CUBA SOCIALISTA 

Cuba y la Libertad Literaria del Escritor
 
por Enrique Portilla Fuentes Enviado especial
LA HABANA.- Saben de mercados, de negociación con las editoriales, de agentes literarios. La convivencia con esa forma dominante de difusión editorial fue de rápida asimilación. Publican en México, Argentina, Colombia, España. Son traducidos. Los tiempos en que Editorial Globo iba a la isla y compraba los derechos de una novela por 100 dólares ya pasaron. También pasaron los años en que se ponía en la contraportada de los ejemplares “Es miembro de la UJC”.

Son nacidos en los 60 y 70, no tienen deudas ni traumas históricos con la Revolución; cuando nacieron ya estaba ahí, en su paisaje. La mayoría viaja, viven en Cuba por opción propia, escriben sobre la cuidad, sobre lo oscuro de la urbe en una búsqueda de referente y de alma.

En La Habana hay polémica, y la lista de los escritores que vienen a México no acaba de convencer a todos.

Se quejan de la composición de la delegación que asiste a la FIL, sobrecargada -d! icen- de autores de generaciones pasadas y con pocos jóvenes. “No van todos los que deberían ir”.

“Un escritor reconocido, como Reinaldo González, va con una novela de reciente aparición, el resto son obras escritas hace 30 años, y eso no es lo que se escribe hoy en Cuba”. Nos molesta este hecho, y yo lo voy a decir en la FIL y donde sea, exclama Amir Valle (1967), autor de tres libros de cuento, dos novelas, dos volúmenes de ensayo y uno de crónicas.

“Mi objeción es literaria, pues, si cuando vienen los editores extranjeros a buscar escritores se llevan a los de esta generación; si todos los premios extranjeros importantes los están ganando gente de esta generación, no se puede priorizar a otra. Creo que no se necesita promover a Cintio Vitier ni a Antón Arrufat ni a César López. Tienen derecho a estar en la FIL, pero también lo tienen otros, más jóvenes”.

Valle abunda: “Es como si el invitado fuera Colombia y no llevara a Santiago Gamboa o a Mario Mendoza o a José Fr! anco; o como si el invitado fuera México y no llevara ni a Volpi ni a Bellatín, e invitaran a Monsiváis y a Fuentes. Esa gente ya tiene un espacio en la literatura. Porque no olvidemos que las ferias son un espacio de promoción”.

--Es notoria la incursión, en los años 90, en los temas de la marginalidad, especialmente en la narrativa de La Habana.

Es una de las tendencias con que inició la promoción de los 90. A principios de los 80 se generó una tendencia -la anterior a la nuestra-- que la crítica llamó “sinflictiva”, venía luego del periodo gris de los 70, de la represión en contra de los intelectuales. Y los autores de esa promoción, como Francisco López Sacha, Luis García Méndez, Arturo Arango y otros, respondieron que tenían que deshacerse de la presión que ejercía en la generación anterior la autocensura, que debían liberarse de esos dogmas para proyectarse.

Nosotros conocimos como referencia ese periodo, pero no lo vivimos como escritores, entonces se empezaron ! a tratar temas de la realidad cubana que no aparecían en los medios oficiales ni en la literatura que se publicaba, como por ejemplo la otra cara de la guerra, la marginalidad, la drogadicción, la prostitución.

A fines de los 80 se crea en La Habana el grupo El establo, que eran roqueros y que, por supuesto, van decantándose posteriormente cada cual en su estilo y madurez. En mi caso, llegué de Santiago a un barrio marginal de La Habana y me di cuenta que allí tenía toda una cantera de realidad para mi ficción.

Incluso, después de nosotros hay escritores, muy jóvenes, que adoptan también el tema de la marginalidad, pero ya desde un existencialismo de la realidad cubana en el que ésta ya no importa y lo que importa son sus personajes. No les importa ni siquiera el entorno social en el que sus personajes se mueven, crean marcos ficticios, mundos independientes, en una increíble gama de matices.

Muchos de nosotros empezamos a escribir porque teníamos posibilidad para hace! rlo y queríamos decir lo que no aparecía en la televisión ni en los periódicos, una especie de grito de una generación. Un crítico decía que nuestro grito buscaba la Cuba real, no la ficcional.

--¿El cuento toma la ventaja e la última década?

No sólo en la última década, sino que históricamente, la poesía y el cuento han estado delante, incluso de la novela. Muchos escritores de primera línea tienen una buena novela, pero tienen al menos 10 o 12 buenos cuentos. Incluso en un ámbito de pertenencia latinoamericana, los avances en Cuba son mayores en la poesía y el cuento que en la novela.

Un segundo factor viene a principios de los 90, cuando hubo una contracción editorial severa. Los editores nos decían: es que estamos aceptando libros de hasta 80 cuartillas.

Otra característica que tampoco se puede separar, es que Cuba empieza a competir en el mercado internacional del libro. Se abre la perspectiva de que novelas cubanas, editadas en Cuba, puedan venderse en el extra! njero. Las editoriales cubanas publicaban novelas, pero no tenían colecciones de novela sino hasta 97-98.

Por otra parte, los escritores consagrados, que antes escribían teatros y otros géneros, incursionan también en la novela, y eso coincide con nuestra madurez. Es decir, el contexto ya se prestaba para escribir novela, y eso hicimos.

Todo funciona en torno a las coyunturas, aunque sí pueda decirse que Cuba es una isla de poetas y de poesía por tradición, más que de novela.
Cuando el Estado permite que, sin grandes traumas como en otras épocas, los escritores cubanos publiquen en el exterior, cuando se abre esa libertad, las leyes del mercado empiezan a introducirse en Cuba. Yo tenía tres colecciones de cuentos, pero las editoriales extranjeras me dijeron que lo que querían era novela, entonces, aunque éramos básicamente cuentistas, nos vimos un tanto obligados, y eso nos pasó a muchos.

Escribir en Cuba

“Yo vivo aquí porque aquí está la materia de lo que ! escribo; escribo sobre mi barrio y necesito un grupo de circunstancias que están acá. No puede obligarse a alguien a asumir una posición por vivir en Cuba, debe respetarse esa libertad. El que quiera creer en Fidel que crea, cuando yo nací él ya estaba ahí, punto. La idea es buscar el diálogo, ya no la rabieta ni la intolerancia. Podría incluso decir que la intelectualidad literaria cubana está por encima de muchos criterios políticos que se quieren imponer. Soy un periodista que, como no estoy de acuerdo con el periodismo que se hace en mi país, decidí abandonarlo, pero respeto tanto al que crea en el más absoluto comunismo como al que crea en el más absoluto capitalismo. Yo quiero que me respeten como escritor”.

“Tengo una obra inédita, porque me ha dado la gana, pues he recibido ofertas aplastantes. Se trata de la prostitución en Cuba, una investigación de cinco años, que abarca desde las primeras prostitutas que llegaron con Colón hasta estas últimas, de cómo la prosti! tución no desapareció de este país nunca, de cómo la Revolución quiso eliminarla por decreto pero sólo la transformó, igual que no pudo con el tema del racismo. Me han ofrecido mucho dinero del exterior, pero comprometen políticamente el libro, entonces seguirá inédito hasta que se publique sin manipulaciones políticas y como un fenómeno sociológico de cualquier sistema”.

“Por supuesto que hay algunos que no quieren dialogar. Reinaldo Arenas dejó dicho en su testamento que no publicaría en Cuba mientras estuviera Fidel. O el caso de la antología de los mejores cuentos cubanos del siglo, en el que se consultó a Cabrera Infante y el se negó a aparecer en la compilación. Son opciones respetables, pero eso no tiene que ver con literatura”, agrega Valle, y puntualiza:

“Tal vez, nosotros, por no haber vivido el trauma, nos desubicamos, porque hubo vidas que se perdieron, carreras literarias que se vinieron al piso, eso lo sabemos”.

El Quinquenio Gris

¿Censura? Siemp! re hay formas de censura, dicen los poetas Ismael González y Rito Ramón Aroche, “si antes había temas intocables, ahora hay mecanismos que lentifican la publicación, a veces tardan dos años en aparecer”.

Pero en terreno de censuras, nada supera a la década del 70; el crítico Ambrosio Fornet nombró a ese periodo el “quinquenio gris” -signado por una abismal desconfianza política hacia la intelectualidad-, aunque todos coinciden en que se extendió a toda esa década. Y la censura funciona: esa fue la década más árida en cuanto a creación. “Un cuerpo amorfo de lo que hoy, no sin tristeza, podríamos llamar literatura cubana de los 70”, afirma Roberto Zurbano, escritor y crítico.

Amir Valle apunta: “Visto en la óptica de la más pura pragmática, el despegue de la crítica cubana de arte y literatura, fue un profundo y casi fanático reflejo de los movimientos ideoestéticos implantados por la intelectualidad política dirigente”. El escritor añade que, “la continuidad de esta impla! ntación de conceptos como dogmas dentro de la cultura nacional, debido al intento de administrar las formas artísticas, propició que el politicismo, el panfleto y la mala literatura ofrecieran una imagen esquemática y monocorde de la realidad cubana”.

Zurbano señala además, sobre los años 70, que “las reflexiones y polémicas sobre la realidad inmediata del país sólo fueron asumidas por el discurso político, e incluso muchos problemas culturales llegaron a ser analizados a través de un prisma excesivamente politizado, eludiéndose -irresponsablemente- el análisis específico y autorreflexivo que debió realizar el discurso cultural sobre sus propios problemas”.

Los pasos de la Novela

¿Qué sería de Cuba sin su novela?, se preguntaban muchos hace algunos lustros. Pero novela ahora implica un remplazo: el cuento. Se hacen novelas, pero más se hace cuento, “va años adelante en su desarrollo; es la forma más promisoria, masiva casi”, dicen varios. No todos están de acuer! do: “La poesía siempre será el género de punta en esta isla”, dicen otros.

Puede aventurarse la hipótesis, en términos de identidad, de que el péndulo de la cubanía oscila en la posesión o no de la nacionalidad. Perderla para renacer; conservarla para recrearse. Un ángulo más que simétrico, con todos los bilaterales abanicos de ánimos que ha comportado. Signos perpendiculares, al fin, en una misma línea de tiempo.

Por eso la FIL 2002 tiene algo de Concilio, como los vaticanos con sus tendencias, como algo reminiscente de una ONU en su idea original del concierto de naciones. Se trata de una literatura que se hace, que se está haciendo, que existe. Habla de otras cosas, fuera de los muchos paradigmas excluyentes, anacrónicos ya para casi todos. Y si una lección hay en lo joven que se escribe en La Habana o en Pinar del Río o en Santiago, parece ser algo así como una voz con el sello de una innovadora tolerancia. Gente que diverge, que disiente crecientemente de todo dogm! a que no sea el dogma de la propia literatura.

Y a pesar de la ventaja del cuento en la producción literaria cubana, en el sismo narrativo que operó en los 90, otro contingente de escritores muy jóvenes se han ganado buen número de concursos nacionales e internacionales de novela. Son materiales sustentables, sustancias que pretenden universalidad en sociedades cada vez más asimiladas y globales.

Existe una veintena de narradores, nacidos también después del 60 y que cuentan con dos o más novelas publicadas. Los análisis de este fenómeno señalan a menudo dos causas. Por una parte la influencia del mercado editorial internacional y su interés en la obra de escritores cubanos que producen dentro de este género y, por otra, lo que algunos investigadores han dado en llamar “la fiebre de fin de siglo”, que sitúa en los años finales de cada centuria vivida hasta hoy por la humanidad un brote de creatividad precisamente en el campo de la novela.

Y si la realidad, como dice Ju! lio Ortega, actúa en la definición de la novela en tanto “un discurso de restituciones”, habría que explicar por qué la literatura cubana ha estado siempre apegada a la vida social del país, lo que no ha pasado en otros países en que casi la literatura va por un lado y la vida social por otro. Aquí, desde Espejo de paciencia (1608), de Silvestre de Balboa, hasta la actualidad, pasando por todos los grandes grupos literarios y todos los movimientos intelectuales, ha habido un entrecruzamiento muy fuerte entre las literaturas y las realidades sociales de cada época.

El mismo Ortega da un buen ejemplo de ello y de la permeabilidad de la semiótica discursiva de la literatura internacional, a partir de un hecho de la realidad cubana: “Si la iconografía de la migración tenía al sujeto centroeuropeo como su emblema, revestido de invierno y cargado de valijas; tiene ahora como héroe desvalido al desnudo balsero cubano”.

Mientras, desde el extraño balcón de las utopías llega un e! co paciano en la pluma del poeta Cintio Vitier, premio Juan Rulfo 2002:

El heroísmo es la sustancia del hombre,
la sustancia del hombre es sufrir con los hombres.
El heroísmo no es otra cosa que saber
que la indecible soledad es la comunidad inmensa

Tomado de: Editorial Poetas Antiimperialistas de América

www.poetas.com


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