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Secciones: Documentos, opinión, debate -  Cuba Socialista

Título: LA POLÉMICA DESATADA POR LOS DICHOS DEL ESCRITOR CUBANO LEONARDO PADURA

Texto del artículo:

CUBA

Intelectuales, imperialismo y revolución 

Resumen Latinoamericano reproduce este material para el debate de ideas que nos ha hecho llegar el compañero Atilio Boron. Nos parece útil en cuanto y en tanto detrás del sutil enfoque crítico de Padura (intelectual leído profusamente por algunos sectores de la progresía latinoamericana y muy arropado por el mundo editorial) caminan viejas y nuevas propuestas de enfrentar la Revolución Cubana y desviar sus contundentes definiciones ideológicas por el socialismo hacia una socialdemocracia edulcorada y a gusto del Imperio. A leer entonces y a sacar conclusiones sobre lo que dicen unos y otros.

 

Sobre una polémica desatada por la entrevista de Leonardo Padura 

concedida al diario La Nación de Buenos Aires.

Por Atilio A. Boron
Buenos Aires, 21 de Mayo de 2014.

Comparto a continuación las intervenciones de diversos intelectuales sobre las afirmaciones volcadas por Leonardo Padura en la entrevista que le concediera al diario La Nación (http://www.lanacion.com.ar/1687377-1687377). Como soy aludido en varias de ellas quisiera reiterar lo que dije en el comentario del día 11 de Mayo cuando leí el reportaje que le hicieran a Padura en Miradas al Sur (http://sur.infonews.com/notas/aqui-es-donde-mas-me-preguntan-por-cuba), un semanario que se encuentra en las antípodas de La Nación. En esa ocasión escribí a varios amigos que me interrogaron acerca del significado de mi crítica un mensaje por correo electrónico que decía lo siguiente: 

 

11.5.2014

 

Hola todas y todos: como recordarán, hice una crítica a la entrevista que Padura le concediera a La Nación de Buenos Aires. Hoy domingo aparece esta otra entrevista, en el semanario Miradas al Sur. La comparto con ustedes para su información.

 

Sigo sosteniendo lo que dije en mi nota anterior: no basta con decir que en Cuba uno "se demora 15 minutos en abrir una página en la web". Eso lo sabe todo el mundo pero es detener el análisis en lo meramente fenoménico. Falta la siguiente pregunta: ¿por qué ocurre tal cosa? Y la respuesta es clara y contundente: por el bloqueo informático al que ha sido sometida Cuba por el imperialismo norteamericano. Sin esta pregunta -y sin su correcta respuesta- cualquier crítico se convierte en una reencarnación de Jeremías, aquel profeta  hebreo de interminable lamentos y que auguraba las peores catástrofes para el pueblo judío. La historia demuestra que sus jeremiadas no impidieron que los judíos terminaran esclavizados por la teocracia del antiguo Egipto.

 

Con un fuerte abrazo,

Atilio


Leonardo Padura

 

A lo anterior agrego un par de comentarios, suscitados por la lectura del dossier preparado por Jorge Angel Hernández Pérez y los compañeros de Ogun Guerrero que mucho agradezco por su esfuerzo y que incluyo completo más abajo en este posteo.

 

Primero, para insistir en una premisa metodológica que señala que cualquier análisis de un país de América Latina y el Caribe, y muy especialmente de Cuba, es insanablemente desacertado si no toma en cuenta la inescindible unidad existente entre los procesos domésticos o locales –con sus yerros, limitaciones o imperfecciones de cualquier tipo- y las condicionantes internacionales que impone el imperialismo, que en el caso de Cuba asumen  con el bloqueo una duración y profundidad que no tiene parangón en la historia universal. Por lo tanto, cualquier análisis o evaluación de lo que ocurre en ese país, tanto de sus logros como de sus frustraciones, debe necesariamente integrar estos dos aspectos, cosa que Padura no hace y que fue lo que motivó mi primera crítica.

 

Segundo, para dejar bien sentado que cuando cierro mi nota publicada en Rebelión diciendo que “quien no esté dispuesto a hablar del imperialismo norteamericano debería llamarse a un prudente silencio a la hora de emitir una opinión sobre la realidad cubana” de ninguna manera puede interpretarse, como lo hace Arturo Arango, como una exhortación a silenciar toda crítica a la Revolución. Soy de los que cree, y una conducta seguida a lo largo de toda mi vida así lo certifica, que como tantas veces lo observara Marx sin crítica no hay revolución. En El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte escribe que 

“las revoluciones proletarias como las del siglo XIX se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado para comenzar de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos … retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: ¡Aquí está Rodas, salta aquí.” La crítica es la savia que mantiene viva a la revolución, pero para ser tal debe adoptar una perspectiva que permita entender a Cuba y su revolución como una totalidad concreta y multidimensional, en donde se anudan una multiplicidad de factores que son los que determinan su situación actual. Decir que no hay yogur en Cuba o leche en Venezuela no es una crítica sino un comentario (que puede o no remitir a una situación criticable), algo que carece del grado de elaboración intelectual que debe tener una crítica para ser considerada como tal. La crítica, vuelvo a Marx, es ir a la raíz de los problemas; el comentario, en cambio, se limita a constatar las apariencias.

 

Que Cuba necesita realizar muchos cambios -a la vez que preserva las conquistas históricas de la Revolución, que son innegociables- está fuera de discusión. He venido insistiendo sobre este tema desde los tiempos del período especial, en mis intervenciones orales y escritas, estas últimas reunidas en un texto publicado también en Cuba y que lleva por título Socialismo Siglo Veintiuno. ¿Hay vida después del neoliberalismo?  Que los intelectuales tenemos una enorme responsabilidad ante los desafíos que plantean estos cambios, tanto los intelectuales que viven en Cuba como los que desde fuera estamos totalmente identificados con la Revolución Cubana, también es indiscutible. Responsabilidad para señalar los errores y celebrar los aciertos; para mapear el escabroso terreno nacional e internacional por donde habrán de procesarse los cambios que hay que hacer, con quiénes hacerlo y quienes se opondrán a ellos. Para poner las armas de nuestra crítica al servicio de la construcción del socialismo. Y para esto nada más dañino que el silencio. El silencio de los de adentro pero también de quienes estamos afuera y que pese a no haber vivido todos esos años en Cuba, como de alguna manera nos lo reprocha Arturo Arango, también tenemos derecho a emitir opiniones sobre lo que pasa en Cuba y sobre cualquier otro país, sobre todo aquellos que, como Cuba, contra viento y marea marchan a la vanguardia en la construcción de un mundo mejor. ¿Cómo podríamos quedarnos en silencio, aún a riesgo de que nuestras opiniones puedan no ser del agrado de todos? Los intelectuales revolucionarios somos profundamente internacionalistas, como lo es Cuba, y eso nos autoriza a opinar, a disentir y a apoyar. Además, no está de más recordar que  quienes hemos apoyado invariablemente a la Revolución Cubana pagamos un alto   precio por ello. En el caso de la Argentina algunos lo pagaron con su vida; otros con la cárcel y las torturas y los más afortunados con el exilio que los puso a salvo de la barbarie. Más recientemente otros lo están pagando con persecuciones varias, desde la pérdida de sus empleos, crueles discriminaciones, injustas marginaciones de todo tipo e, inclusive, amenazas físicas. En suma, querido Arturo, estar al lado de Cuba y ser anti-imperialista en América Latina y el Caribe es una profesión peligrosa, a veces muy peligrosa en algunos países. Porque asumimos esos riesgos nos asiste el derecho para opinar y discutir sobre Cuba, su presente y su futuro. Cuba es el gran faro que ha iluminado la insurgencia de nuestros pueblos. ¿Cómo podríamos permanecer en silencio e indiferentes ante lo que allí ocurra?    

 
 
 

Leonardo Padura y la caja de Pandora

por Jorge Ángel Hernández Pérez

Miércoles, 21 de Mayo de 2014 03:36

 http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/88122-leonardo-padura-y-la-caja-de-pandora.html

 

La caja de Pandora destapada revela, eso sí, hasta qué punto, quienes nos proclamamos rotundos defensores de la libre expresión, y del ejercicio crítico, estamos dispuestos a entender las ramificaciones transversales de esa crítica libre.

 

Es difícil hallar una obra más orgánicamente crítica con la realidad del proceso revolucionario cubano que la de Leonardo Padura, antes y después de esa “verdadera paduramanía” que, según la periodista Astrid Pikielnik, se ha desatado tanto dentro como fuera de la Isla. Lo hallamos en su narrativa, en su periodismo y, además, en su casi siempre relegada ensayística. Y es Padura, también, uno de los pocos escritores cubanos que se ha sostenido ante los veleidosos embates del mercado sin sacrificar su calidad literaria. De ahí, pienso, que fuese precisamente él —o sea, su obra— quien marcara el hito del cambio de generación en el Premio Nacional de Literatura de Cuba.

Es lógico, por tanto, que aseveraciones tan fuertes y arriesgadas por parte de un autor de tal repercusión y prestigio, desaten diversos modos de respuesta y llamen a la necesaria polémica. Entre las numerosas reacciones desatadas, todas atendibles por una u otra causa, buena parte insiste en reincidir en ciertos patrones absolutamente dependientes de las codificadas conductas de la Guerra Fría.

Así, por un lado, hay quien lo acusa de socavar el proceso revolucionario cubano, al tiempo que le exigen incluir factores clave de las circunstancias de Cuba que se hallan fuera de su propia capacidad de decisión. En tanto, otros ven en las críticas, o en las no coincidencias con las ideas de Padura, una coherente y bien articulada reacción. Juan Carlos Tabío, por ejemplo, se pregunta si “la bronca” es personal, en tanto Arturo Arango, dando una vuelta decisiva a la rosca de la especulación, considera que se trata de una especie de venganza, desarrollada a través de una organizada conspiración contra Padura, por haber concedido el Premio Nacional de Literatura posterior al suyo (el correspondiente al 2013) a Reina María Rodríguez. Paradójicamente, el propio Arango acepta como de total limpieza y merecimiento, tanto el Premio Pablo Neruda como el Nacional de Literatura, que a la misma autora recién se les otorgaran. O sea, que se trata de una opinión dependiente del prejuicio de sospecha que defiende como ecuménico, e incuestionable, el juicio de valor personal.

El llamado de Atilio Borón a Leonardo Padura se centra, no obstante, en unir a esa fuerza crítica —que el Diario La Nación intenta presentar como “tolerada” y no como asumida por la propia dinámica de transformación del proceso revolucionario cubano— circunstancias insoslayables ajenas a ese mismo proceso, como el bloqueo estadounidense, condenado por sucesivas sesiones de la Asamblea de Naciones Unidas, en aplastante mayoría aun en las más difíciles circunstancias de las relaciones internacionales cubanas y, sin embargo, nunca eliminado. ¿Decir esto es ser oficialista y significa además dejarse tragar por las orientaciones del Partido? Callarlo, ¿no significa otorgar patente de corso a un poder hegemónico global, de concreta, objetiva —y no abstracta— imperialista expansión?

Como puede apreciarse con la simple lectura del breve texto del sociólogo argentino «Padura en Buenos Aires», su llamado al silencio —tan polémico como el modo de Padura de extender el desencanto a toda su generación—, se fundamenta en el condicional reconocimiento de lo que, desde el poder multiplicado, se invisibiliza y se desvirtúa, no en permitir que se use el bloqueo como tapadera de la ineficiencia burocrática. El comentario es explícito al respecto. Y es parte además del escenario de la lucha librada por Atilio Borón durante toda su existencia, aun arriesgando su carrera intelectual cuando defendió ideas que fueron prudentemente desterradas del canon de consenso intelectual global.

Rodríguez Rivera, por su parte, defiende la posibilidad de elección ideológica del intelectual, sin que se le descarte, justo, por una etiqueta militante. También él ha enfrentado posturas oficialistas que se pretendían representación revolucionaria canónica, con absoluta valentía y, más importante, en el dominio público. Se trata de un intelectual coherente con cuyas ideas, en efecto, no tienen todos que coincidir ciento por ciento. ¿Es por ello Rodríguez Rivera el ariete de una conspiración fraguada contra Leonardo Padura y, más allá, contra Reina María Rodríguez? ¿No es, entonces, un acto de reacción intelectual el hecho de considerar a estos autores punta de lanza de una conspiración articulada y coherente? ¿No pretende, clara y públicamente, Arturo Arango, que sea unánime, y hasta parametrado por el Premio Neruda, el criterio de considerar a Reina María Rodríguez la indiscutible Premio Nacional de Literatura de 2013?

Otros, demuestran la evidente ecuación que equipara el regreso a la normalidad de Cuba, deseada por Padura en la conclusión de la entrevista a La Nación, aunque, justo es decirlo, con reticencia, con el retorno a un capitalismo imprescindiblemente dependiente. ¿No es parte de la aceptación de los poderes globales asumir la alienación capitalista como un estado natural? ¿Por qué podría ser más aceptable la dominación de la ideología del mercado, que la dominación de un proceso de transformación revolucionaria marxista? De ahí que, del mismo modo que Padura elige, otros puedan hacerlo, incluso ajenos a supuestos mandatos de partidos políticos.

Hay, pues, y lo digo con las letras que considero analíticamente precisas, una profunda contradicción ideológica en este cruce reactivo de bombas y petardos. Y hablo de ideología como una parte imprescindible de la cultura, no como un patrón de propaganda doctrinaria. Lo aclaro para cuando venga la andanada que de oficialista me acuse. Y llamo, de paso, a asumir un poco más de seriedad intelectual a la hora de confundir obra con persona. Para seguir aclarando, y disponerme al cierre de este comentario que ya se va extendiendo demasiado, pienso que siguen sin aparecer las verdaderas aristas a profundizar, aunque algo se esboce por algunos, como lo hace García Borrero en su epístola de respuesta —pública— a Tabío y Arango, y, en ese mismo post, con meridiana lucidez, el comentarista Carlos Olmedo.

La caja de Pandora destapada revela, eso sí, hasta qué punto, quienes nos proclamamos rotundos defensores de la libre expresión, y del ejercicio crítico, estamos dispuestos a entender las ramificaciones transversales de esa crítica libre. No es difícil comprender hasta qué punto insistimos en hacer coincidir nuestros propios límites con los límites de extensión de la opinión pública y, sobre todo, de los cánones de percepción ideológica. Y ello, a partir de la más libre elección personal, sin que medien orientaciones espurias de ninguna índole.

He recogido el Dossier de la polémica en Ogun guerrero, para que puedan confrontarse todos los trabajos. (Tomado de Ogún Guerrero) (Ese dossier se incluye a continuación)

                                                                               
 
 
 
 
 
 

Padura entrevistado para La Nación

Leonardo Padura y la caja de Pandora ?

Con el Dossier “Padura” al hombro

Publicado en mayo 20, 2014de ogunguerrero

Jorge Ángel HernándezDescripción: Dossier
Los cubanos somos apasionados por naturaleza, lo que otros consideran delirante, para nosotros es pura rutina. No se trata de una especie de excepcionalidad provocada luego del triunfo revolucionario de 1959, sino de algo que se halla en la naturaleza misma del comportamiento. Cuando los libros de Leonardo Padura aparecen a la venta, las colas son masivas y parece que es carne de res a precios ganga lo que se está vendiendo. Un tiempo atrás, en Casa de las Américas, hubo disgustos de la población porque no todos alcanzaron a comprar sus libros.
Ahora, de golpe y porrazo, se ha desatado una polémica a partir de señalamientos concretos del sociólogo argentino Atilio Borón sobre su entrevista al Diario argentino La Nación, y de un llamado que sobre el mismo texto hiciera el intelectual cubano Guillermo Rodríguez Rivera. Los paduramaníacos más apasionados se han lanzado al ruedo, con aristas diversas de reacción, en tanto los defensores de la Revolución cubana también han considerado prudente intervenir.
Así, el Dossier se hace extenso y un tanto intransitable. He hurgado con paciencia, entresacando los trabajos, tanto de la andanada de correos, como de las varias direcciones a las que remiten los diversos textos, para ver si al menos se ordena la cosa y, entre tanta referencia no referenciada, sabemos de qué se habla en realidad y porqué, en verdad, se reacciona.
Este es el índice de lo que a continuación arrastro:
1. Leonardo Padura: “La realidad cubana es demasiado peculiar para explicarla con prejuicios a favor o en contra”, La Nación, Domingo 04 de mayo de 2014
2. Padura en Buenos Aires x Atilio Borón, Rebelión, 06-05-2014
3. Padura, la literatura, el compromiso x Guillermo Rodríguez Rivera, Rebelión, 12-05-2014
4. JUAN CARLOS TABÍO Y ARTURO ARANGO A PROPÓSITO DE LOS RECIENTES CUESTIONAMIENTOS A LEONARDO PADURA, Blog Cine cubano la pupila insomne, mayo 17 de 2014
5. Respuesta de Guillermo Rodríguez Rivera, Segunda cita, 15 de mayo de 2014
6. A los vigilantes del dogma x Juan Antonio García Borrero, Blog Cine Cubano la pupila insomne, 18 de mayo de 2014.
7. Padura: Ser o no ser, esa es la cuestión x Orestes H., Rebelión, 13-05-2014
8. “Aquí es donde más me preguntan por Cuba”, entrevista a Leonardo Padura x Guillermo E. Pintos, Miradas al Sur, Año 7. Edición número 312. Domingo 11 de Mayo de 2014.


La Nación, Domingo 04 de mayo de 2014 | Publicado en edición impresa
Entrevista con
Leonardo Padura: “La realidad cubana es demasiado peculiar para explicarla con prejuicios a favor o en contra”
En vísperas de su llegada al país, el escritor y periodista cubano matiza las miradas elogiosas y críticas sobre su país, y afirma que la apertura está cambiando la vida social en la isla
Por Astrid Pikielny | Para LA NACION
Dice que la escritura fue su tabla de salvación, que lo rescató de la locura y la desesperación en los años noventa cuando la crisis de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) arrasó las promesas y los sueños de la utopía socialista y sumergió a Cuba, su patria, el país en el que vive y al que vuelve después de sus múltiples viajes al exterior, en una crisis inimaginable.
Leonardo Padura, el periodista y escritor que cautiva a miles de lectores en todo el mundo y que ha desatado una verdadera “Paduramanía”, que escribe en Cuba sobre Cuba y que no ahorra críticas demoledoras a esa utopía trunca en sus múltiples novelas y trabajos periodísticos escritos para una agencia de noticias internacional, lo dice pausada y cálidamente, desde la isla, en una conversación telefónica pautada en vísperas de su llegada a la Argentina.
El sábado próximo presentará, en la Feria del Libro de Buenos Aires, El viaje más largo (Capital Intelectual- Futuro Anterior), un libro que compila crónicas periodísticas escritas en los años ochenta y noventa, que conforman una travesía por la identidad cubana a través de algunos momentos, hitos y personajes.
Esos trabajos, escritos en un momento singular para el periodismo cubano -que dio lugar a la experimentación y al vuelo literario-, hoy sorprenden por su vigencia y la calidad de la escritura.
“Los escribí pensando en textos que no murieran con su publicación y que tuvieran una existencia un poco más dilatada. Me agrada mucho que esos trabajos escritos hace tantos años se publiquen, se editen y se estudien en las escuelas de periodismo como una forma de utilización de las técnicas narrativas, del lenguaje, del oficio literario”, relata.
Después de ese paréntesis creativo en la historia del periodismo cubano, en los años 80, Padura explica que hubo un retorno a una prensa “politizada y utilitaria” que presenta “una imagen edulcorada del país”. Autor de El hombre que amaba a los perros – una novela sobre Trotsky y su asesino, Ramón Mercader- y una saga de novelas policiales que tienen por protagonista al ya célebre detective Mario Conde, Padura reconoce en Conde una suerte de alter ego, atravesado por la nostalgia, el desencanto y la desilusión de esa revolución que no fue y de ese futuro prometido que no llegó como lo esperaban.
-De todas las herramientas de trabajo usted ha elegido la palabra. ¿Por qué?
-Seguramente porque fui incapaz de ser un buen jugador de béisbol, y porque habría sido un desastre si hubiera intentado hacer alguna labor manual, la que sea, o porque no tengo vocación para el espectáculo y por lo tanto no podría ser actor ni político. En fin, porque es lo mejor que sé hacer, creo que lo único que sé hacer, y la palabra es la reina de la comunicación: existió antes que la literatura y va a existir después de la era digital. Y la palabra me dio esa posibilidad de satisfacer lo que se convirtió en una necesidad: comunicar algo.
-¿Comunicar qué?
-Las más disímiles actitudes, realidades, sentimientos. Cuando uno escribe literatura o periodismo tiene que preguntar para qué lo escribe. Y muchas veces la respuesta a esa pregunta está en un pequeño detalle de la vida cotidiana o en un gran acontecimiento. Depende de muchas razones que no siempre son las mismas. A veces veo a una persona y eso me da pie para crear un personaje literario o escribir una crónica periodística, pero siempre tratando de que eso tenga una dimensión dentro de la sociedad que yo vivo y me permita comunicar una historia de esa sociedad y le permita al lector, identificarla.
-De todas maneras, su caso es atípico: vive en Cuba, escribe sobre Cuba y sus textos periodísticos y literarios no se publican en Cuba, sino en otros países.
-Es cierto. Es una situación extraña: hacer periodismo sobre una realidad y que dentro de esa realidad no tenga un efecto o una relación directa con las personas que la conforman. Pero hay una relación indirecta; de una forma u otra, muchos de esos textos circulan y se leen bastante en Cuba. Tanto que con muchísima frecuencia me encuentro con personas que me hablan de un texto mío que escribí hace dos años como si lo hubiera escrito la semana anterior, porque fue entonces que lo leyeron. Y tanto circulan en ese medio alternativo que últimamente me ha ocurrido algo que no es extraño pero tampoco es agradable, y es que determinadas personas han puesto a circular textos como si los hubiera escrito yo, pero que no son míos.
-¿Cómo se combaten las propias limitaciones, los propios obstáculos a la hora de escribir?
-El mío es trabajar mucho. Escribo varias versiones de mis novelas. La escribo, la reviso, la doy a leer, la vuelvo a escribir, la vuelvo a revisar, la vuelvo a dar a leer, la vuelvo a reescribir y así hasta llegar a un punto en que esté conforme con lo que he escrito. El resultado de mi trabajo es un empecinamiento, una lucha por tratar de decir del mejor modo posible lo que quiero decir. Y esa es también mi actitud con respecto al periodismo. Ahora mismo estoy escribiendo un reportaje que explique qué cosa es la vida en Cuba. Lo he comenzado cuatro veces y todavía no estoy conforme.
-Pero escribe en Cuba sobre Cuba. ¿Eso no facilita la escritura?
-El problema no es tener la experiencia. Muchas personas tienen la experiencia, pero no tienen la capacidad de comunicar esa experiencia y de hacerlo de la mejor forma posible. Y eso se logra únicamente con mucho trabajo.
-¿Cuánto hay del desencanto, del escepticismo, de la desilusión de su personaje el detective Mario Conde en Leonardo Padura?
-Hay mucho. Hay una relación muy estrecha entre el personaje y yo. Mario Conde en la novela es mi forma de expresar la realidad cubana. Son los ojos míos para ver la realidad. Mario Conde es un hombre típico de mi generación que arrastra la nostalgia, el desencanto, las esperanzas perdidas, las ilusiones todavía existentes de mi generación y a través de él yo he conseguido poder expresar mis propias relaciones con la realidad que se ha vivido y se vive en Cuba.
-A cincuenta años de la revolución cubana, se advierte hoy esa promesa que no fue, ese anhelo trunco.
-Sí, tiene que ver con las promesas no realizadas. Yo recuerdo que se hablaba mucho del futuro, de un futuro que llegaría en algún momento y cuando ese futuro llegó, no trajo esas promesas que nos habían hecho. Más bien por el contrario, fue esa década del noventa en que mi generación está su momento de primera madurez y apogeo y nos sorprende una crisis que paraliza al país y que fundamentalmente paraliza a las personas. No hubo muchas posibilidades de desarrollo. Yo tuve la suerte de que mis posibilidades de expresión estaban en la literatura y que en esos años la literatura me salvó de la desesperación y de la locura. Escribí y publiqué muchísimo, y esa fue mi tabla de salvación en una situación material muy complicada para la vida de las personas y para el país en general.
-Usted participó de esa “primavera” del periodismo. ¿Se podría hablar de un interregno?
-Fue un paréntesis muy especial en el desarrollo del periodismo cubano, en el que hubo una serie de condiciones, como se dice habitualmente, objetivas y subjetivas que permitieron hacer un periodismo diferente. Y como en casi todo, lo importante es estar en el lugar correcto, en el momento adecuado. Y a mí me sorprendió en el lugar correcto, en el momento adecuado y pude hacer ese tipo de periodismo.
-Después de ese paréntesis se volvió a una prensa “politizada y utilitaria”, como usted mismo la definió. ¿Qué lugar ocupa ese tipo de prensa? ¿Se lee?
-Tiene un lugar preponderante en la sociedad cubana en la medida en la que es la única prensa que circula de manera oficial. Lo que ocurre es que la credibilidad de esa prensa es mucho menor de la que debería tener. Hay un chiste un poco macabro en Cuba que dice “cuando quieras conseguir comida, o leche o lo que sea, búscalo en el periódico o en el noticiero de televisión”. Ese periodismo es una imagen edulcorada del país y la gente la asume con esa distancia.
-¿Por qué cree que después de la década del 80 el periodismo cubano no volvió a experimentar innovaciones como aquellas de las que usted fue parte?
-Porque en la década del 90 prácticamente desaparecieron los periódicos y revistas cuando dejó de llegar el papel que enviaba la URSS. Sin ese soporte, era imposible hacer periodismo, y sólo quedó espacio para la propaganda oficial, salvo alguna que otra excepción en las publicaciones culturales que con mucho esfuerzo sobrevivieron. Después, a finales de la década del 90, comenzó a haber una recuperación de espacios físicos, pero se mantuvo la evidente regresión en los espacios de creación, información y análisis, por lo que fue imposible soñar siquiera con aquel periodismo literario de los años 80. Se utilizó la prensa como mecanismo de propaganda estatal y no hubo ese espacio de libertad. Hoy, con espacios alternativos -revistas, blogs- existe un periodismo diferente, pero muy poco divulgado, y por lo tanto, con efectividad limitada. Lo mejor de la prensa cubana de hoy está en los análisis, en los artículos periodísticos, los fuera de la prensa más oficial.
-¿Se puede hacer “periodismo militante”? ¿En qué medida el militante se traga al periodista?
-Se lo traga completo. El militante obedece al Partido. El Partido decide y manda. El periodista entonces desaparece.
-¿Qué errores o distorsiones se cometen cuando se mira a Cuba desde afuera? Me refiero a los que tienen una mirada idealizada de Cuba o a los que ven en ella a una dictadura feroz.
-Conocer una realidad como la cubana es un desafío. Resulta demasiado peculiar, singular, sin paralelos como para poder entenderla por comparación u oposición, o para intentar explicarla a partir de un par de prejuicios, a favor o en contra. La realidad cubana muchas veces toca el absurdo, diría que es una realidad que en ocasiones se convierte en irreal. Por eso la premisa más importante para intentar una interpretación de la realidad y la vida cubana es vivirla, pues sólo así se puede empezar a entender algo, aunque nunca se entenderá todo. Yo vivo en Cuba y escribo sobre lo que veo, conozco, sé, experimento. Nunca intento hacer suposiciones y por eso me molesta tanto que me pregunten mis predicciones sobre el futuro de Cuba. Hablo de la realidad concreta, tal y como yo la veo, pero sin deformar esa realidad. Por eso creo que puedo escribir sobre Cuba viviendo en Cuba y dar una imagen que si no es la realidad, sí se parece bastante a ella.
-¿Cómo definiría su posición dentro de Cuba? ¿Un crítico tolerado? ¿Cómo ha construido y defendido ese espacio de autonomía e independencia que tiene usted allí?
-Soy un escritor independiente y un periodista que no vive de ese oficio, pero que no deja de practicarlo, aun cuando mi trabajo de los últimos casi 20 años se haya publicado más fuera de Cuba que en Cuba. No sé si soy tolerado, si alguien lo pensó y me dio esa categoría, lo que sí sé es que he podido hacer mi trabajo reciente sin que nadie me moleste. Aunque, claro, pago el precio de que mi periodismo no se divulgue en Cuba, que la gente tenga que leerlo de manera aleatoria, cuando alguien reenvía por correo electrónico alguna de mis crónicas. Pero es un precio que pago con agrado, a cambio de libertad.
-¿Cuán profunda es la “apertura” económica, política y social que se está difundiendo fuera de Cuba últimamente?
-No sé si es profunda, creo que no, pero es una apertura con algunos elementos interesantes que están moviendo aspectos de la vida económica y social cubana, aunque sea de manera muy tímida. Hoy son más las personas que viven en el país sin depender del Estado, son más las que viajan al extranjero y se quedan o regresan, más los que obtienen mejores dividendos por su trabajo, y eso es importante, da movilidad a la estructura social y, a la larga, dará movilidad a la estructura política. En la vida intelectual, por ejemplo, la relación de los independientes con el Estado es ahora sobre todo fiscal, pero no hay que pedir permiso para viajar a un sitio, publicar, exponer o actuar, hacer una obra personal comprometida con el arte y no con las instituciones. Aunque falta mucho por ganar, sobre todo en el mundo de los medios.
-Me gustaría una definición suya sobre el régimen cubano.
-Sucede en este caso lo mismo que en otros, en los que se trata de explicar a Cuba a partir de modelos establecidos (o pre-establecidos) que no consiguen expresar la peculiaridad del caso cubano. Cuba es un país donde existe una trinidad de poder: el Estado-Gobierno-Partido (único) ejerce el poder a través de la misma persona y confunde sus atribuciones, las mezcla, las une. Incluso, se identifica esa trinidad con otro binomio, el de patria-nación, y el resultado es un quinteto de elementos reales y abstractos reunidos en un solo poder. Cuba es verdaderamente socialista, al estilo siglo XX, y su estructura política es típica del sistema, con elecciones y legislaciones que responden a esa estructura. Cuba es simplemente un país donde gobierna un partido único con un líder máximo que es a la vez presidente del consejo de Estado y del consejo de ministros, o sea el gobierno.
-Usted habló de un futuro que no llegó como lo esperaban. ¿Cómo le gustaría que fuera Cuba en un futuro? ¿Qué país anhela?
-¡Esta es la pregunta que nunca me deberían hacer! Todavía no tengo la bola mágica. Y como anhelo. pues anhelo la normalidad. Un país que sea normal, no excepcional.

Tomado de: http://www.lanacion.com.ar/1687377-1687377

 

Padura en Buenos Aires
Atilio Borón
Rebelión, 06-05-2014

¿Cómo es posible que los fracasos o distorsiones de la revolución, que según Padura provocan “la nostalgia, el desencanto, las esperanzas perdidas” de una sociedad puedan ser señaladas sin decir una palabra sobre el imperialismo norteamericano y su criminal bloqueo de 55 años a Cuba?


Tengo un gran respeto por Leonardo Padura, que ha escrito algunos textos notables (y polémicos)como “El hombre que amaba a los perros.” En los próximos días presentará en la Feria del Libro de Buenos Aires su más reciente obra: “El viaje más largo”, una crónica sobre la Cuba de los años ochenta y noventa del siglo pasado. Hoy, Domingo 4 de Mayo, el diario La Nación de Buenos Aires publica una larga entrevista con este autor y en la cual ofrece un balance muy negativo sobre la Revolución Cubana. Obviamente, cualquier proceso histórico tiene aciertos y errores, logros y fracasos. El problema con Padura es que los primeros no aparecen en su diagnóstico sobre aquellos años, durísimos sin duda, del “período especi

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