LITERATURA 

29 de septiembre, aniversario del nacimiento del poeta Miguel Hernández - Me llamo barro aunque Miguel me llame.

Cercle Obert - Iniciativas Sociales y Culturales de Futuro rinde homenaje a Miguel Hernández y a todos los españoles que fueron perseguidos y asesinados por las hordas franquistas... Que la excelsa y limpia obra y vida del poeta de Orihuela sirva como ejemplo a todos los que consideramos que el arte debe estar siempre vinculado con la mejora de la vida propia y ajena...

Ni olvidamos ni perdonamos la ignominia de una guerra civil y un gobierno autoritario y criminal, conflicto que sigue vivo, pues los desaparecidos españoles siguen clamando Justicia y las heridas no se han cerrado con los obscenos comportamientos y actitudes del actual presidente del Gobierno, José María Aznar López...

 

Necesitamos el pan de la justicia

El sabor dulce de la verdad

La mano del que se fue sin irse

Para poder andar dentro de las penas

Y los silencios condenados

 

Necesitamos tu adiós

Pues siempre que te sueño

Mi dolor te dibuja exacto

Tierno como un niño dormido

 

Y se bien que no tengo tus manos

Ni tus besos navegaran en mí

Pero sí me devora esa luz con tu sabor

Esa luz que nadie pudo cortar

Y que borra

Y que rompe las noches de miedo

Los amaneceres manchados de mentiras

Las palabras llenas de agujeros

Los infiernos llenos de uniformes

Los gritos llenos de medallas

Las risas llenas de desfiles

 

Si me recuerdas

Si me miras

Nada puede romperse

Nada puede ser olvidado

Aunque el mundo deje de respirar

Aunque los que matan puedan huir de su corazón podrido

 

Antonio Marín Segovia

Cercle Obert de Benicalap

Iniciativas Sociales y Culturales de Futuro

29 de septiembre de 2003

 

Me llamo barro aunque Miguel me llame.

Julio Gálvez Barraza
Septiembre 2003 -

El 28 de marzo de 1942, en la enfermería del Reformatorio para Adultos de Alicante, moría Miguel Hernández.

El 28 de marzo de 1942, en la enfermería del Reformatorio para Adultos de Alicante, moría Miguel Hernández. El inolvidable poeta, -nacido el 30 de octubre de 1910-, con algo más de 31 años de edad, se encontraba cumpliendo una condena de 30 años de reclusión. Su muerte, como consecuencia de una enfermedad pulmonar contraída en las frías cárceles del norte de España, fue el resultado no sólo de la dolencia que padecía, sino también de la desidia, la mala intención y la poca voluntad de los carceleros y las nuevas autoridades españolas por salvar su vida.

El dramaturgo e investigador hernandiano, Juan Guerrero Zamora tuvo acceso al expediente procesal que contienen los documentos con que se condenó a muerte al poeta. En el año 1990 publicó en su libro Proceso a Miguel Hernández, El sumario 21.001 (Dossat, Madrid 1990), el expediente completo. Es cierto, y todo hay que decirlo, que las publicaciones sobre Miguel Hernández de Juan Guerrero Zamora han sido objetadas y contradichas por la mayoría de los investigadores hernandianos. También lo es que sus biografías son tendenciosas en defensa del régimen franquista y además, repasando su libro, nos encontramos con que el autor niega algo tan conocido como la adscripción política del poeta al Partido Comunista Español. Niega también la gran amistad de Miguel Hernández con Pablo Neruda. Niega, a su vez, la preocupación y la acción de Neruda en las gestiones por lograr la liberación de Miguel. Pretender negar esto, aparte de ser tan difícil como tapar el sol con la mano, no es sólo negar la memoria de Neruda, sino también los testimonios de María Teresa León, Rafael Alberti, Raúl González Tuñón, Vicente Aleixandre y tantos otros testigos de la época. Aún así, el libro de Juan Guerrero publica documentos y estos son inobjetables. De ellos se desprende la frase del anterior párrafo; la desidia, la mala intención y la poca voluntad de los carceleros y las nuevas autoridades militares por salvar la vida de una persona cuyo único delito fue el ser escritor y leal con su pueblo.

Al encuentro de la gloria

El joven Miguel Hernández llegó a Madrid a finales de 1934. Venía de su pueblo natal, Orihuela, en la provincia de Alicante. Ya antes, en 1932, a los 22 años de edad había intentando sin éxito editar sus poemas en la capital y conseguir algún trabajo que le permitiera mantenerse.

La hernandiana María Gracia Ifach señala que posiblemente fue Federico García Lorca quien introdujo a Miguel en los circuitos poéticos madrileños, y en la amistad de Alberti, Altolaguirre, Bergamín, que después se ensancharía con Vicente Aleixandre, Juan Ramón Jiménez y Pablo Neruda. Miguel despierta afectuosas amistades, y no sólo se le acepta sino que se le quiere y admira por la autenticidad que a todos transparenta. Al poco tiempo de su estadía en la capital se convirtió en asiduo visitante de la Casa de las Flores, donde, aparte de la simpatía que desde un comienzo le profesó el poeta chileno, recibió la fraternal acogida de Delia del Carril, La Hormigüita, quien, varios años mayor que él, le adoptó casi como a un hijo. Miguel Hernández correspondió con gratitud a su simpatía con un poema que dedicó: A Delia.

Tu ternura es capaz de abrazar a los cardos

y en ella veo un agua que pasa y no se altera...

Tu voz pasa a través de un mineral racimo.

No encontraréis a Delia sino muy repartida

como el pan de los pobres...

Al mismo tiempo que pastoreaba los rebaños de cabras de su padre, Miguel había estudiado en escuelas católicas. Primero en un institución oriolana para niños pobres y luego, por sus dotes de memoria y facilidad asimilativa, los jesuitas le trasladan al colegio de Santo Domingo, lugar de formación de las clases acomodadas de la ciudad. Pero, aún cuando los jesuitas ofrecieron costearle una carrera eclesiástica, su padre decide retirarlo para que comience a trabajar. De ahí que el joven poeta, en su llegada a Madrid, llevara consigo una fuerte influencia religiosa, expresada ya en sus auto sacramentales.

La amistad de Neruda y de la mayoría de los poetas de la generación del 27 influyó en la transmutación que conmovió al joven Miguel Hernández. Entre sus nuevos amigos inicia otra etapa, en la que cambia el contenido de sus poemas aunque mantiene intacta su raíz campesina. Este encuentro con la capital altera a Miguel. Por una parte está la Metrópolis y la vida literaria, con nuevas ediciones de sus obras y la colaboración en revistas como Cruz y Raya o Caballo Verde para la Poesía, y por otro lado sigue estando Orihuela y la antigua influencia de Ramón Sijé (José Marín Gutiérrez), su amigo de juventud, quien no ve con buenos ojos su acercamiento al mundo literario de los Neruda, Aleixandre, Alberti y otros poetas que, según Sijé, influían negativamente en su vida y en su obra.

Cuenta el poeta argentino Raúl González Tuñón, que a comienzos del año 1935, recién llegado a Madrid, preguntó a Neruda: ¿Quién es Miguel Hernández?

-Se presentó un día en "Cruz y Raya" -contesta Neruda- y entregó a Bergamín un auto sacramental que fue inmediatamente aceptado y publicado poco más tarde. Me interesé por Miguel y descubrí que se trataba de un gran poeta en potencia. Tratémosle como a tal.

Mientras Federico García Lorca movía la cabeza, como dudando, Plaja y yo discutimos con Pablo.

-Pero Cruz y Raya es una revista confusionista...

-En todo caso Miguel Hernández tendrá que sacarse de encima la influencia de sus curas de aldeas... (1)

Miguel, definitivamente, se saca esa influencia. Se la quita de modo que la cercanía religiosa, en vez de torcer el rumbo de su espíritu, no dejó huella desdichada en él. En consecuencia, se produce un enfriamiento en la amistad con Ramón Sijé. Esta transmutación no hubiese sido posible si, al igual que en Neruda, no hubiese existido en él la semilla propicia y el caldo de cultivo para su desarrollo, esa semilla que Sijé no supo ver en su día. Es interesante detenerse un momento para conocer una de las razones de tal cambio. Es el testimonio de un contemporáneo y compañero del poeta en las tareas culturales y periodísticas durante los turbulentos tiempos de la guerra civil. Pedro Collado en su obra Miguel Hernández y su tiempo, (Ediciones Vosa, Madrid, 1993) seguramente refiriéndose a Juan Guerrero Zamora, señala:

Algún biógrafo o comentarista de Miguel Hernández, en la época franquista, de los que a toda costa pretendían actuar como "redentores" de la memoria del poeta oriolano, no escatiman sus argumentos -y sólo suyos- sobre la culpa directa que en su evolución cargaban a su nuevo círculo de amistades, inclusive señalando directamente a determinadas personas, tal el caso de Neruda. No era ésta una actitud noble de quienes así han querido manejar a su conveniencia la memoria de Miguel Hernández, al haber atentado contra una de sus más acusadas virtudes del poeta, cual era la espontaneidad de sus decisiones y la sinceridad y la firmeza con que las defendía.

El distanciamiento de Miguel con su mentor oriolano tuvo un paréntesis póstumo. El 24 de diciembre de 1935 muere en Orihuela Ramón Sijé. Miguel, el 10 de enero de 1936, a su compañero del alma, le escribe su genial Elegía, considerada como una de las obras maestras de las letras españolas y uno de los mayores aciertos de la poesía hernandiana. Es interesante señalar que en la edición de Espasa-Calpe de El Rayo que no cesa, (2º edición, Madrid, 1991) el profesor Agustín Sánchez Vidal, estudioso de la obra de Miguel Hernández, interpreta la Elegía como un cruce de elementos nerudianos, que emanan del color de la sangre y lo dionisiaco del canto, con un contexto sijeniano. Rara mezcla, por venir de dos mentores tan disímiles.

Yo quiero ser llorando el hortelano

de la tierra que ocupas y estercolas,

compañero del alma, tan temprano.

Es muy probable que, como se ha dicho, Neruda y Vicente Aleixandre fueran quienes más influyeron en la transmutación poética de Miguel Hernández. Le mostraron una nueva poesía que impresionó al joven. En los Folletones del periódico El Sol de Madrid, el 2 de enero de 1936, Miguel publicó un articulo en el que se muestra deslumbrado por los poemas de Residencia en la Tierra, último libro de Neruda en esa fecha. Entre otras cosas, señalaba categórico: Basta de remilgos y empalagos de poetas que parecen monjas confiteras, todo primor, toda punta de dedo azucarado. Pido poetas de las dimensiones de Pablo Neruda para acabar con tanta confitura rimada. En las odas que Miguel dedicó a ambos poetas ya en el título queda plasmada esa muestra de amistad y admiración; Oda entre sangre y vino a Pablo Neruda y Oda entre arena y sangre a Vicente Aleixandre.

El matrimonio formado por Rafael Alberti y María Teresa León, verdaderos motores de la revista Octubre, aglutinaban y lideraban a los descontentos sociales de la época. Ellos, de la misma forma que influyeron en el cambio de concepción política de Neruda, fueron partícipes y testigos de la transmutación de Miguel Hernández. María Teresa León narra un altercado de Miguel con la Guardia Civil, suceso que, según ella, detonó la transformación: Miguel, aquella mañana, se había paseado mientras escribía por las orillas del Henares. Miguel escribía sabe Dios qué en aquel momento y era feliz, pues así de aislada había sido su vida campesina y así de solo había iniciado su camino de hombre, guardando las cabras de la casa paterna. Pues bien, en ese sotillo junto a las riberas del Henares, no era posible pasearse ni sentarse sin que la Guardia Civil caminera no sospeche del gato encerrado de la revolución capaz de colarse por cualquier agujero. Le dieron el alto. Miguel comprendió mal. Corrió. Insistieron. Se resistió. ¿Qué llevas ahí? Versos. ¿Versos?, le contestaron agresivos y burlones. Le arrancaron de las manos los papeles. Los insultó. Le golpearon, le amenazaron con la culata de los fusiles. Cuando lo dejaron marchar, ya no quedaba ni paz del río ni soledad sonora ni canto de pájaros, solamente los horribles guardias civiles en sus ojos. Puede que todo durara poco tiempo, pero le bastó a Miguel para rebelarse. Por eso, cuando corrió hacia Madrid llamó en nuestra casa. Venía a decirnos: Estoy con vosotros. Lo he comprendido todo. (2)

La guerra

Los grandes movimientos humanos presentan siempre un concomitante artístico, principalmente literario. La guerra en España tiene una enorme fuerza dramática, desde luego, pero todavía es más profunda la transformación social que está operándo mediante esa guerra, transformación que, por otra parte, ya se había desarrollado lo suficiente para lanzar a un pueblo a la conquista de su libertad. En lo que a Miguel Hernández se refiere, ésta transformación social lo orientó de tal manera que, una vez iniciada la rebelión fascista, estando en Orihuela, no dudó en marchar a Madrid para enrolarse en el Ejército Popular de la República.

Elvira Hernández, hermana del poeta, vivía en Madrid con su marido cuando comenzó la guerra. Ella, en el citado libro de Pedro Collado, da testimonio de la incorporación de Miguel al Ejército Republicano: Recuerdo que Paco (mi marido) le dijo: -Tú, Miguel, como intelectual, como poeta ya conocido, puedes hacerlo valer para que te lo tengan en cuenta ante cualquier circunstancia...- A lo que contestó Miguel que en aquellos momentos él se presentaba -como un soldado más, como un miliciano de tantos- Y así fue efectivamente. Una mañana salieron los dos y marcharon al cuartel de las Milicias del Quinto Regimiento para alistarse. La primera tarea encomendada a Miguel, como un soldado más, junto a otros muchos milicianos, fue cavar trincheras en los alrededores de Madrid. En algunas biografías del poeta, erróneamente se le presenta incorporándose, nada más iniciada la guerra, en el Batallón de Valentín González, El Campesino. Esto fue, como se desprende del testimonio, después de pasar por el Ejército Popular de la República, en la sección de Voluntarios Milicianos.

Al poco tiempo, en Alcalá de Henares, se encontró con su amigo Pablo de la Torriente, a quién había conocido en Madrid, en la sede de la Alianza de Intelectuales. Fue a raíz de una propuesta de éste, que Miguel pasó a formar parte del Batallón del Campesino. En una entrevista que le hizo Nicolás Guillén, en julio de 1937, durante el Congreso de Escritores celebrado en Valencia, el propio Miguel Hernández narra ese encuentro con el combatiente cubano:

-¿Qué haces?, me preguntó alegremente al abrazarnos.

-"Tirar tiros", le contesté yo, riéndome también. Pablo era entonces Comisario Político del Batallón del Campesino, hoy división. Me ofreció hacerme también Comisario, y le habló en ese sentido a Valentín González, el Campesino, que le quería entrañablemente. Me nombraron Comisario de Compañía, con lo que ya estábamos juntos, otra vez, Pablo y yo, y juntos pasamos al frente de Majadahonda.(3)

Durante el transcurso de la guerra, ya convertido en Comisario de Cultura, a la vez que "pegaba tiros", siguió desarrollando su obra literaria y los destinatarios de sus poemas y obras de teatro eran los milicianos del frente de batalla.

Con un permiso del ejército, Miguel viajó a Orihuela y, el 9 de marzo de 1937, se casó con Josefina Manresa. Los flamantes contrayentes viajaron a Jaén, tierra natal de la esposa, donde Miguel estaba destinado en El Altavoz del Frente Sur. En el mes de julio de 1937, el poeta asistió en Valencia al II Congreso de Escritores Antifascistas, en el que participó en una ponencia colectiva. Por esos días, en un breve viaje a Madrid, Miguel acompaña a Pablo Neruda al barrio de Argüelles para ver por última vez la Casa de las Flores, la primera de las míticas casas del poeta chileno. Neruda recuerda en sus memorias esta última visita:

Miguel Hernández, vestido de miliciano y con su fusil, consiguió una vagoneta destinada a acarrear mis libros y los enseres de mi casa que más me interesaban.

Subimos al quinto piso y abrimos con cierta emoción la puerta del departamento. La metralla había derribado ventanas y trozos de pared. Los libros se habían derrumbado de las estanterías...

Miguel encontró por ahí, entre los papeles caídos, algunos originales de mis trabajos. Aquel desorden era una puerta final que se cerraba en mi vida. Le dije a Miguel:

-No quiero llevarme nada.

-Nada? Ni siquiera un libro?

-Ni siquiera un libro -le respondí.

Y regresamos con el furgón vacío.

No sólo la Casa de las Flores vio Neruda por última vez ese día. No volvería a ver esa casa, esas calles Madrileñas de inolvidables recuerdos. Esos días serían también los últimos en que vería a Miguel Hernández. Neruda regresó a París y luego a Chile. Miguel, al mes siguiente, viajó a la Unión Soviética para participar en el V Festival de Teatro.

El 19 de diciembre de 1937 nació Manuel Ramón, el primer hijo de Miguel Hernández. La composición del nombre era un homenaje a Manuel Manresa, padre de Josefina y a su amigo Ramón Sije. Miguel, que se encontraba con su esposa en Cox gozando unos días de permiso, salió el 6 de diciembre hacia Valencia para entregar sus artículos a Vittorio Vidale, el Comandante Carlos, de quien se había convertido en el cronista oficioso. El viaje de tres días, se alargó mucho más de lo previsto y el poeta no pudo estar presente en el nacimiento de su primogénito. Sólo logró llegar a Orihuela para pasar las navidades con su aumentada familia.

La contienda española estuvo regada de episodios trágicos e inhumanos. La guerra se desarrolló en un clima de hambre y penurias y hubo mucha gente que murió, literalmente, a causa de la desnutrición. El desgraciado primogénito de Miguel fue uno de ellos. Con tan sólo diez meses de edad, Manuel Ramón murió después de una prolongada diarrea provocada por la escasa y mala alimentación. El poeta tampoco vio morir a su hijo. En ese momento corría de Cox a Orihuela en busca de medicamentos para el niño. Al volver sufrió una crisis nerviosa que repercutió en su ya débil salud y, por prescripción facultativa, fue ingresado en el hospital de Benicasim para una cura de reposo que duró 20 días. Seguramente el nacimiento de su segundo hijo, Manuel Miguel, el 4 de enero de 1939, no pudo mitigar la inmensa pena que corroía su alma de poeta.

La derrota

Las desgracias de Miguel Hernández comenzaron a sucederse una tras otra. En Febrero de 1939, cuando la derrota militar de la República española ya era inminente, sus superiores en el Ejército incomprensiblemente lo destinan a Madrid. A partir de aquí su destino estaba tan marcado como el sino de la República que tanto defendió. Ahí se encontraba al termino de la contienda. Se había quedado en la capital defendiendo su Gobierno hasta el fin, como Alberti, María Teresa León y otros escritores de la Alianza de Intelectuales. La capital española, como es de suponer, era un verdadero caos y aún había gente, como el poeta León Felipe, que se negaban a aceptar la derrota y abandonar la ciudad.

Miguel, acompañado del poeta chileno Juvencio Valle, con quién después compartiría una fría celda, acude a la Embajada de Chile para hablar con Carlos Morla Lynch. El Encargado de Negocios le ofrece asilo, pero es un dialogo de sordos, Miguel no está seguro de nada, no sabe dónde ir, titubea y sufre diversas reacciones. No sabe si quiere asilarse, más bien desea salir de España, pero, naturalmente, con su mujer y su pequeño hijo. Morla le aconseja que llegado el momento de la hecatombe final, de no tener otro lugar más seguro, se asile en la Embajada de Chile. Días después, cuando la situación ya era de franca derrota, Carlos Morla pide a Juvencio Valle que busque a Miguel. Pero, luego de una breve entrevista, Juvencio le informa que Hernández ha declarado que no se albergará en sitio alguno porque lo considera como una deserción de última hora.(4)

Neruda señala en sus memorias que Miguel Hernández buscó refugio en la Embajada de Chile, y el embajador de ese entonces, Carlos Morla Lynch, le negó el asilo al gran poeta, aun cuando se decía su amigo. En este episodio en la vida de Hernández aún hoy existen investigadores y ensayistas que sostienen que fue Morla Lynch el que negó el asilo al desdichado poeta. Sin embargo Neruda modificó esta versión en su conferencia Viaje al corazón de Quevedo, dictada en Santiago el 8 de diciembre de 1943. En ella dice que fue el propio Miguel quién no aceptó el refugio: Miguel Hernández no quiso aceptar este asilo. Creyó que podría seguir combatiendo.

El testimonio de María Teresa León nos complementa la situación y nos permite hacer una hipótesis bastante cercana a los hechos:

Recuerdo que Miguel Hernández apenas contestó a nuestro abrazo cuando nos separamos en Madrid. Le habíamos llamado para explicarle nuestra conversación con Carlos Morla Lynch, encargado de negocios de Chile. Miguel se ensombreció al oírlo, acentuó su cara cerrada y respondió: Yo no me refugiaré jamás en una Embajada. Me vuelvo al frente. Nosotros insistíamos: Ya sabes que tu nombre está entre los quince o dieciséis intelectuales que Pablo Neruda ha conseguido de su Gobierno que tengan derecho de asilo. Miguel se ensombreció aún más. ¿Y vosotros?, nos preguntó. Nosotros tampoco nos exiliaremos. Nos vamos a Elda, con Hidalgo de Cisneros. Miguel dio un portazo y desapareció.

El joven poeta no volvió al frente, porque ya no había frente donde combatir. Se refugió en casa de José María de Cossío y el 9 de Marzo, en medio de un Madrid caótico, dejó la capital y emprendió el camino, a pie, en carreta, como pudo, con destino a Cox, donde estaba su familia. Los nacionales ya ocupaban la capital y sus carreteras de salida y Miguel Hernández se encontró con serias dificultades para llegar a su destino. Una vez en Cox, sus amigos le hicieron ver el peligro que allí corría. Su situación en el pueblo no era más segura que en Madrid. Entonces Miguel, desorientado, decide que es hora de marchar. Pedro Collado relata que: Una mañana, sin apenas equipaje, con lo poco que pudimos darle pues el dinero rojo ya no tenía valor, se marchó sin decirnos adónde se dirigía.

El calvarios

A mediados del mes de abril, Miguel Hernández marchó con destino a Sevilla donde esperaba encontrar la ayuda prometida por un amigo. Pero en la capital andaluza ya no había amigos a quien recurrir. Encamina sus pasos a Huelva con destino a Portugal. Ahí intenta cruzar la frontera como último recurso de salvación.

¿Adónde iré que no vaya

mi perdición a buscar?

En este viaje se acrecientan sus desgracias. El 30 de abril de 1939, cuando ya había logrado traspasar la frontera, en Moura, un pueblo fronterizo de Portugal, Miguel es detenido por la policía lusa y entregado a la Guardia Civil en la localidad onubense de Rosal de la Frontera. En medio de un inmisericorde apaleo, el joven prestó su primera declaración. En el acta levantada por la policía se constatan sus más graves delitos; Ser escritor, alistarse voluntariamente contra el Glorioso Alzamiento Nacional y ser miembro activo de la Alianza de Intelectuales.

Su hermana Elvira recordaría años más tarde como se enteraron de su detención: Después nos fuimos enterando que había cruzado la frontera de Portugal y que, al no quedarle dinero, vendió su reloj de oro, que le había regalado Vicente Aleixandre por su boda, y el traje que se hizo para ir a Rusia, las dos únicas cosas de valor que poseía. Pero la policía portuguesa, bien por denuncia o desconfianza, le detuvo entregándole a la Guardia Civil española en Rosal de la Frontera. Lo que sí sabemos, dicho por él, es que allí recibió un trato brutal, hasta el punto de quedar varios días con una afección renal, que le vertía sangre en la orina, pues le obligaban a declarar cosas que ni remotamente sabía; porque al decir que era de Orihuela, de Alicante, se empeñaban en que él tenía que estar implicado en el fusilamiento de José Antonio (Primo de Rivera) que, como se sabe, había sido en Alicante, y que por eso se había querido fugar a Portugal. Sin embargo, él declaró, con su ingenuidad y nobleza que siempre demostraba, muchos datos e informaciones sobre sí mismo que le eran perjudiciales.

A partir de ese arresto en Rosal de la Frontera, Miguel pasó casi seis meses de calvario carcelero. Primero en las prisiones de Huelva y Sevilla, posteriormente en Madrid y por último, a mediados del mes de mayo de 1939, en la cárcel de Torrijos de la capital española, donde se encontraba cuando comenzó a funcionar una cadena solidaria que intentaba librarlo del cautiverio.

Neruda, Alberti y María Teresa León, que estaban en París rescatando refugiados y reivindicando a Federico, no podían olvidar a Miguel Hernández y a los refugiados republicanos que aún permanecían en la Embajada de Chile en Madrid. María Teresa señala lo siguiente en sus memorias: Si, palabras pronunciadas por mí más tristes y rabiosas que elocuentes en una cena que en París y ya acabada la guerra el PEN Club dio a Pablo Neruda, a Rafael y a mí. Vivíamos con Neruda en el Quai de l`Horloge y no sé por qué me confiaron los dos poetas la tarea de contar, entre otras desventuras, la desventura de un poeta encarcelado...

Esa nueva víctima no podían consentirla los intelectuales franceses, tenían que salvarla y así lo hicieron. Anne Marie Comnene asentía con su cabeza a mis palabras. Si, si, debemos salvar a Miguel Hernández. Cuando terminé de hablar, todo estaba decidido. El intermediario del Pen Club para esta petición sería Monseñor Baudrillart y lo libertaron. Seguramente sorprendería a Miguel su libertad, tanto que dicen sus amigos que no pudieron detenerlo y corrió a su pueblecito para abrazar a su hijo y a su mujer.

Neruda también recuerda los hechos y coincide con María Teresa. Aunque, creo, confunde la fecha de su condena a muerte, que como veremos, se produce después de su segunda detención, el 18 de enero de 1940. Dice Neruda:

Miguel Hernández fue detenido y poco después condenado a muerte. Yo estaba otra vez en mi puesto en París, organizando la primera expedición de españoles a Chile. Me alcanzó a llegar su grito de angustia. En una comida del Pen Club de Francia tuve la dicha de encontrarme con la escritora María Anna Comnene. Ella escuchó la historia desgarradora de Miguel Hernández que llevaba como un nudo en el corazón. Hicimos un plan y pensamos apelar al viejo cardenal francés, monseñor Baudrillart.

El cardenal Baudrillart tenía ya más de 80 años y estaba enteramente ciego. Pero le hicimos leer fragmentos de la época católica del poeta que iba a ser fusilado.

Esa lectura tuvo efectos impresionantes sobre el viejo cardenal, que escribió a Franco unas cuantas conmovedoras líneas.

Se produjo el milagro y Miguel Hernández fue puesto en libertad.

Esa puesta en libertad a la que alude el poeta chileno sucedió el día 15 de septiembre de 1939. Otro testimonio que confirma la preocupación de Neruda por Miguel, la encontramos en las memorias de Santiago Ontañón. Este señala que en el verano de 1939, recibió Vergara Donoso una carta que Neruda le enviaba desde París interesándose por la situación de su amigo, quien, según sus informaciones, estaba preso en Madrid.

Tras las averiguaciones pertinentes, Vergara comprobó que lo afirmado por Neruda era verdad, pero que no se había iniciado proceso ni se unía la persona del detenido con el poeta Miguel Hernández, lo que obligó a actuar discretamente.(5)

Inmediatamente después de salir de la cárcel, Miguel se refugia en la imprenta del escultor Víctor González Gil.(6) Este relata que: Cuando salió de la cárcel de Torrijos, yo le acogí y le llevé a la imprenta. (calle Garcilazo 10) ...Todo el mundo escurrió el bulto. Se escapaba con cierta frecuencia. Por la mañana, no, porque en la panadería de enfrente estaba el Jefe de Falange del barrio y podía verle. Sus escapadas me preocupaban, pero no me hacía caso. Un día fue a la Embajada de Chile y, cuando volvió, estaba bastante desanimado. Me dijo que había mucha gente en sus mismas circunstancias.

El desanimo de Miguel estaba totalmente justificado. Su intención era refugiarse en la Embajada de Chile, donde acude acompañado de Juvencio Valle. Lo llevé a la Embajada de Chile, -dice Juvencio- antes de que yo cayera preso, pero no lo recibieron, porque tenían ya 18 españoles refugiados y habían recibido amenazas que si recibían un solo español más constituiría un peligro para la embajada y los refugiados(7) Más, esa visita no fue del todo en vano. En esa oportunidad Miguel conoció a Germán Vergara Donoso, un diplomático chileno que pronto se convertiría en su protector. Desde la embajada, Miguel le escribe a Neruda, le agradece la intervención por su libertad y le anuncia: Me marcho a Chile. Voy a buscar a mi mujer a Orihuela. No es aventurado suponer que Vergara, el nuevo Encargado de Negocios de la Embajada de Chile, le había ofrecido la posibilidad de este viaje.

Josefina y su hijo estaban en Cox. Allí corrió Miguel a abrazarlos. Siguiendo su trágico sino, el 29 de Septiembre, fecha de su onomástico, se dirigió a Orihuela para visitar a los padres de Ramón Sijé. Tras salir de la casa de éstos es delatado por un oriolano y nuevamente detenido. Aquí comienza el final de su largo calvario. A finales de noviembre de 1939 fue trasladado a Madrid, a la cárcel de Conde de Toreno. En enero de 1940 fue juzgado y el día 18 de ese mes, el Consejo de Guerra Permanente Nº 5, lo condena a muerte. En el mismo juicio, que no duró más de una hora y media, fueron juzgadas 29 personas, de las que 17 resultaron condenadas con la pena máxima. En el año 1978, por testimonio de uno de los procesados, se conoció parte del desarrollo del juicio. El abogado defensor de los 29 procesados, un hombre joven y sin experiencia, conoció los expedientes la noche anterior a la vista, no habló con ellos, ni antes ni después. La acusación se tomó seis o siete minutos para encarnecerse con el resto de los acusados, pero se reservó el doble de tiempo para ensañarse en arrojar inculpaciones sobre el poeta. El Presidente del Consejo de Guerra, al preguntar si alguno deseaba alegar razones de inocencia, advirtió que no consentiría largos discursos ni expresiones subversivas. Miguel Hernández, al ser preguntado si tenía algo que alegar, bajó la vista y en un murmullo respondió: Nada.

El acta del fallo que sentencia a muerte al poeta es una de las mayores pruebas de la estupidez humana. El documento contiene los cargos de su condena. Y estos señalan que: se incorporó voluntariamente en los primeros días del Alzamiento Nacional al 5º Regimiento de Milicias pasando más tarde al Comisariado político de la 1ª Brigada de choque.... Dedicado a actividades literarias era miembro activo de la Alianza de Intelectuales Antifascistas habiendo publicado numerosas poesías y crónicas, y folletos, de propaganda revolucionaria. No hay en la acusación ni crímenes, ni atentados contra personas, ni muertes imputables a la acción de guerra. El siniestro documento continúa considerando que: los hechos que se declaran probados constituyen un delito de ADHESIÓN a la rebelión, de cuyo delito es responsable en concepto de autor el procesado por participación directa y voluntaria. Por lo tanto, en vista de tan viles delitos, al honorable jurado no les queda otro camino que fallar en consecuencia: VISTOS los artículos citados y demás de general aplicación. FALLAMOS que debemos condenar y condenamos al procesado MIGUEL HERNÁNDEZ GILABERT, como autor de un delito de adhesión a la rebelión a la pena de MUERTE.

Se le juzgaba por incorporarse voluntariamente a defender la República democráticamente establecida en su país. También por ser escritor y pertenecer a la Alianza de Intelectuales. Todos estos hechos constituían un delito de rebelión. Se le condenaba a muerte, en una circunstancia en que los rebelados ante la República habían sido los mismos que dictaban condena.

La confirmación de la sentencia, hecha por la Auditoría de Guerra el 30 de Enero, no dejaba lugar a dudas en la validez del proceso. Considerando que: el procedimiento aparece tramitado con arreglo a Derecho sin que en él se adviertan defectos ni omisiones que afecten a su validez, que la prueba ha sido apreciada con un criterio racional, que es asimismo acertada la calificación legal de los hechos, y para la fijación de la pena el Consejo de Guerra se ha mantenido dentro de los limites a que le autoriza el artículo 172 de Código de Justicia Militar que regula el arbitrio judicial. Pero dejan en suspenso la ejecución del condenado hasta tanto se reciba el enterado de S.E. el Jefe del Estado. Esta era la fórmula usada para que el Jefe del Estado interviniera de forma magnanima perdonando vidas amenazadas por los tribunales militares.

La muerte

Son varios los testimonios cercanos al poeta condenado a muerte. Uno de ellos es el de Antonio Buero Vallejos, quien por esos días le dibujó un retrato en la celda que compartían y donde mantuvieron coloquios inolvidables mientras soportábamos con entereza la condena a muerte, y con él compartí parcos alimentos que nuestros familiares se quitaban de la boca para sostener nuestros decaídos cuerpos. Y ante aquel enfrentamiento con la más verdadera postrimería, Miguel y yo hablábamos de lo que realmente nos colmaba. Del oscuro destino de España, por supuesto; de lo que haríamos o no haríamos si conmutaban nuestra condena, también. Pero, sobre todo, de lo más importante. Y lo más importante ante la probable extinción seguía siendo el arte, seguía siendo la poesía.(8)

El nuevo Encargado de Negocios chileno en España -el Embajador era Manuel Bianchi- se preocupó de la infeliz situación del poeta desde el primer momento de su nueva detención. Germán Vergara Donoso lo visitó regularmente en la cárcel y socorrió también a su familia con envíos de dinero para paliar su precaria situación. Ya no es un misterio el origen de esta ayuda económica. La Alianza de Intelectuales de Chile, fundada por Neruda en 1937, pidió expresamente al Gobierno chileno la protección del oriolano. Vergara Donoso así lo señala, en 1958, a una revista chilena: Ya preso por segunda vez, recibí avisos, entre otros de Pablo Neruda, sobre la situación de Miguel Hernández, junto con el encargo de ocuparme de él. Hice todo lo que tuve en mi mano por evitar su condena a muerte...

Después de cinco meses de incertidumbre, mediante un decreto de Francisco Franco, fue conmutada la pena capital del condenado por la inmediatamente inferior, es decir, 30 años de cárcel.

En otro de sus gestos de nobleza, Miguel ocultó a la familia su condena. Su hermana Elvira explica que ellos no supieron que al mes siguiente de su traslado a Madrid fue juzgado y condenado a muerte. Bien hizo Miguel al silenciar la terrible noticia, pues el sufrimiento de todos hubiera sido tremendo, y, principalmente mi madre, que no sé si hubiera podido soportar los meses de cruel incertidumbre hasta que le conmutaron la pena por treinta años.

A partir de esta conmutación comienza para el oriolano otro calvario, su paseo por las distintas prisiones españolas. En las frías celdas de la cárcel de Palencia se le declaró una neumonía que le produjo una grave hemoptisis: Hube de salir enfermo y con una hemorragia muy grande. Así lo dice el poeta en cartas a sus amigos. En las misivas a su esposa denota su cuidado por no preocuparla. Pero estas cartas, además, nos permiten pensar que la enfermedad que finalmente lo llevó a la muerte, ya estaba incubada en sus pulmones. Los traslados de prisiones, que sumarán hasta 13, le llevan, el 24 de junio de 1941, por gestiones de Germán Vergara, hasta el Reformatorio de Adultos de Alicante cuando ya en las frías celdas del penal de Ocaña ha contraído la tuberculosis. Cuenta Elvira Hernández que: En el tiempo que estuvo en ese Penal no cesó de estar en contacto con sus más apreciados amigos, entre ellos Vicente Aleixandre, con el fin de que gestionaran su traslado a Alicante. También intervinieron de la Embajada de Chile, con lo que se veía la mano de Neruda nuevamente. Parece que en principio había dificultades pues la prisión de Alicante no era apta para cumplir condenas de 30 años, que era la que él llevaba...

En la cárcel de Alicante, cerca de su familia, la comunicación con el prisionero tampoco fue fácil. Al joven poeta se le aplicó toda la severidad del régimen carcelario. El primer mes en esa prisión Miguel tuvo que pasar por el período de incomunicación y, una vez sacado de su aislamiento, cuando se disponía a estar con los suyos después de un año y medio de no verlos, tampoco fue posible. Pudo abrazar a su pequeño hijo unos breves instantes. A su esposa sólo pudo verla a través de las rejas del locutorio.

A finales de año se agrava su estado físico; se le declaró una grave lesión en el pulmón izquierdo con contagio del derecho, contrayendo también el tifus. Las altas fiebres lo mantienen postrado en la enfermería de la cárcel. Era tal la debilidad del poeta que a dos visitas de Josefina no pudo acudir por que no se mantenía de pie. En las misivas a su esposa, Miguel se queja amargamente: Manda inmediatamente tres o cuatro kilos de algodón y gasa, que no podré curarme hoy si no mandas. Ayer se me hizo la cura con trapos y mal. Salvo en dos oportunidades, el 27 de Enero y el 5 de Febrero de 1942, en que fue autorizado a salir de la cárcel para ser reconocido por los médicos del Hospital Provincial y en el Dispensario Antituberculoso de Alicante, la atención dentro de la enfermería carcelaria era un verdadero desastre. Miguel clamaba a su familia: Quiero salir de aquí cuanto antes. Se me hace una cura a fuerza de tirones y todo es desidia, ignorancia y despreocupación.

Su hermana Elvira recuerda con amargura esos desesperados días en que hacían gestiones para trasladarlo al Centro Antituberculosos de Valencia: Con todo esto, nos veíamos impotentes atender debidamente sus peticiones, sus llamadas de auxilio, y, la más dolorosa, la de su traslado como única esperanza de salvar la vida. Muchas veces tropezábamos con la imposibilidad material de hacerle el envío de algunas cosas que pedía, pues escaseaban o tenían precios altos. Josefina recibía algunas ayudas, como las de Vicente Aleixandre, de Pablo Neruda a través de la Embajada de su país, y algunos más, pero su situación familiar y el gasto diario para el cuidado de Miguel suponían un esfuerzo insuperable para todos.

En algunas biografías del poeta se cita su matrimonio religioso como un acto de final contrición. Sin embargo existió un motivo mucho más poderoso. Las visitas de su mujer, que se habían intensificado en número, al estar él cerca de su lugar de residencia, se hacían más dilatada en el tiempo al no reconocer las nuevas autoridades el matrimonio civil celebrado en tiempos de la República. En una carta escrita a su esposa le dice que se prepare pues el día 4 de marzo se celebraría el acto de matrimonio, añadiendo que; lo que para ella era un motivo de alegría, para él era de una gran pena, ya que siempre se había considerado casado desde que contrajeron matrimonio en el año 1937. Esta, y la posibilidad del trasladado a Valencia, fue la causa de que el poeta accediera al matrimonio eclesiástico.

Entre los recuerdos que difícilmente podrán separarse de mi pensamiento, -dice Elvira Hernández- es aquel día en que se efectuó la ceremonia, allí, junto a la cama. Apenas nos atrevíamos a mirarnos, ni a pronunciar palabras. Sentíamos sobre nosotros como un sonido mortificante la respiración entrecortada de Miguel, que miraba fijamente a Josefina, allí, a su lado, que nos miraba a todos con ojos inmóviles, como si todas sus sensaciones estuvieran concentradas en su pensamiento, en el fondo de sus sentimientos. Sólo se oían las palabras breves del capellán, pues fueron unos minutos solamente, ya que según supimos después el acto se efectuó como si fuera in artículo mortis, habida cuenta del estado de Miguel.

Recién después de celebrarse la ceremonia religiosa se cursó la petición del traslado al Hospital Penitenciario de Porta Coeli. Las gestiones de sus amigos, entre ellos Germán Vergara, chocaban con la persistente indiferencia de las autoridades carcelarias. Varios connotados biógrafos del poeta, entre ellos el profesor Agustín Sánchez Vidal y Ramón Pérez Alvarez, afirman tener testimonios que aseguran que el mayor obstáculo para dicho traslado fue Luis Almarcha, entonces Vicario General de Orihuela y Procurador en Cortes por designación directa de Francisco Franco. La supuesta negativa de su ex protector y mecenas para interceder por el urgente traslado, estaba fundada en el distanciamiento de la Iglesia que había tenido Miguel en su metamorfosis literaria.

Elvira Hernández recuerda haber preguntado a Miguel, después de una visita que le hiciera Luis Almarcha, si creía que éste influiría en su pronto traslado al sanatorio. Miguel dejó pasar unos instantes para contestar y, como si hablara consigo mismo, le oí decir con palabras entrecortadas: Si, ha venido... ha venido Almarcha, y me ha mandado un padre jesuita..., yo que necesito curarme me hablan de la fe, del alma...; si, han venido... como a comprobar que ya no saldré de aquí, como si temieran que algún día yo salga de aquí...

La autorización de traslado tardó absurdamente. Llegó el día 21 de marzo, pero el cauce de la enfermedad ya se hacía irreversible. Miguel Hernández, Miguel de España, a quién Neruda llamara "Hijo mío", y de quién un día esperó que cumpliera el deber de decir junto a mis huesos algunas de sus violentas y profundas palabras, expiró en la madrugada del 28 de marzo de 1942, víctima de la tuberculosis desarrollada con el hambre, la falta de cuidados y la desidia de los que podían haber salvado su vida.

La ironía del destino o un pesado sentimiento de culpabilidad hicieron proseguir la siniestra pareafernalia judicial. El 13 de abril de 1942, el Capitán general de la 10º Región, se interesó ante el Juez de Ejecutorias en recibir información sobre el procesado. En el mes de mayo, el secretario del Juzgado remite la información requerida copiando el acta de sentencia y la posterior conmutación. La Comisión Central de Examen de Penas estimó oportuno conmutar la pena a veinte años y un día de reclusión mayor. Así se trasladó, en diciembre de 1943, al Ministerio del Ejército, quien dictó resolución favorable en enero de 1944. A casi dos años de su muerte, el poeta recibía una nueva gracia en su condena.

Notas

1.- Revista Aurora de Chile, Nº 13, Santiago, 4 de agosto de 1939.

2.- María T. León, Memoria de la melancolía. Bruguera, Barcelona, 1982

3.- Hermanamiento Miguel Hernández-Federico García Lorca. Fuentevaqueros 1990. Patronato Cultural Federico García Lorca. Granada.

4.- Carlos Morla Lynch. Memoria presentada al Gobierno Chileno. (citado por Juan Guerrero Zamora en: Proceso a Miguel Hernández...)

5.- Santiago Ontañón/José María Moreiro. Unos pocos amigos verdaderos. Fundación Banco Exterior de España. Madrid, 1988

6.- Manuel Muñoz Hidalgo, Cómo fue Miguel Hernández. Barcelona, Planeta 1975. (Citado por Juan Guerrero Zamora)

7.- Raúl Mercado. Conversación con Juvencio Valle. Revista Araucaria de Chile, Nº 13, Madrid, 1981.

8.- Hermanamiento Miguel Hernández-Federico García Lorca. ob. cit.

Artículo publicado en la revista Realitat, N°69, Barcelona, Tercer trimestre 2002. pp.38-46.

http://www.pce.es/foroporlamemoria/documentos/mellamobarro.htm 


Anarquismo - Antiglobalización  -  Antivirus  -  Archivo Sonoro  -  Argentina  -  Bibliografía/Citas  - Brasil - CGT - CCOO -   Ciencia - CineColombia -  Contactos / Foro - Convenios ColectivosConvocatorias  - Convocatorias defensa FERROCARRIL  -  Correo recibido  -  Chile  -  Cuba  -  Documentos -  Documentos militante -  Ecología -  Economía -  Empleo -  Enlaces -  EE.UU. -  EuropaFormación -  Fotografía - HumorHUELGA GENERAL  - Infancia - LegislaciónLiteratura  - Memoria HistóricaMéxico - Mujer-   Mundo Insurgente - Mundo del Trabajo -   No Fumar -  Organigrama -  Palestina -  Plan de trabajo -  Prensa -  Problema Español -  Profesionales y Comunistas -  Resoluciones  - Sáhara Occidental - Salud - SIDA - Sexualidad -   Software Libre -  Venezuela -  XVI Congreso Federal y  -  VI Congreso de Madrid - Yugoslavia
Volver a la página de inicio

Novedades


Sitio web de la Agrupación de Profesionales del Partido Comunista de Madrid  - http://www.profesionalespcm.org 
Los comentarios son bienvenidos
(profpcm@profesionalespcm.org): Carta a profpcm@profesionalespcm.org
Teléfono: (+34) 91 539 20 05 Fax. 91 539 03 37
Domicilio Social: C/Fray Luis de León, 11 - Esc. 2-2º (28012) Madrid. 

Estamos en obras y creciendo. Envíanos tu aportación, o comentarios via formulario.
Recomendado reproducir material citando su procedencia..Impreso en papel reciclado y reciclable