción lógica pero no
menos injusta: el racismo de los negros. El tema del color de la piel
se puso por encima de cualquier condición, tal y como hicieran los
primeros racistas, incluso por encima de una nacionalidad que habían
ganado con parejo sacrificio, blancos y negros. Las tesis
fundamentales que argumentaban esta postura se manifestaban de
diversas maneras, no estudiadas con suficiente profundidad ni en su
época ni posteriormente. Uno de sus textos fundamentales fue el de
Juan René Betancourt, El negro, ciudadano del futuro, de 1959, en
cuyas consideraciones se potenciaba un segregacionismo artificial para
la sociedad cubana y se evaluaba injustamente la perspectiva cultural
de Juan Gualberto Gómez, un patriota culto y equilibrado, de altísimo
civismo y con tal altura de estadista que pudiera haber sido el primer
presidente de la república, si no hubiera existido el cáncer del
racismo blanco.

Quizás esta manera de rechazar la integración y pronunciarse por la
negritud, tuvo mayor sintonía con las razones esgrimidas por los
negros norteamericanos para reclamar sus derechos en una sociedad
rígidamente segregada, resultado del surgimiento como nación después
de una guerra civil en la que la racialidad tuvo importancia decisiva
en la composición de las fuerzas contendientes y en los resultados del
enfrentamiento. En el mismo año 1959 en que Betancourt publicaba su
libro, se hicieron notables las manifestaciones en los Estados Unidos
por una parte de la sociedad blanca que exigía una cavernícola
segregación racial en las escuelas y lugares públicos; tal situación
provocó un movimiento antisegregacionista que desembocó en una enorme
violencia en la década del 60; posteriormente a la lucha por los
derechos civiles de los negros en los Estados Unidos y del asesinato
del reverendo Martin Luther King, surgió la llamada “Acción
Afirmativa”, es decir, la consideración de la categoría racial para
otorgar algunas ventajas a los negros, un paliativo que en algunos
casos mejoró la situación de pobreza de ciertos sectores pero abrió
paso de manera muy visible a la división entre negros ricos y negros
pobres. Evidentemente, un modelo poco aconsejable para hallar
soluciones a la discriminación racial en Cuba.

12. En el mismo año de la publicación del libro de Betancourt
triunfaba la Revolución cubana que desde sus inicios se propuso
liquidar muchas formas de discriminación predominantes en la
república, entre ellas la racial; tales acciones formaban parte de un
amplio proyecto de justicia social dentro del programa revolucionario.
La lucha por la integración racial planteada por la Revolución,
enfrentaba la oposición de algunos racistas blancos y negros, así como
la resistencia de conservadores y tradicionalistas, no pocas veces
saturados de prejuicios e ignorancia, que no entendían por qué un
blanco y un negro podían ir a las mismas sociedades a bailar y a
divertirse, o a las mismas playas a bañarse juntos, o por qué blancos
y negros formaban familia y deberían tener idénticos derechos y
reconocimiento escolar, laboral, social, político…

La discriminación racial en Cuba fue fuertemente criticada por Fidel,
Raúl, el Che, entre otros dirigentes, en varias comparecencias
públicas; se trabajó fuertemente por una educación civil antirracista
que eliminara ese flagelo de la sociedad cubana, y se concebía como
parte de la estratégica lucha revolucionaria por alcanzar la justicia
social la abolición de todo vestigio jurídico que lo admitiera; se
combatió cualquier disposición escolar o laboral que restringiera los
derechos de los negros y fue erradicándose la discriminación desde el
punto de vista institucional con no pocas resistencias a lo largo de
la década del 60, aunque se mantuvieron muchos prejuicios sociales
enmascarados y reservas personales.

Sin embargo, bajo el influjo del idealismo y el voluntarismo, se
proclamó, con un triunfalismo engañoso y arrollador, que en Cuba se
había liquidado la discriminación racial. El racismo oculto crecía
agazapado junto a otras maneras del pensamiento conservador que nunca
podrían ser combatidas si no se desenmascaraban constantemente a la
luz pública, y constituyó una enfermedad silenciosa que socavaba la
igualdad sin que nuestra monacal prensa se hiciera eco de ello. Solo a
finales de los años 80 se retomó el asunto, especialmente en las
diversas manifestaciones de la cultura.

13. El pánico que ocasionó en la sociedad norteamericana la rebelión
antisegregacionista de los 60, hizo que se adoptaran soluciones
particularizadas y personalizadas, muy bien estudiadas desde todos los
ángulos, especialmente en los años 70 y 80, y todavía con mayor
cautela y exquisitez a finales del siglo anterior y principios de la
presente centuria, cuando se perfeccionó el método para tornarse en
fortaleza lo que históricamente había sido una debilidad del sistema.

Aumentaron considerablemente los negros conservadores, sobre todo a
partir del mandato de Ronald Reagan, y los líderes más rebeldes
desaparecieron por diversas causas; otros fueron silenciados o
acomodados por diferentes procedimientos; se estableció un régimen
que, aunque no eliminó la disfuncionalidad social generalizada,
ofreció ventajas económicas y sociales a los negros y un monitoreo
constante sobre su situación mediante las reclamaciones jurídicas; se
aprovechó la imagen fílmica y televisiva, con la presencia de héroes y
protagonistas negros, que en los años 60 solamente habían alcanzado
cierto liderazgo en los deportes y en la música. En Cuba, como el
problema de la discriminación racial supuestamente estaba resuelto,
salvo casos aislados no hubo una sistemática atención a este asunto.

Los negros no subieron mucho su estándar de vida en relación con los
blancos, y a pesar de que se comenzaron a tomar algunas medidas en los
80 para equilibrar esas diferencias, como se encaminaron solo a la
representatividad en las instituciones políticas y sociales bajo una
forzada proporción numérica, tal medida aislada, como era de
esperarse, no resolvió el complejísimo entramado de la discriminación
racial, que responde a causas económicas profundas y supone una
complejidad social que debe tratarse en su multilateralidad. A finales
de la década de los 80 y principios de los 90, las autoridades tomaron
real conciencia de este grave problema, a pesar de las deficiencias y
deformaciones que han padecido históricamente las estadísticas en el país.

Por otra parte, se hicieron visibles o más conscientes en una parte de
la intelectualidad cubana, algunos factores como: la falta de imagen
del negro en los medios televisivos y en la prensa; el escaso abordaje
de estos temas en el medio académico y mucho menos en el escolar; la
tendencia a politizar el asunto, tanto por casi toda la
contrarrevolución miamense como por la actitud defensiva de una buena
parte de las autoridades revolucionarias; la ausencia de debate
conceptual e integral, es decir, de estudios multilaterales que
profundicen en sus causas y dimensiones, y aporten soluciones reales a
corto, mediano y largo plazo. No había razones para no hacerlo, pues
se partía de una Revolución que siempre tuvo la voluntad de eliminar
cualquier forma de injusticia social, y de una nación que posee una
historia híbrida desde su nacimiento, y que adoptó la integración, no
solo de las racialidades, sino de casi todo lo humano, para fundar,
sobrevivir y triunfar.

14. En la actualidad, aún son pocas las investigaciones de fondo sobre
racialidad en Cuba, a pesar de que se trata de un tema de sumo interés
para la sociedad civil y para la proyección política del país; pero lo
mismo puede decirse de la situación de otros sectores vulnerables. En
una buena parte de los llamados sectores emergentes (turismo,
corporaciones y firmas extranjeras) hay mayoría blanca, realidad
condicionada fundamentalmente porque históricamente los blancos han
disfrutado de más oportunidades y ventajas para llegar hasta allí, por
causas que van desde la historia familiar y las condiciones económicas
para estudiar, hasta el sistema de relaciones interpersonales
laborales, pero también por el racismo oculto ante la alternativa de
optar por un blanco y eliminar al negro, en actitud discriminatoria
justificada por una inadmisible “cuestión de imagen”, determinada por
estereotipos “occidentales” reproducidos consciente o inconscientemente.

Tales esquemas, muchos de ellos anquilosados o contrarios a la
filosofía revolucionaria, han impedido abordar con objetividad el
fondo de la cuestión, sin que sean solo privativos del análisis de la
racialidad, sino aplicables asimismo a otros temas, por lo que no
considero que sea solo discriminación racial, sino falta de voluntad
para actuar ante un conjunto de causas culturales, entre las cuales se
encuentra el racismo. Si bien es cierto que las deficientes
estadísticas cubanas ocultan o enmascaran los datos para la
investigación de estos asuntos, sucede igual con otros tópicos, como
los relacionados con la economía, que tienen una implicación directa
en la distorsión de planes y cumplimientos; por otra parte, la falta
de sistematicidad es un mal frecuente que afecta a esta y a otras
muchas esferas.

La demanda de que las autoridades policiales suelen mantener un trato
diferenciado y discriminatorio con los negros es cierta, como también
los es que en ocasiones su falta de pericia afecta a otras cuestiones
relacionadas con su trabajo: se trata de prejuicios discriminatorios,
pero, además, y sobre todo, de falta de profesionalidad. Es igualmente
cierto que muchos relacionan de manera directa y prejuiciosa a la
delincuencia con los negros y mestizos, sobre la base estadística de
la población penal; sin embargo, poco se indaga sobre las causas
últimas que generan los ingresos a prisión, y no se ha establecido un
programa general para resolver esta situación. Hay poca conciencia
racial y poca visibilidad en los medios de estos problemas; no hay una
percepción sobre la gravedad del problema, que casi siempre se
atribuye, por el desconocimiento de su dimensión, a demandas de un sector.

15. El racismo es una vergüenza del género humano, inaceptable
éticamente, y sus presupuestos son falsos desde cualquier punto de
vista; resulta injustificable porque los argumentos suelen basarse en
la seudociencia biológica o la manipulación religiosa, social y
política; formula un conjunto de propuestas arbitrarias que parten de
sentimientos primitivos, como el miedo al diferente, la intolerancia
al otro y el odio inculcado; mantiene la creencia de una absurda
división de los seres humanos entre razas superiores e inferiores que
los diferencia y separa para someter a unos y a otros con prácticas
humillantes. La alternativa al racismo no puede sustentarse en un
programa de venganzas sociales ni en un proyecto que diferencie y segregue.

La discriminación racial crea modelos culturales bajo infundadas
creencias de una supuesta eficacia o desarrollo de una sociedad sobre
otra, y es caldo de cultivo para el aprovechamiento de conflictos
políticos y religiosos sostenidos por perversas campañas
publicitarias que apelan a los instintos más oscuros, cebándose en la
desinformación, la ignorancia o en factores especulativos saturados de
prejuicios, xenofobias y complejos de superioridad-inferioridad. El
odio racial provocó el holocausto y los más grandes genocidios que ha
conocido la humanidad; se erige en pecado y ofensa a Dios, según Juan
Pablo II, y en enfermedad de la mente y el alma que deshumaniza a
cualquiera que lo toca, según Nelson Mandela, uno de los líderes
políticos más importantes del siglo XX porque luchó contra el racismo
de los blancos hacia los negros y viceversa; ha servido para alimentar
ideológicamente los procesos más dolorosos que conoce el ser humano,
como el esclavismo, el colonialismo y el neocolonialismo, y puede
generar una violencia incontrolable en cualquier contexto.

Todos los seres humanos pertenecen a la misma especie y descienden del
mismo tronco, que según las últimas evidencias nació en África, por lo
que en última instancias, todos los humanos seríamos
“afrodescendientes”; todas las divisiones de la especie son
convencionales, arbitrarias y externas; los potenciales biológicos de
los humanos para alcanzar cualquier nivel o posición en los sistemas
económicos y sociales que organizan son equivalentes, y las
diferencias étnicas y culturales del planeta deberían propiciar una
educación y una cultura antidiscriminatoria, antirracista, y no solo
multicultural, sino intercultural.

Hoy el presidente de la primera potencia del mundo es negro; Barack
Obama ha reconocido que “el dolor de la discriminación todavía se
siente en Estados Unidos”; sin embargo, también les ha pedido a los
negros que “¡dejen de decirles a sus hijos que, porque son de cierta
raza, hay cosas que siempre les estarán limitadas!”, y añadía: “Quiero
que aspiren a ser científicos e ingenieros, doctores y maestros, no
sólo jugadores de baloncesto o raperos”, aunque sus políticas no
parezcan precisamente encaminadas a ello.

En Cuba urge establecer normas más eficaces para garantizar y nivelar
la igualdad entre todos, así como una estrecha vigilancia sobre
quienes aún padecen desventajas y evidentes asimetrías, pues deben ser
los más favorecidos por los programas sociales; dentro del proyecto de
la Revolución, un especial significado tiene la igualdad de los negros
en relación con el resto de la población, que incluye factores
económicos y culturales; sin asociar el color de la piel a ninguna
categoría de privilegio, la racialidad requiere de un proyecto
específico que borre el dolor ancestral sufrido, atienda reclamos
postergados de sus dificultades para la igualdad, programe acciones
reales y efectivas basadas en nuestra historia, y se propicie una
educación integradora en la que los blancos sepan más de la historia y
la cultura de los negros, y estos no se limiten solo a sus temas. Las
soluciones hay que buscarlas para el futuro y en cualquier parte, pero
debemos evitar dar pasos hacia atrás o tratar de copiar miméticamente
otras realidades. La batalla por la igualdad social en Cuba debe tener
en cuenta todas estas cuestiones y aún otras coordenadas que están por
gestarse dentro de la transculturación, porque ese proceso, aquí,
nunca termina.


Nota: Juan Nicolás Padrón es filólogo, poeta, ensayista. Labora en
Casa de las Américas. Este artículo está publicado en el foro El
engaño de las razas (www.foroscubarte.cult.cu) organizado por la Unión
de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y Cubarte.

Fuente: Periódico Cubarte

Artículo de www.profesionalespcm.org insertado por: El administrador web - Fecha: 29/08/2011 - Modificar

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