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Naturaleza de la contrarrevolución burocrática

El socialismo irreal

Juan Carlos Venturini

Revista Alfaguara (Uruguay)

1- Introducción: ¿Qué queremos discutir?

El derrumbe de la URSS y de los estados burocráticos de Europa del Este, sistemas a los que por una ironía de la historia se les denominó "socialismo real", ha replanteado todos los problemas de la revolución y de la transformación social.

Una primera consecuencia evidente de este derrumbe ha sido el fortalecimiento de la burguesía mundial y su sistema de explotación. El capital puede exhibir a los ojos de las más amplias masas del mundo, que ha sido la movilización popular tras las reivindicaciones de la democracia, de las libertades políticas y de la economía de mercado, la que ha terminado con estos regímenes, y no una invasión o acción contrarrevolucionaria directa.

La vieja discusión y controversia sobre la naturaleza de la URSS se replantea con fuerza y con nuevas urgencias. Para los trabajadores de todas las latitudes, la comprobación de la naturaleza despótica y totalitaria del régimen instaurado en la URSS, fue un poderoso factor de desmoralización y confusión durante décadas. Esta constatación se trataba de mitigar con diversas teorías que, a la postre, resultaron inconsistentes.

Una de ellas expresaba que ese carácter dictatorial era un mal necesario para lograr la "construcción del socialismo" en un país tan atrasado como Rusia. Para "alcanzar y superar" al capitalismo era necesaria, se decía, la coerción política y la ausencia de libertades. Esta idea fue desarrollada no sólo por el aparato internacional oficial del estalinismo representado por los partidos comunistas subordinados a la orientación del Kremlin, sino por numerosos "amigos de la URSS" que, al margen de diversos matices críticos, acompañaban la experiencia de este "socialismo realmente existente". Esta concepción predicaba que el desarrollo económico de la URSS llevaría tarde o temprano a la democratización del régimen y, en consecuencia, que toda acción o movilización política contra la aristocracia gobernante le hacía el juego objetivamente al capitalismo.

Otra teoría mucho más sólida y fundamentada fue la elaborada por Trotsky y defendida por muchos de sus continuadores. Trotsky hace una separación drástica entre la base o estructura económica de la URSS a la que caracteriza como socialista por tratarse de una economía estatizada y planificada, y la superestructura política, en donde la clase obrera ha sido despojada del poder político por una casta burocrática salida de su seno. Estos dos factores coexistentes lo llevan a caracterizar a la URSS como un estado obrero burocratizado o degenerado. La solución debía provenir de una nueva revolución "política", no social, que restaurase la democracia de los soviets.

Aunque se situaban en las antípodas, estas dos visiones extremas y la enorme variedad de posiciones intermedias, tenían en común el minusvalorar el fenómeno contrarrevolucionario del estalinismo y en fabricar una ilusión "optimista" de la evolución mundial. Con errores, con males necesarios, o directamente con crímenes, se decía que el "socialismo" avanzaba en el mundo y el capitalismo se replegaba.

El derrumbe de la URSS y de los estados burocráticos de Europa oriental ha tirado por tierra todas estas ilusiones. Al factor de desmoralización que significaba la asociación de la perspectiva socialista con el totalitarismo estalinista, hoy se le suma la constatación de que su liquidación ha derivado en un proceso de reinstauración capitalista y no en la regeneración del socialismo.

La discusión del destino de la revolución rusa es más importante que nunca para reconstruir la perspectiva socialista y comunista.

La hipótesis de trabajo que trataremos de demostrar es que la derrota de la revolución rusa empezó a perfilarse tempranamente ya a comienzos de la década del 20. Las dificultades inauditas que enfrentó el gobierno de los soviets, por la derrota de la revolución en Europa, empujaron y potenciaron toda una serie de errores importantes en la dirección bolchevique que favorecieron la temprana burocratización del régimen. Esta reacción burocrática se consolida definitivamente a partir de 1928 en una verdadera contrarrevolución burocrática que da lugar a una nueva formación social, alejada tanto del capitalismo como del socialismo. Surge una nueva clase social dominante que explota a los trabajadores a partir de su control del estado y del aparato productivo e institucional.

La envergadura de esta contrarrevolución, desde el punto de vista de la clase obrera, fue tal, que los trabajadores perdieron no sólo el poder, sino hasta los más elementales derechos de asociación y de expresión. Como lo señalara correctamente Trotsky, el régimen estalinista era comparable en ese sentido al fascismo.

Más aún, no se trataba de una sociedad poscapitalista (con un mayor o menor grado de deformaciones) como se dijo tantas veces. Una especie de estación de ferrocarril no deseada, molesta, en el largo viaje hacia la tierra prometida del socialismo. No. La URSS estalinista consolidada a partir de la contrarrevolución de 1928, introdujo rasgos políticos y sociales regresivos, característicos de antiguas formaciones precapitalistas. Se estableció una nueva clase social dominante  sobre la base del lugar ocupado en el aparato estatal totalitario. De allí se derivaban extendidos privilegios, perfectamente establecidos y reglamentados, y progresivamente incrementados a medida que se ascendía hasta la cúspide de esta verdadera "nomenklatura". Podemos encontrar antecedentes de este tipo de organización político - social en el viejo estado chino de las dinastías, o en las antiguas teocracias comunitarias de regadío del imperio incaico o del valle del Nilo.

La asociación de este monstruoso estado totalitario con la perspectiva socialista y comunista ha sido la gran mentira del siglo XX. Mentira, generosa e interesadamente alimentada por los dos grandes contendientes de la "guerra fría": la burocracia estalinista y la burguesía mundial.

Para la burocracia, esta asociación entre su estado y la perspectiva socialista era fundamental para la defensa de sus intereses. Al presentarse a los ojos de los trabajadores como representante oficial del único "socialismo" posible, como "patria socialista", como retaguardia segura de toda la lucha anticapitalista, la burocracia estalinista lograba la justificación de sus crímenes y atrocidades. Cualquier denuncia, cualquier lucha antiburocrática, era presentada como "objetivamente" contrarrevolucionaria, porque "le hacía el juego" al enemigo capitalista.

A su turno, los crímenes y atrocidades del capitalismo, eran disimulados y justificados por la burguesía mundial, con el espantajo del comunismo totalitario. La sociedad capitalista no es perfecta, se reconocía; hay hambre, injusticia, explotación, marginación y corrupción, se llegaba a aceptar; pero en cambio... hay libertad (!!!). Esta mágica palabra se hinchaba y edulcoraba a la vista del totalitarismo estalinista, la persecución de los disidentes, los sindicatos regimentados e integrados al estado, el partido único, etc. Con ella se adormecía a todas las capas socialdemócratas de la clase obrera occidental encuadradas detrás de la utopía de reformar al capitalismo. La conclusión que se quería establecer era una sola: la revolución conduce a la dictadura totalitaria, la reforma gradual en los marcos del estado burgués nos llevará paulatinamente al socialismo o a la humanización del capital (las dos perspectivas se entrelazaban y difuminaban entre sí en el plácido sueño socialdemócrata).

Pero en lo que coincidían ambos contendientes, el imperialismo y la burocracia, era en calificar al régimen de la URSS como socialismo o comunismo, unos defendiéndolo, otros atacándolo. Esta maniquea e interesada división del mundo entre un "socialismo" totalitario y un mundo "libre" pero capitalista, dejaba sin chance a los trabajadores. Se trataba de una verdadera encerrona.

En su lucha contra la odiada burocracia, las poblaciones de Europa del este primero, y de la URSS después, adoptaron un punto de vista liberal burgués. Con ello confirmaron que no reconocían ningún rasgo "obrero", "socialista" o "progresivo" en los estados burocráticos que las sojuzgaban. El viraje naturalmente no había sido súbito. Desde las primeras movilizaciones antiburocráticas de 1953 en Polonia y Berlín oriental se había recorrido un largo camino. Quedaba atrás la gran revolución húngara de 1956 donde los consejos obreros enarbolando banderas rojas reclamaban la vuelta a Lenín. Quedaba atrás también la "primavera de Praga" de 1968 que pugnó por un socialismo con rostro humano. El apoyo de Fidel Castro a la invasión de los tanques rusos a Checoslovaquia no fue una experiencia menor para esa lucha. Para muchos luchadores de Europa del este y de la URSS resultó una confirmación de que una regeneración socialista era imposible.

Hasta que llegó el momento en que una parte sustancial de la burocracia estalinista buscó en la restauración del capitalismo el camino para asegurar sus privilegios. Y en ello fueron acompañados por la gente que vio en esos sectores de la burocracia procapitalista la posibilidad de terminar con décadas de opresión política y la promesa de una mejora de su situación social.
Se puede llegar a decir que el remedio fue peor que la enfermedad, particularmente para Rusia, donde el "socialismo" burocrático fue suplantado por un capitalismo mafioso y caótico. Pero lo importante es que no se salió de la encerrona. La identificación de la perspectiva socialista con el totalitarismo burocrático persistió. Sólo que ahora una vasta legión de ex-estalinistas en el mundo se pasó con armas y bagajes a la defensa directa del capitalismo y del orden burgués.

La reconstitución de una izquierda anticapitalista (redundancia ahora necesaria) que luche por la transformación social sólo puede emprenderse a partir de un debate y esclarecimiento sobre las experiencias revolucionarias de este siglo que termina. Sobre sus errores, sus limitaciones y las causas de las derrotas. El balance del mal llamado "socialismo real", que devino en el más irreal de los socialismos, es una parte sustancial de este debate. Si lo emprendemos a fondo estaremos discutiendo cual es el verdadero terreno en el que es posible la transformación social. Lejos de aparecer como contradictorios, el socialismo, el comunismo y la libertad se verificarán en su verdadera fisonomía, como aspectos de un mismo proceso liberador contra la explotación y todo tipo de opresión.

2 - Se hizo de la necesidad virtud (la experiencia del gobierno bolchevique)

Rosa Luxemburgo, en noviembre de 1918, sintetizaba su crítica a la orientación de los bolcheviques con la exhortación de "no hacer de la necesidad virtud" (1) . Con ello la gran revolucionaria quería aludir a que, si por circunstancias excepcionales los bolcheviques tenían que adoptar medidas draconianas de represión o estatización de la economía, no debían realizar de ello una teoría general de la transición al socialismo.

En dos sentidos fundamentales los bolcheviques cayeron en el error sobre el que alertaba Rosa. Por un lado adoptando el "comunismo de guerra", no sólo como un recurso excepcional, sino como un método general de avanzar al socialismo, mediante la eliminación del mercado y la distribución estatal generalizada. Por otro, desconociendo la democracia revolucionaria de los soviets, con su pluralismo de tendencias y concepciones, adoptando lo que luego sería la teoría del partido único, arrogándose para sí, para el Partido Comunista (bolchevique) la exclusiva representación de la "vanguardia" revolucionaria y por ello con potestades para ejercer una dictadura, no ya sobre los remanentes de la burguesía, sino sobre el conjunto de la población, incluída la clase obrera.

Víctor Serge (Memorias de un revolucionario) (2) nos recuerda que el término "comunismo de guerra" fue acuñado recién en 1921 cuando se implanta la NEP (Nueva Política Económica). Durante su ejecución efectiva (1918 - 1921) se lo denominaba simplemente "comunismo". El comunismo de guerra fue un intento extremadamente voluntarista de implantar una producción y distribución totalmente estatizada de bienes en el cuadro de un país agrario atrasado. Significó por lo tanto una agresión importante contra la mayoría de la población campesina, lo que condujo a una sorda y muchas veces violenta resistencia a la incautación de las cosechas agravando la escasez de comestibles a niveles caóticos.

Detrás de este error vislumbramos una concepción cerradamente reduccionista de la transformación social que los bolcheviques heredaron de la IIª Internacional. De acuerdo a esta visión era necesario construir las "bases" económicas socialistas (la gran industria) para poder edificar una superestructura política socialista. Hasta llegar a ella era necesaria una dictadura férrea del partido de vanguardia y la democracia socialista era impensable. Tal como planteaba Rosa, los bolcheviques no vieron que la democracia soviética asentada en el terreno de la alianza obrera y campesina (la mayoría de la población) era sí la base política esencial para emprender el largo camino de la transformación social. Sencillamente no es cierto que la estructura económica determina la superestructura política como se ha repetido tantas veces. Entre la base y la superestructura hay una interacción recíproca, un condicionamiento mutuo. En un período de transformación social la superestructura política, la organización democrática y consciente del poder popular, puede llegar a ser determinante y decisiva en el curso del proceso histórico, enfrentando, acotando o atenuando las limitaciones y condicionamientos de una base económica estrecha o restrictiva.

Este error de intentar un proceso de estatización extrema de la economía, condicionado por las enormes dificultades del aislamiento y la guerra civil, condujo a un autoritarismo creciente del gobierno bolchevique frente a un descontento y oposición también creciente de vastos sectores de la población obrera y campesina. Los episodios represivos contra el movimiento Majnovista en Ucrania y contra el soviet de Kronstad, entre otros, son un ejemplo dramático de esta evolución. En 1920, en el trabajo de Trotsky Terrorismo y Comunismo (3) se plasma esta concepción en el nivel de la teoría. Se fundamenta la concepción del partido único y monolítico, como instrumento irremplazable de la transformación social, llegándose a justificar la "sustitución" de la clase obrera por el partido.

Cuando los bolcheviques dan el viraje obligado de la NEP en 1921 no realizan un verdadero cambio de concepción. Conciben a la NEP como una "retirada", similar a la que se realiza después de una derrota. Son conocidos los planteos de Lenín en el sentido de que el restablecimiento del intercambio mercantil generaría a cada minuto "capitalismo" en todos los poros de la sociedad. La respuesta frente a este "peligro" de restauración capitalista fue la de acentuar el curso autoritario del partido bolchevique con las resoluciones del Xº Congreso (prohibición de tendencias y fracciones), consolidando la idea del partido único y del partido monolítico.

Lenín, Trotsky y el conjunto de la dirección bolchevique, no vieron (¿no pudieron ver?) que el peligro mayor para la revolución no era la hipotética o posible restauración capitalista, sino el proceso real y concreto de burocratización en curso, de la que ellos mismos formaban parte.

Creo que la idea de que la permanencia del intercambio mercantil y de la pequeña propiedad privada de medios de producción y circulación genera capitalismo en forma automática es profundamente equivocada. Si fuese cierta, el tránsito del capitalismo al comunismo sería inviable porque solo a través de un período más o menos largo es que la pequeña propiedad se puede ir reabsorbiendo y transformando en propiedad social. Lo que sí requiere en forma imprescindible este período de transición es el ejercicio del poder político por parte de las masas explotadas y oprimidas.

El propio capitalismo histórico se consolidó como sistema de producción, sólo a partir de la construcción de una máquina política de opresión, el estado, capaz de disciplinar y regimentar a las masas oprimidas. Y no mediante el mero crecimiento automático de la economía mercantil.

La única valla posible para contrarrestar cualquier tendencia restauracionista del capital es la democracia directa de masas, el poder político de la inmensa mayoría a través del gobierno de sus organizaciones propias, se llamen soviets, comunas, coordinadoras, cordones industriales, asambleas populares, intersociales, etc. o el nombre que le dé la historia y la cultura de cada pueblo.

3  - 1921-1928: Consolidación de la reacción burocrática

Se puede llegar a considerar al mes de marzo de 1921 como un verdadero punto de viraje en el bolchevismo, donde confluyen métodos y concepciones autoritarias en gestación y aplicación en los años previos, pero donde se produce un verdadero salto de calidad. En ese mismo momento se deciden la represión al soviet de Kronstad, las resoluciones autoritarias del Xº Congreso, y la descabellada "acción de marzo" en Alemania.

La "acción de marzo" fue una insurrección abortada del proletariado alemán, llevada adelante por el Partido Comunista Alemán en forma solitaria, cuando aún era minoría ya que la mayoría de la clase trabajadora seguía adherida a la socialdemocracia.
La "acción de marzo" fue consecuencia directa del ultra centralismo impuesto a partir de las "21 condiciones" (1920) en la estructura de la IIIª Internacional. De acuerdo a ellas el Comité Ejecutivo residente en Moscú, ejerce un poder omnímodo a través de sus "enviados plenipotenciarios" sobre los partidos comunistas nacionales. Uno de estos "enviados", Bela Kuhn, es el principal responsable de la aventura putchista, sin embargo es Paul Levi (dirigente histórico del comunismo alemán, que se opuso a la aventura), el que es sancionado con la expulsión de las filas comunistas en el tercer Congreso de la IIIª Internacional, y Bela Kuhn es ratificado como miembro del Ejecutivo de la Internacional. Aunque no nos podemos extender aquí en el punto, toda la experiencia inicial de la Internacional Comunista estuvo inficionada de las concepciones autoritarias y sustitutistas que se habían gestado en el bolchevismo, lo que condujo a innumerables errores y aventuras (invasión a Polonia en 1920, acción de marzo en 1921, nueva insurrección alemana en 1923)(4) , y preparó la transformación posterior de la Internacional en un aparato dócil y obsecuente a la política y a los intereses "nacionales" de la burocracia soviética estalinista.
La insubordinación del soviet de los marinos de Kronstadt, formó parte de un movimiento huelguístico más amplio de los trabajadores de Petrogrado contra las medidas draconianas del "comunismo de guerra". El programa reivindicativo de los marinos incluía la legalidad de los partidos revolucionarios, la libertad de los revolucionarios presos, y el restablecimiento del intercambio comercial. La total negativa del gobierno bolchevique a negociar y canalizar estas demandas completamente legítimas cavó un primer gran abismo de sangre entre el gobierno y un sector del proletariado revolucionario. Como reseñan algunos estudiosos,  la sombra de Kronstad, a su vez, se proyectó en el Xº Congreso del partido bolchevique, potenciando las resoluciones de prohibición de las tendencias y fracciones y dando poderes extraordinarios al Comité Central. Issac Deutscher comentando las resoluciones de este congreso concluye que: "Si se permitía que los miembros del partido gobernante formaran fracciones y grupos para defender opiniones específicas dentro del Partido, ¿cómo podría prohibírsele a la gente fuera del Partido que formara sus propias asociaciones y formulara sus propios programas políticos? Ninguna sociedad política puede ser muda en nueve décimas partes y hablante en la otra décima. Después de imponerle el silencio a la Rusia no bolchevique, el partido de Lenin tuvo que acabar por imponérselo a sí mismo”(5) .

Estos hechos alimentan y amplifican las tendencias a la burocratización del partido y del estado, ya en desarrollo y reconocidas por Lenín. No debería ser considerado casual ni secundario que ya en julio de 1922 se establezca una escala salarial, de acuerdo a la jerarquía que se ocupa en el partido-estado, que lleva la retribución de un alto jefe a una cifra 10 veces superior al de la última categoría. (Ver: Podchekoldin,1991) (6) . Se trata de la primer manifestación clara de una estratificación social incipiente, del proceso de gestación de una nueva clase.

La enfermedad y muerte de Lenin (1923 -1924) sólo facilita el encumbramiento del sector del bolchevismo que mejor respondía a los intereses de la burocracia. La llamada "teoría del socialismo en un sólo país", de la fracción estalinista, buscaba fundamentar la subordinación de los intereses del proletariado mundial a los intereses diplomáticos-nacionales del estado burocrático ruso. Son los intereses de esta casta burocrática, surgida de la propia marcha de la revolución y encaramada en el poder, la que se disimula detrás de la utopía de construir el socialismo en un solo país.

El fundamento del internacionalismo proletario es que el capitalismo es un sistema mundial de explotación, apoyado en el dominio del mercado mundial. Cualquier triunfo revolucionario en cualquier país debe ser considerado como provisorio, mientras no se derrote al corazón del imperialismo representado por las potencias capitalistas más avanzadas. La idea del socialismo en un solo país que proponía "alcanzar y sobrepasar", en el marco de la URSS, a la economía capitalista que dominaba el mercado mundial, no sólo era utópica sino reaccionaria, porque el intento de ponerla en práctica sólo sería posible a través del montaje de un estado policial que ensayara los métodos más crueles de superexplotación, de represión y de atomización de la clase obrera (stajanovismo). Esto es, a través de una contrarrevolución burocrática

En definitiva: El proceso de burocratización estuvo potenciado e incentivado por los errores de tipo autoritario, sustitutistas y estatistas que desarrollan los bolcheviques desde el poder. No pueden explicarse sólo por condiciones objetivas desfavorables, que naturalmente existieron. Esta burocratización conduce a un retroceso de la revolución y a la diferenciación de una nueva clase en gestación, desde su propio seno.

4 - 1928-1938: El triunfo de la contrarrevolución burocrática

La aplicación de la NEP con métodos crecientemente burocráticos por parte de la nueva dirección del partido hegemonizada por Stalin trae como consecuencia la promoción y el poder de dos sectores sociales antagónicos: los campesinos ricos (junto a los nuevos burgueses, "nepman") y la burocracia estatal. La clase obrera y los trabajadores en general, son apartados progresivamente de toda posibilidad de intervención política autónoma, proceso cuyo correlato en la estructura del partido estuvo dada por la persecución tanto de la primera como de la segunda "oposición de izquierda".

El operativo iniciado en 1928 por la fracción estalinista hegemónica, de abandono de la NEP,  de estatización extrema de toda la economía y de colectivización forzosa de la propiedad agraria, debe ser caracterizado como una verdadera contrarrevolución social mediante la cual una nueva clase en gestación, la burocracia, termina de consolidarse como una nueva clase dominante, liquida todos los vestigios de la democracia revolucionaria de los soviets y edifica una nueva formación social, alejada tanto del capitalismo como del socialismo.

Este proceso extendido aproximadamente desde 1928 hasta 1938 tiene todos los ingredientes de una contrarrevolución típica, con millones de muertos, con la liquidación física de toda la dirección histórica bolchevique y de miles de militantes comunistas asesinados.

"El que más sufrió fue el partido. De sus 2,8 millones de miembros en 1934, al menos un millón, antistalinistas y stalinistas, fueron arrestados y dos tercios de ellos fusilados. Se destruyó su vieja dirección de la cabeza a los pies: desaparecieron comités enteros a nivel local, regional y republicano, 1.108 de los 1.966 delegados al XVII Congreso del partido de 1934 fueron arrestados, y la mayoría e ellos fusilados, 110 de los 139 miembros numerarios y suplentes del Comité Central de 1934 fueron ejecutados e impulsados a suicidarse"(7) . (Stephen Cohen, 1976).

Agrega este autor: "Sobre el fondo de violencia social y militarización, proliferaban las burocracias centralizadas encargadas de administrar la creciente economía del Estado, vigilar la población cada vez mayor de los campos de trabajo, controlar las actividades y movimientos de los ciudadanos (habiéndose vuelto a introducir el pasaporte interior), y regular la vida intelectual y cultural. También se inició la transformación de la ideología y de la política social del Estado - partido. Una vez terminada a finales de la década del 30, se había repudiado oficialmente el experimentalismo revolucionario, la legislación progresista y la igualdad en la educación, la ley, la vida familiar, los ingresos y la conducta social general de 1917-29. Se sustituyeron por normas tradicionales, autoritarias, que presagiaban el resultado paradójico de la revolución de Stalin: la creación de una sociedad rígidamente conservadora, sumamente estratificada". Hay que puntualizar: resultado paradójico si se considera al viraje de Stalin como una "revolución desde arriba" como hace este autor.

Debería estar claro que esta salvaje represión y toda esta política crudamente reaccionaria no pueden obedecer solamente a la mera personalidad demencial de Stalin. En todo caso la personalidad de Stalin se reveló como la más adecuada para defender y consolidar los intereses de la nueva clase. Pero fueron los intereses de este nuevo sector social en ascenso los que dictaron la política estalinista. Fue la política obligada para instaurar un nuevo régimen de explotación social distinto al capitalismo, esto es, no basado en la propiedad privada de los medios de producción sino en el usufructo de la propiedad estatizada por parte de la nueva clase que detentaba  el poder del estado. Nueva clase que, desde sus capas inferiores hasta sus sectores encumbrados, abarcaba a varios millones de personas. Trotsky en 1936 la calculaba en un 6 a 10% de la totalidad de la población. La "construcción del socialismo" en esta etapa no fue más que la construcción de este inmenso aparato totalitario que garantizó la superexplotación de la fuerza de trabajo en beneficio de la nueva clase privilegiada.

De las memorias de connotados estalinistas exiliados en la URSS, luego de su participación en la guerra civil española(8), se pueden extraer datos del grado y de la extensión de la diferenciación social entre los trabajadores y la burocracia. Jesús Hernández, por ejemplo indica que en 1939 - 1940 el salario de los trabajadores de la última categoría (la inmensa mayoría) rondaba en los 250 rublos mensuales mientras que el salario de los altos estratos de la burocracia se extendían entre los 10.000 y los 15.000 rublos. Esto representa holgadamente 50 veces más que los salarios de abajo. Para hacernos una idea de lo que representa esto traduzcámoslo a cifras de ingresos correspondientes a un hipotético proceso de "construcción socialista" de este tipo para Uruguay. Si ubicáramos en 10.000 pesos el salario obrero tendríamos sueldos de 500.000 pesos para los altos jerarcas. Es evidente que esta diferenciación de ingresos condiciona y lleva a modos de vida y de conciencia completamente distintos. Máxime si le agregamos extendidos privilegios en cuanto a vivienda, servicios de salud y de descanso, etc. Pero todavía nos falta añadir lo esencial, el privilegio especial de pertenecer a los que mandan, con una extensa tropa de subordinados que, en ausencia de organismos democráticos de deliberación y decisión, están obligados a obedecer sin chistar, posibilitando abusos de todo tipo y diversas y variadas formas de corrupción.

Con todo, esta nueva clase social explotadora, en comparación con la burguesía, es infinitamente más débil. Está obligada a ocultar la explotación social que ejerce detrás de una mistificación ideológica que no admite fisuras. De allí el carácter totalitario, cerradamente reaccionario, del régimen político estalinista: la persecución sistemática de los disidentes, la ausencia de todo derecho de organización social y política independiente para los trabajadores, la transformación de los sindicatos oficiales en meras oficinas gubernamentales, etc.

La permanencia y sistematicidad de la propaganda, la diatriba y la persecución contra el "trotskismo", durante décadas (cuando el trotskismo no existía como fuerza política organizada en la URSS), no hacen más que revelar la necesidad de la nueva clase opresora de borrar la memoria histórica de las conquistas políticas revolucionarias de la democracia de los soviets. En definitiva, de liquidar cualquier crítica u oposición que pudiese crear el peligro de retomar la tradición de la revolución de octubre.

Ahora bien, esta contrarrevolución burocrática se realizó no sólo contra los obreros y campesinos sino contra los campesinos ricos y nuevos burgueses (nepman) beneficiarios de la NEP. Tuvo pues un claro carácter anticapitalista, en el sentido más inmediato y estrecho del término. En realidad, se produjo una reedición de la orientación estatista del "comunismo de guerra", elevada hasta el paroxismo. Para la nueva clase burocrática se trataba de asegurar definitivamente su poder político y social, barriendo y aplastando al otro candidato que, potencialmente, podía disputarle el poder, representado por esa nueva burguesía.

No debió deducirse de la constatación de este hecho innegable, sin embargo, el carácter progresivo (y mucho menos "socialista") de la estatización extrema de la economía y de la colectivización forzosa de toda la propiedad agraria. Se combatía a la burguesía desde el punto de vista de los intereses de una nueva clase explotadora, contra los intereses de clase de millones de pequeños productores y de obreros a los que se privó de los más elementales derechos políticos, de organización y de expresión, y a los que se sometió a ritmos inhumanos de trabajo y de superexplotación social.

La lucha de clases en la URSS estalinista no se verificaba fundamentalmente entre burguesía y proletariado, sino entre burocracia en ascenso y proletarios y campesinos pobres (mayoría de la población). Para consolidar sus privilegios sociales la burocracia necesitaba instaurar un régimen despótico contra la mayoría trabajadora de la población. Este era el sentido y el contenido fundamental del viraje izquierdista de Stalin.

La caracterización de estado obrero, aunque burocratizado y degenerado, que Trotski mantuvo hasta su asesinato (1940), respecto a la URSS, oscurecía este aspecto esencial y minusvaloraba el alcance y el sentido profundo de la contrarrevolución burocrática en marcha. En el esquema teórico de Trotsky no había lugar para un estado que no fuera ni obrero ni burgués(9) . Pero precisamente, la derrota de la revolución obrera a manos de una contrarrevolución burocrática, planteaba la construcción de una tercera alternativa: un estado burocrático, instrumento de opresión de la nueva clase explotadora. Por eso hemos dicho en otros trabajos que, dentro de la oposición de izquierda, nos parece mucho más adecuada la idea de Rakosky, expresada ya en 1928, que consideraba a la URSS como un "estado burocrático, con reminiscencias proletarias comunistas"(10) . Estas reminiscencias son las que se vieron definitivamente liquidadas a partir del viraje comenzado en ese año.

Finalmente, y aunque aquí no nos podamos extender sobre el punto, la orientación claramente reaccionaria del estalinismo en España, de ahogo y estrangulamiento de la revolución española, donde no faltaron la persecución, tortura y asesinato de cientos de militantes revolucionarios, encuentra su explicación de fondo en los intereses diplomáticos de la burocracia estalinista, de alianza y subordinación a la Francia y a la Inglaterra imperialista, como lo han señalado tantos historiadores(10 bis) . En definitiva, en la defensa de los intereses de clase de la burocracia también en este terreno.

5 - Actualidad del debate sobre la naturaleza de la contrarrevolución burocrática

El derrumbe de la URSS y de los estados burocráticos de Europa del Este replantea todas las cuestiones teóricas respecto a los problemas de la revolución, el socialismo y el comunismo.

No se trata de una discusión histórica o académica sobre el pasado, sino sobre el futuro de la revolución. Una comprensión correcta del significado profundo del estalinismo, como expresión real de la lucha de clases, como expresión política de la contrarrevolución social de una nueva clase promovida al poder, resulta esencial para el rearme teórico-político de la izquierda
La contrarrevolución burocrática fue presentada por vastos sectores de la izquierda como un paso adelante en la construcción del socialismo, como una "profundización" de la revolución en la medida que tuvo un innegable carácter anticapitalista. Todos los partidos comunistas que integraban el aparato internacional de la Komintern (Internacional Comunista), defendieron esta versión.

Pero también el grueso de la oposición de izquierda de bolcheviques leninistas, como se calificaban a sí mismos, y que estaba en prisión en 1928, cometió un error en el mismo sentido. Consideró que Stalin, con métodos reprobables, se estaba orientando hacia la izquierda. En consecuencia, adoptó una posición de apoyo crítico hacia el viraje estalinista, y aceptó reinsertarse en el aparato gubernamental para colaborar desde allí. Trostky mismo caracterizó al ala de Stalin como "centrista" y vió a la llamada "oposición de derecha" encabezada por Bujarin y defensora de la continuidad de la NEP, como al enemigo fundamental. (ver Alexei Gousev, 1998 )(11) .

Aún autores posteriores como Stephen Cohen, que defienden la posición de Bujarin, caracterizan, como ya hemos indicado, a la contrarrevolución estaliniana como una revolución. Creo que el equívoco es inevitable si no se concibe a la burocracia como una nueva clase social en formación, con intereses materiales y sociales específicos, propios, asentada en el retroceso y derrota de la revolución de octubre. Como todas las clases dominantes de la historia, la burocracia se apropia de una porción del excedente, del plustrabajo social. Pero esta apropiación la realiza no con los métodos del capitalismo (propiedad privada de los medios de producción, compra-venta de la mercancía fuerza de trabajo) sino a través del dominio del aparato estatal que siempre es, deberíamos recordarlo, el instrumento de opresión de una clase sobre otra.

Nuevamente aquí una visión reduccionista, esquemática, de la relación entre base y superestructura puede jugarnos una mala pasada. La burocracia como capa diferenciada se va constituyendo como clase a partir de su dominio político en el nivel de la superestructura estatal. Esta característica superestructural se transforma en esencial para la conformación de una nueva estructura económica, esto es, nuevas relaciones de producción donde una clase trabaja y otra dirige, gestiona, manda, utilizando su privilegio político para instaurar un nuevo tipo de privilegio social.

Bien mirado, no se trata de un fenómeno nuevo. Desde la aparición de las primeras sociedades clasistas (las ciudades-estado sumerias) y durante la mayor parte de la historia, las clases dominantes se gestaron en la "superestructura", por eso estuvieron representadas principalmente por militares, sacerdotes y burócratas. Esto es, sectores que ejerciendo el dominio de un aparato estatal de poder, impusieron un determinado tipo de explotación y de subordinación social. La explotación social en estas sociedades precapitalistas no se basaba en la propiedad privada de los medios de producción. El capitalismo es la primera formación social donde los mercaderes desplazaron a los militares, sacerdotes y burócratas como típicos exponentes del dominio social, dando lugar a la formación de una nueva clase explotadora moderna: la burguesía.

Creo que aquí reside la causa de la limitación de Trostky en la caracterización de la URSS. Al concebirla con una base económica socialista pero con una superestructura política burocrática, el viejo revolucionario no pudo llegar a la conclusión que inevitablemente el dominio burocrático estatal conllevaba una nueva forma de explotación social. Es como si la estatización de la economía no tuviese apellido y fuese siempre, por definición, sinónimo de socialismo. La estatización burocrática no tiene nada que ver con el socialismo o con la transición al socialismo. Lo que ha quedado demostrado es que la estatización burocrática perfectamente puede ser un régimen de transición... hacia el capitalismo. La estatización total de la economía emprendida por Stalin en 1928, liquidando todos los vestigios de las conquistas revolucionarias del octubre ruso, fue una contrarrevolución burocrática. El instrumento de consolidación del poder social de una nueva clase explotadora.

Debo hacer constar que cuando hablo de conquistas revolucionarias me refiero a las conquistas democráticas revolucionarias del ejercicio del poder por los soviets y no a la estatización de la economía que, en manos de una casta burocrática, puede devenir reaccionaria.

Los autores que han caracterizado a la URSS como capitalismo de estado (Bethelheim, Tony Cliff, etc) (12) sufren de la misma renguera que Trotsky, pero con la pierna opuesta. Al observar el abismo social y material que separaba a un alto burócrata del obrero raso, reconocen que existía explotación social. Pero como no pueden concebir que haya explotación social burocrática (no capitalista), concluyen que aquello fue una forma particular de capitalismo. Con ello muestran una comprensión imperfecta de lo que es realmente el capitalismo que exige, para que exista, la pluralidad de capitales, es decir, la concurrencia capitalista basada en la propiedad privada de los medios de producción.

Una variante atenuada de esta incomprensión es la de autores como Romero (ver: Andrés Romero, Después del estalinismo, Ed. Antídoto, Bs. As., 1995)(13) que consideran que al haber salario en la URSS hay venta de la fuerza de trabajo del obrero a un comprador único representado por el estado. La confusión en mi opinión se deriva del doble uso de la palabra salario (polisemia). El salario bajo el capitalismo es el capital variable, la porción de capital que el burgués invierte en la compra de la mercancía fuerza de trabajo. En la URSS estalinista el "salario" tanto del obrero como del burócrata (el de 250 rublos como el de 15.000) es la retribución institucionalmente establecida por el estado por el "trabajo" de cada uno, de acuerdo a escalas de categorías definidas políticamente. En la URSS no había extracción de plusvalía sino apropiación de plustrabajo del obrero-productor por parte de la clase burocrática (como sucediera en tantas formaciones sociales precapitalistas a lo largo de la historia). Por eso no se puede hablar de la permanencia del régimen de trabajo asalariado (capitalismo, según Marx) en la URSS, so pena de acrecentar la confusión.

Por último, y aún a riesgo de cansar al sufrido lector, quiero mencionar a otros dos autores que han tenido cierta repercusión recientemente. Se trata del francés Lucien Sève(14) y del húngaro Mészáros(15) . Creo que por una asimilación teórica deficiente del fenómeno histórico de la URSS, estos autores diluyen su especificidad concreta asimilándola, por otras vías, al capitalismo.

El húngaro incluye a los estados del "socialismo real" dentro de lo que él llama el "orden del capital" que tendría una forma específicamente capitalista y otra forma estatal (URSS). La base teórica de su posición es el abandono de la idea del capitalismo como modo de producción y su subsunción en una categoría más amplia de modo de control social o metabolismo social del capital. El problema en el caso de la URSS para Meszaros es que no se habría logrado ir "mas allá del capital", el "orden del capital" habría permanecido.

Como hemos visto, sin embargo, el "orden" bajo el estado burocrático era marcadamente diferente al que sufrimos bajo el capitalismo. En éste la desocupación estructural ("ejército industrial de reserva") cumple un papel esencial de disciplinamiento de la fuerza de trabajo. Por algo los burócratas restauracionistas que acompañaban a Yeltsin clamaban por introducir la desocupación como factor fundamental de disciplinamiento para aumentar la productividad. El "orden" bajo el estado burocrático es de tipo policial represivo y se consigue fundamentalmente por la ausencia de libertad de organización sindical y política independiente para los trabajadores.

Por otra parte, luego de la experiencia de Stalin a partir de 1928, que estamos discutiendo, ¿qué significa ir mas allá del capital? ¿Más todavía?, podría preguntarse alguien alarmado. Con la terminología usada por Mészáros habría que decir que bajo Stalin se fue demasiado mas allá del capital en el sentido de la estatización extrema y demasiado más acá en el terreno de las instituciones políticas, recreando formas de dominio característico de sociedades precapitalistas

En mi opinión, al no reconocerse el carácter específico de la explotación social en los estados burocráticos, el carácter de clase del nuevo sector dominante, y los mecanismos concretos de la contrarrevolución burocrática, Mészáros tiende a hipostasiar unilateralmente la función de los mecanismos ideológicos e institucionales de opresión desligándolos de su necesario anclaje material y social, de clase. En definitiva, no hay un "modo de coerción social" u "orden del capital" que se extiende en el tiempo y en el espacio cabalgando por formaciones sociales disímiles sino modos de producción social específicos, que se sostienen mediante determinados y específicos andamiajes estatales, políticos, institucionales e ideológicos. El peligro de la visión de Mészáros es que puede abonar estrategias políticas ultraizquierdistas de rechazo a cualquier lucha política en el área institucional, parlamentaria o aún sindical.

Por su parte, el francés Séve asimila el capitalismo y el "socialismo real" a otra categoría más amplia, productivista o industrialista, dos caras de la misma moneda o imagen especular de lo mismo. El socialismo no sería un período de transición del capitalismo hacia el comunismo, caracterizado por la conquista del poder polìtico por la clase obrera y los explotados, sino el "otro" del capitalismo. Para Séve lo que fracasó en el siglo XX es directamente el socialismo, ratificando con esto la homologación de socialismo con el "socialismo real", en la más pura tradición estalinista.

La conclusión que saca es que hay que desechar la revolución y el objetivo de la conquista del poder y apostar a la transformación social hacia el comunismo, por la vía de la reforma y el desarrollo del propio capitalismo. Un boleto de ida, teóricamente sofisticado, hacia la socialdemocracia, que encuentra su raíz en la incapacidad de realizar un análisis crítico del mal llamado socialismo real, como fenómeno histórico específico, producto de la derrota de una revolución obrera por una contrarrevolución burocrática.

Este breve repaso de algunos pocos autores tan disímiles lo hago sólo para resaltar la importancia y la actualidad de la discusión sobre la experiencia del socialismo real. Insisto, no estamos discutiendo sobre el pasado sino sobre el porvenir, sobre el terreno y el camino para reorientar la labor revolucionaria contra el capitalismo, por la revolución social, por el socialismo, el comunismo y la libertad.

7 - Algunas conclusiones políticas.

El análisis y la crítica del mal llamado "socialismo real", y de la contrarrevolución burocrática que lo consolidó, lejos de cuestionar al marxismo lo reafirman y lo actualizan en cuestiones fundamentales.

a) Todo proceso revolucionario se enfrenta no sólo a la reacción capitalista sino al peligro de reacción burocrática en su seno. La revolución de octubre fue derrotada internamente por una contrarrevolución burocrática que terminó abriendo el camino a la restauración capitalista. Sin democracia obrera y de masas no hay "socialismo", ni "transición al socialismo", sino transición hacia el capitalismo.

b) La lucha contra el capital es internacional. Ha quedado demostrado que la idea de la "construcción del socialismo en un solo país" es una utopía reaccionaria que encubre los intereses de la burocracia para asegurarse un nuevo régimen de privilegios sociales y políticos.

c) Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista es necesario un período político de transición caracterizado por el poder político de las organizaciones obreras y las organizaciones de masas de todas las capas oprimidas, en el transcurso del cual se irá operando todo el proceso de transformación social y la "sociedad irá reabsorbiendo todo el capital" (Manifiesto Comunista). A este período político de transición Marx y Engels le llamaban "socialismo" o "fase inferior del comunismo".

d) Para iniciar este período de transformación social revolucionaria el estado burgués debe ser suplantado por el poder de las organizaciones de los explotados. En esto consiste la conquista del poder político que para Marx era "la conquista de la democracia". Este poder popular es un estado - no estado. Se diferencia de todos los estados anteriores en que representa a la mayoría del pueblo organizado que se autogobierna. Sus características fundamentales son: elegibilidad y revocabilidad de todos los representantes y mandatos en todo momento, abolición de todos los privilegios de función estableciendo para todos los funcionarios electos una retribución similar a la de un obrero, suplantación del ejército permanente por el pueblo en armas, y plena e irrestricta libertad de organización política y social.

Notas:

1 - Rosa Luxemburgo , "La revolución rusa, un análisis crítico", Edit. Grijalvo, México, 1980.
2 - Víctor Serge, "Memorias de un revolucionario", Ed. El Caballito, México, 1974.
3 - León Totsky, "Terrorismo y comunismo", Ed. Júcar, Madrid, 1977. La misma opinión la encontramos en Nicolai Bujarín, "Teoría económica del período de transición", escrita en el mismo año 1920, Ed. Pasado y Presente, Buenos Aires, 1974.
4 - Ver, Pierre Broué, "Histoire de l`Internationale Communiste, 1919 - 1943", Fayard, París, 1997.
5 -  Isaac Deutscher, "Trotsky, el profeta desarmado", ERA, México 1959.
6 - Podchekoldin, "Los orígenes de la burocratización en la URSS", 1991, reproducido en la revista argentina "En defensa del marxismo", Nº 1, Buenos Aires, 1991.
7 - Stephen Cohen, "Bujarín y la revolución bolchevique", Siglo XXI, Madrid, 1976.
8 - Jesús Hernández, "Yo fui ministro de Stalin", Ed. América, 1953, México.
     Valentín González "El campesino", "Vida y muerte en la URSS", Ed. Bel, Buenos Aires, 1951.
     Del mismo autor también, "Comunista en España y antiestalinista en la URSS", Ed. Guarania, México, 1952.
     Ettore Vanni, "Yo, comunista en Rusia", Ediciones Destino, Barcelona, 1950.
     Enrique Castro Delgado, "La vida secreta de la Komintern", EPESA, Madrid, 1950.
9 - León Trotsky, "La revolución traicionada", "En defensa del marxismo", "¿Un estado ni obrero ni burgués?", etc, diversas ediciones.
10 - Christian Rakovsky, "Los peligros profesionales del poder", en "Sobre la burocracia", Akal, Madrid, 1978.
10 bis -  Entre otros, Hugh Thomas, Burnett Bolloten, Pierre Broué, Víctor Alba, Gabriel Jackson, etc
11 - Alexei Gousev, "La clase imprevista", Rev. Herramienta Nº 7, Buenos Aires, 1998.
12 - Charles Bettelheim, "Las luchas de clases en la URSS", Siglo XXI, México, 1978.
      Tony Cliff, "El capitalismo de estado en la URSS" (1948), Edición provisional, SWP, Londres, 1993.
13 -  Aldo Andrés Romero, "Después del stalinismo", Ed. Antídoto, Buenos Aires, 1995.
14 - Lucien Sève, "La cuestión del comunismo", Ed. Casa B. Brecht, Montevideo, 1996.
15 - Itsván Mészáros, "Mas allá del capital", cap. 2, Rev. Herramienta Nºs. 5 y 6, Buenos Aires 1997 y cap. 18, R. Praxis, Belo Horizonte, 1998.
 

Edición digital de la Fundación Andreu Nin, septiembre 2003


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