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Asociación Cultura Paz y Solidaridad Haydée Santamaría

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Haydée Santamaría

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El cáncer de la guerra
EL PERIÓDICO DE CATALUNYA 5/1/2003

• Basora, segunda ciudad de Irak, registra una espectacular alza del número de tumores desde los ataques de 1991
• A una niña de 10 años hubo que extirparle ambos pechos

SUSAMA T. POZO
BASORA / ENVIADA ESPECIAL

El hospital oncológico de Basora es el único del mundo que ha tenido que extirpar los pechos a una niña de 10 años por padecer cáncer de mama. Sus pacientes son casos sin precedentes, que sufren dos tumores diferentes a la vez, los bebés nacen de cuando en cuando sin cabeza y los niños sufren linfomas propios de la tercera edad.
Mama, pulmón, leucemia y linfoma es la jerarquía de la muerte en la segunda ciudad de Irak. El recuento sólo en el 2002 suma 637 diagnósticos de cáncer, 123 por cada 100.000 habitantes. La cifra se ha disparado respecto a los 11 por cada 100.000 individuos que se registraban en 1988, y se ha elevado un 300% el número de leucemias infantiles. El doctor Jawad Al Ali, director del Centro de Tratamiento de Cáncer de Basora, solamente ha visto "algo parecido" en su reciente visita a Japón, "en las fotos del museo de Hiroshima".

Graves consecuencias

Los médicos iraquís únicamente encuentran una explicación en la combinación de dos factores comunes a sus pacientes: época y domicilio; el centro y oeste de Basora a partir de 1991. En esas coordenadas, la aviación estadounidense lanzó más de 300 toneladas de bombas recubiertas de uranio empobrecido, el residuo del uranio que mayor poder de penetración en tanques ofrecía en el mercado durante la guerra del Golfo.
Los ocho médicos residentes que se encontraban en el hospital en el momento en que fue bombardeado y que luego desarrollaron cánceres aportan una evidencia más de lo que el doctor Akran, director del centro médico, considera "efectos de las radiaciones". Antes de 1991 se efectuaban pocas intervenciones quirúrgicas a causa del cáncer. Estos años el ritmo oscila entre tres y seis por semana.

Anestesia caducada

Pero lo peor en Basora no es la enfermedad. Lo más doloroso llegó en la sala de operaciones a medidados de los 90, cuando los cirujanos, ante la imposibilidad de dilatar las intervenciones, optaron por administrar anestesia caducada, la única que poseían. Al jefe del hospital se le encoge la voz al explicar que ese método "paraliza, pero no anula los sentidos".
Hay dos causas principales de muerte en esta ciudad: el uranio empobrecido --cuya radiactividad tarda en desaparecer 4.000 millones de años-- y el embargo de medicamentos prohibidos por la resolución 661 de la ONU debido a su posible doble uso militar armamentístico. A éstas añaden los doctores locales, indignados e impotentes, un tercer veneno: la dilación --deliberada, según sus deducciones-- en el suministro de los tratamientos que gestiona y controla la llamada Comisión 661 de la ONU.

Tratamientos difíciles

"No tenemos la mayor parte de las sustancias que necesitamos, a veces nos llega una primera dosis, pero la segunda se retrasa tantos meses que deja sin efecto la administración de la anterior, y hasta en ocasiones llega con la fecha de caducidad vencida". El oncólogo se refiere especialmente a las sesiones de quimioterapia, las más demandadas en Basora.
En los momentos más críticos de desabastecimiento, han llegado a coser en el quirófano con sedal de caña de pescar, por falta de nailon quirúrgico. Incluso han "reutilizado material desechable, tras esterilizarlo, por total carencia de instrumental". Hasta las revistas médicas especializadas, que ayudarían a los expertos a estar al tanto de los descubrimientos de la comunidad científica internacional sobre el cáncer, están restringidas por los administradores de las sanciones contra Irak.

Sin ayuda

El doctor Akran está cansado de suplicar ayuda a los organismos internacionales. "Me dicen que se van a ocupar del tema, pero pasan los meses y no obtengo ninguna respuesta", se queja. No quiere plantearse el "desastre" que supondría una segunda campaña de bombardeos por parte de EEUU.
Mientras habla, a pocos metros de su consulta, aparcan ocho inspectores de desarme de la ONU que buscan armas de destrucción masiva. Masiva es la destrucción que afecta a las decenas de niños que corretean descalzos sobre las aguas estancadas de la calzada, cubierta de basura en la que rebuscan alimento cabras y ovejas. La mayoría de ellos son menores de 10 años. Nacieron tras la guerra de 1991, pero no se librarán de ella. Según las estimaciones médicas, el 45% de los dos millones de habitantes de Basora desarrollará un cáncer en los próximos años.

Original tomado de: http://www.nodo50.org/haydeesantamaria/paremos_la_guerra/basora.htm 


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