Texto del artículo:
Excedente, plusvalía, capital-trabajo, economía sumergida, acumulación de capital, guerra, mujer ahorro del estado, objetoras de conciencia, religión.
Los conceptos que coronan este artículo pretenden pasar de lo implícito a lo explicito para situar la economía desarrollada por la mujer a lo largo de un periodo considerable de la Historia y dar a conocer el valor real de su fuerza de trabajo en varios espacios geopolíticos y económicos.
El estudio realizado a lo largo de la Historia sobre el excedente tiene su punto partida en el neolítico. Con la aparición de la agricultura y la ganadería y el trabajo productivo, esa parte de la producción que excedía al consumo tribal se comenzó a usar como intercambio por otros bienes conduciendo a la familia, a la tribu o al colectivo a un estadio de vida más allá de la autosubsistencia a la vez que se iba marcando la posición social especializada de los nuevos clanes (estatus social). Antes de la formación de los clanes disponían de los productos que ellos -ellas- mismos producían.
La especialización de los clanes necesitaba otros productos que no tenían y utilizaban su excedente para conseguirlos a través del trueque. Cuando más tarde los clanes se hicieron sedentarios y producían todo lo que les era necesario para vivir, se confirman como autosuficientes, no necesitaban nada más de lo que ellos producían para sobrevivir. Pero el excedente aumentaba, y al no ser posible el trueque local, se requería una extensión más amplia para el intercambio de otros objetos.
La mujer siempre ha desarrollado dos funciones vitales: producción y reproducción y en este orden. Los caballeros de la ciencia que viajaron a Latinoamérica en los siglos XVI, XVII y XVIII cuentan en sus relatos que, en las distintas zonas visitadas, eran las mujeres las que realizaban una agricultura no de estatus vital, sino de excedente organizado que ellas mismas llevan al mercado ejerciendo un trueque especializado: producto agrícola por herramientas y otros utensilios, más fetiches que actuaban como moneda (acumulación de beneficio). El espacio vital es donde la persona se realiza, está segura, siéndole necesario para subsistir. Las mujeres aquí estaban sumamente explotadas por sus propios clanes pero tenían un reconocimiento como productoras; disponían de autonomía vital y dominaban el trueque y su mercado.
Un ejemplo poderoso lo encontramos en las mujeres guatemaltecas, pioneras de la creación del trueque por su capacidad para generar excedente de producto. Estas mujeres, antes de ser colonizadas y sometidas por el cristianismo católico colonial, eran unas productoras de alta especialidad que con el colonialismo se quedaron desarraigadas y deslegalizadas de su racionalizada gestión, antes regulada por ellas mismas, calculando entre producción y reproducción, midiendo por los ciclos de primavera su reproducción y calculando tener los hijos que podrían mantener.
Con la cristianización pasan a ser esclavas de la agricultura, son condenadas a tener un hijo por cada primavera y, si no lo n con su pareja de la tribu, los rectores cristianos preparaban varones para que todas las mujeres fueran preñadas. Este fue el primer trabajo estructurado del cristianismo aplicado a las mujeres indígenas a la vez que borraba la memoria de su cultura a toda la tribu. Este control se solía aplicar a las mujeres nobles de la Metrópoli, esto era igual en toda Europa, con el fin de calcular con quien se realizaría la boda de conveniencia. La mujer empieza a ser estructuralmente invisible a la vez que empieza a ser una pieza rentable ya no solo para la nobleza, sino también como generadora de beneficios: reproductora, campesina, productora textil, esclava del señor o del virrey, todo con la generosa ayuda de los monjes y religiosas que se instalaban en toda Latinoamérica en las zonas de las grandes plantaciones.
En los conceptos de excedente económico y plusvalía nos encontramos con una mayor invisibilidad de las mujeres pero con un alto excedente económico que sirve como ahorro para el Estado. Y, sobre todo, es una extraordinaria generadora de plusvalía generada por la fuerza de trabajo no remunerada y la mayoría de las veces invisible como nos muestra la economía sumergida. La plusvalía que las patronales han acumulado y acumulan negando y restando valor a la fuerza de trabajo de las mujeres, por poner un ejemplo, en la industria del textil, está calculada en ciclos de 20 en 20 años, considerando las zonas de producción media, se estima en miles de billones de euros. Esto llevado a cualquier otra moneda nos da una supra cantidad capaz de sostener la macroeconomía de los Estados.
Por definición: el excedente económico real es la diferencia entre la producción real generada por la sociedad y su consumo efectivo corriente. Resulta, por lo tanto, idéntico al ahorro o acumulación de riqueza, normalmente mediante activos (instalaciones, equipos, saldos positivos resultado del comercio exterior, atesoramiento de monedas y oro…) El excedente económico es menor que la noción de plusvalía de Karl Marx. Así, resulta que el excedente económico real es la parte de la plusvalía que está siendo acumulada y vendida, por eso se debe recalcar que todos los entes económicos deben estar perfectamente equilibrados para que así las fuerzas motoras de una economía no tengan ningún tipo de impacto en las decisiones del consumidor.
En cuanto a la mujer ahorro no produce menos ganancia al Estado. Aquí la cultura, la costumbre, la creencia controlada por la religión, por un lado la religión en sí misma: Conferencias Episcopales, Vaticano y Parroquias ejercen sus sutiles funciones de forma inscrita, sin necesidad de leyes, sino llevando a las mujeres, mediante la psicología social conductista, para convertirlas en la mejor representante de la reproducción, de la familia, la mejor abuela, la mejor niñera, la mejor cocinera, a tal fin que los Estados tienen resuelta la microeconomía de los recursos y servicios del ámbito cotidiano sin necesidad de llamarlo crisis.
Este empeño y conducta de hacer invisibles a las mujeres en sus facultades intelectuales y cognitivas no es de ahora; es la batalla constante que se remonta o se retrotrae según las necesidades y conveniencias de los Estados. No es representación de la igualdad tener unas cuantas diputadas, o concejalas o empresarias, sino llegar a la abolición del poder de estos estamentos que invisibilizan al 50% de la sociedad, representada por las mujeres. Hasta aquí considerando el trato recibido dentro de “la correcta moral” y en la economía de lo “políticamente correcto” que comprende el marco estatal.
Si medimos desde el imperio económico internacional generado mediante el cuerpo de las mujeres, recurriendo a la migración de hombres y mujeres, pero éstas en mayor número, vemos que se generan tres vías de beneficios: plusvalía por la falta de valor en su fuerza de trabajo, altos beneficios por ser conducida a la prostitución y mediante las remesas generadas al trasladar moneda al país de origen, que en la mayoría de las ocasiones sirve, no para mejorar la sociedad hacia una vida digna, sino para hacer consumidores convulsivos de productos superfluos que, además, han sido producidos por maquinara y tecnología punta sin aportar progreso social ni calidad de vida a los países receptores.
La trata, consentida entre los Estados, tanto emisores como receptores, sigue siendo la mayor generadora de beneficios, alimentando la macroeconomía y participando de una situación sumamente perversa donde se considera a las mujeres y a las menores con un potencial valor económico que genera, en combinación con la prostitución, cinco millones de euros día en las capitales más relevantes de Europa, a excepción de algunos países del norte que, como el caso de Noruega, se preocupan por este brutal trasiego de mujeres y niegan su posibilidad mediante ley.
También se observan los ingresos generados por la mujer como botín de guerra en los talleres de confección militar, en la agricultura de intendencia local, como servidora sexual del varón en los complicitos bélicos, por poner un ejemplo. O los de las mujeres bonaerenses organizadas por proxenetas para recibir a los marines de EEUU, hoy, casi inexistente mediante las políticas de género de Cristina Fernández pero ampliado en los países que reciben a la marina USA o tienen bases militares OTAN, que siguen reportando altos benéficos generados del cuerpo de las mujeres.
El negocio de la cosificación de la mujer mediante la estética sexista donde la mujer aparece en anuncios con su cuerpo troceado: si es carmín, los labios; si es ropa interior sexy, aparecen bien los glúteos, bien los senos; o, en otras ocasiones, solo una mano si anuncian esmaltes. Esta situación es mundial, aparece en todos los aeropuertos, tanto de países tercermundistas como desarrollados; en las revistas, en los anuncios de automóviles y calendarios. Qué decir de los harenes que las exhiben justificando la cultura musulmana donde los consumidores porno pagan tanto por mujeres como por niñas.
El cristianismo en todas sus declinaciones y sincretismos, ante estas situaciones, no parece tener problema, está de acuerdo. Lo mismo ocurre con el islam y el hinduismo. Todos tienen una complicidad unánime, silenciosa y de apoyo completo al desarrollo de la macroeconomía que genera el cuerpo de la mujer.
Lo más preocupante está en las mujeres mismas, en su ausencia de conciencia y forma de medir la igualdad en aquellas cuestiones de poco calado en la vida de la mujer, de forma que pareciera que existen planos de igual a igual. No hay un culpable claro, parece que la culpa fuera solo del varón que aparece como el único culpable explícito, cuando hay otros culpables, incluida la mujer, que limitan las reivindicaciones: divorcio, aborto, igual salario, reparto de trabajo, que están presentes en las actuaciones de retroceso.
Ahora bien, por poner un ejemplo, si el retroceso de la ley del aborto sale adelante con las propuestas del Partido Popular y, por un lado, las mujeres y los partidos de oposición lo consienten y no rompen con los acuerdos y favores al Vaticano y la Conferencia Episcopal, las mujeres y los partidos políticos de este país que no actúen serán cómplices del retroceso. No podemos aceptar tanta inmoralidad y beneficio a costa de nuestro cuerpo, cosificando a la mujer y callar ante esta situación en la que nos niega la decisión sobre nuestro cuerpo.
Si las mujeres del S.XXI no consiguen espacio geopolítico y de decisión social, política y económica, si no son capaces de recuperar un respeto internacional digno con la fuerza que supone ser el 50% de representación social, las mujeres estarán regalándose un límite que, si no lo eliminan, no superarán la invisibilidad consentida ni el retroceso. Las mujeres de Guatemala, en su tiempo neolítico, tenían más poder que en ningún otro momento después han tenido. Al perder su capacidad productora, pasaron a una esclavitud programada mediante la religión, haciéndoles ver que estaban muy acogidas y atendidas mediantes la proximidad de las iglesias parroquiales que actuaban como escuelas de sumisión sin que ellas se percataran.
Las mujeres tienen que tomar conciencia de no volver atrás. Deben tener pleno conocimiento de hasta dónde llega la injerencia y los intereses de los Estados sobre ellas. No existen fronteras, estamos ante una situación sin precedentes y se incrementa la idea de ver en la mujer una mera mercancía y cosificación. El intercambio, que se lleva a cabo con el excedente de la mujer hoy, es un potencial macroeconómico de primera magnitud para el mercado y sus mercaderes.
El intercambio, que se llevaba a cabo con el excedente en su origen es la primera manifestación natural del comercio. Actualmente, los pequeños y medianos productores autosuficientes, es decir, vendedores de una parte de su producción y otra que guardan para consumo propio, han desaparecido y han sido sustituidos, como acertamente dice Fidel Castro, por un capitalismo salvaje en potencia que no cesará.
El politólogo y escritor Manuel Monereo nos aporta una nueva forma de ver la evolución del Capitalismo. Dice que no será derrotado o destruido como señalan las hipótesis y tesis comunistas, sino que el capitalismo no se destruye, sino que se trasforma, que ha aprendido a envolver su perversidad para permanecer actuante. Es decir, no será destruido. Esto significa algo así como si se fuera adaptando geopolíticamente, como si se bautizase cada siglo y naciera una nueva regeneración del capitalismo, ahora neoliberalismo.
Yo me atrevo a decir que el capitalismo, sin separarse del mito del Ave Fénix Griega, ha superado la fase de las cenizas en cuanto a que no necesita resurgir de ellas, sino que se trasforma antes de esa caída en la nada. Ante esta metamorfosis va aprendiendo su forma de mantenerse ante toda adversidad. Aprende cada vez más a vencer sin entrar en preocupación ética alguna por las consecuencias generadas de su planificación y determinación político-económica, calculada al milímetro, a largo plazo y sin ceder ante ningún concepto o fuerzas que pudiera perjudicar su trayectoria. Su matrícula de honor radica en conservar, ampliar y mantener la desigualdad social sin entrar a analizar las perversas contracciones de su mimético y criminal modelo.
Por otro lado, siguiendo al profesor Monereo, la respuesta que ha recibido este gigante de mano invisible de parte de sus adversarios de clase no ha estado a la altura; no ha conseguido situarse en planos de igual a igual. Considera que teniendo la herramienta apropiada, mayoritaria y poderosa -la clase obrera activa y sujeto de clase junto a las clases populares, que son más numerosas- no han sido capaces de organizar mayorías de conciencia política y freno. Así, mientras que el capitalismo se ha ido reconvirtiendo, tanto en sus distintas características ideológicas como en sus variables modelos económicos (de producción, más plusvalía; de explotación mediante reformas laborales; de excedente y acumulación de capital más especulación financiera),las fuerzas productivas han dado respuestas desacertadas y con paradigmas subordinados con herramientas fuera de tiempo y forma.
Además, Monereo nos recuerda que años atrás (1992-2005…) se han propuesto respuestas y alternativas válidas desde una izquierda minoritaria y paralela a los paradigmas de sumisión. Al menos es lo que se puede decir y medir en la actualidad, dado que la involución actual se preveía, se exponía y se advertía de sus consecuencias (los llamados recortes de todo tipo en derechos: sanitarios, educacionales, sociales, laborales, económicos y culturales (finiquito de los recursos públicos) como en el presente nos ocurre pero que, la sociedad, las clases populares, en ese tiempo, no se reconocían en esta tragedia, en esta involución, asumiendo placebos que, hoy, no saben llevar a otra situación por falta de compromiso político. No son suficientes los movilizados para retirar la involución calculada y envuelta en crisis económica para ratificar, para justificar la descomposición de los derechos mencionados. Y podríamos agregar que si a esto unimos la despreocupación de muchas mujeres durante los años señalados, el resultado ha sido un alto porcentaje de personas inactivas que no han formado parte del sujeto social trasformador.
Lo que pretendo trasladar a este artículo es la situación política de los últimos años y en la actualidad, necesaria para retomar, ante la situación de la mujer dentro de ese amplio escenario, la lucha de clases que necesitamos para no retroceder más en lo conquistado, dado que queda demostrado que no es tanto el avance. Los conceptos señalados al inicio y que retomo con el fin de llevarlos a sus justos marcos para poder reconocer cómo se ha movido la fuerza de trabajo de las mujeres en las distintas categorías, etapas señaladas y desde las dos significativas clases sociales: capitalismo y obrerismo junto a sus dos contradictorios factores: beneficio y fuerza de trabajo.
Dejo alguna interrogación ante las nuevas posibilidades que puedan surgir: bien Asamblea Constituyente o bien Poder Popular ¿Estamos recogiendo la realidad social para hombres y mujeres como nuevo sujeto social? ¿Es una posibilidad inmediata conseguir o debe ser reflexionada a medio plazo?
Conseguidos estos dos objetivos, una Asamblea Constituyente o un Poder Popular, tendrían que tener preparados unas alternativas que conlleven a políticas de las mayorías proletarias capaces políticamente de realizarlas como compromiso dentro de un alto grado de concienciación. Es decir, un Poder Popular revolucionario, preparado ideológicamente, formado, instruido, geopolíticamente extendido y reforzado por un trabajo de concienciación de género.