UN PAÍS DE OBREROS DE DERECHAS O DE CÓMO HEMOS PERDIDO LA CONCIENCIA DE CLASE
(Réplica a Antonio López del Moral por su artículo Un país de obreros de derechas. Rebelión 26 de mayo de 2003)
(1)
Beatriz Martínez
29 de mayo de 2003
Uno puede creer o no creer que aun había esperanza para la población española. Cada uno y cada cual piensa que es dueño de sus creencias. Pero permítasenos argumentar que se equivoca.
Frente a los hechos cuantitativos de los votos coleccionados por el PP, el PSOE, IU, PNV. - porque las reglas democráticas dadas hoy para todos en el Estado Español son como aquellos álbumes que coleccionábamos de pequeños, las papeletas de voto los cromos que pegamos en él, las campañas electorales los momentos en que cambiamos los cromos repes y el resultado es que casi nadie llega a rellenarlos por completo- decíamos, que del número de votos en las elecciones municipales inferir, así tan categóricamente y de un plumazo, que somos un país de obreros de derechas es cuando menos una afirmación que no se sustenta, no ya en la lógica del pensamiento racionalista, sino desde el mínimo rigor exigible a un pensamiento de izquierdas. Explicamos por qué.
En primer lugar, para que un pueblo se levante indignado frente al expolio de que es -y haya sido- objeto es necesaria una toma de conciencia colectiva. Tomar conciencia de la clase a la que se pertenece, definir los intereses comunes, crear y extender el pensamiento y la palabra obrera independiente de la palabra y el pensamiento de los dueños de nuestros medios de subsistencia, y concebir la vida como lucha de clases -siempre virulenta, siempre teñida de sangre, con avances y retrocesos- es un largo y complicado proceso que, por la importancia que tiene para el futuro de los pueblos de la tierra, merece una más larga atención y estudio de la que pueda prestarse en estas u otras pocas líneas. Pero no por ello debemos obviar la expresión de la conciencia colectiva por el solo hecho de que no la compartamos, o despreciarla, como en la fábula de la zorra y las uvas, sino tratar de comprendarla, para intentar -al menos- hacer una lectura de la realidad concreta en la que vivimos lo más objetiva posible desde una óptica liberadora, es decir, abandonando la idea de un país, un pueblo, organizado entre "los buenos y los malos", "los listos y los tontos" "los sabios y los ignorantes", es decir, vivir la realidad con la honestidad intelectual que debe presidir una óptica de izquierdas.
Es por ello que se nos hace necesario aproximarnos a las causas más inmediatas que han dado lugar a estos resultados electorales.
Recordemos que para que nuestro país entrara en la ONU (1955) e ingresara en la UNESCO (1952) fue necesario -aunque no condición sine qua non- que la Cámara de Representantes (USA) en 1950 aprobara un primer crédito a favor de España. Después vino el famoso Plan de Estabilización, (1959) de acuerdo con las direcrices de la OCEDE y del FMI. Amén de la contención del crédito y de los gastos públicos, la no emisión de deuda pública y el establecimiento de un tipo de cambio de 60 pts/dólar, lo que más impactó en la clase trabajadora fue la congelación de los salarios. Y de la mano de aquel vinieron Los Planes de Desarrollo, que sólo eran indicativos para el sector privado y de obligado cumplimiento para el sector púbico.
Recordemos cómo la clase trabajadora tuvo que emigrar a Europa y cómo el desarrollo no se veía por ningún lado. Pero sí se percibían cambios en el común de las gentes: la inmersión en nuestra cotidianidad de los productos de origen extranjero, sobre todo estadounidenses; se impregnó la sociedad española de la posibilidad, dentro de las penurias diarias por sobrevivir, del consumo y del uso de productos que nos identificaran, no como uno de los países más atrasados de Europa, sino como un país en desarrollo porque -endeudándonos hasta las cejas- vestíamos y comíamos productos civilizados.
Pero hay que tener muy presente también el hecho de que, huérfanos como estábamos de un cuerpo de maestros, de intelectuales, de científicos dignos de llamarse como tales -con alguna excepción que confirma la regla- la educación no se hizo "casi" obligatoria hasta 1970. Por eso fue crucial el papel que tuvieron principalmente, entre otras organizaciones, las Comisiones Obreras y el PCE hasta pasada la muerte del dictador, construyendo un criterio de realidad entre la clase trabajadora distinto al imperante, haciendo a duras penas una labor de difusión cultural, de acercamiento al conocimento y la palabra obrera y de clase, aparejándolo a la lucha por la conquista de las libertades y al cambio de las estructuras políticas.
Recordemos ahora nuestra Transición Democrática. El precio a pagar por los mayores de edad para "ir a la escuela sólo a votar cada cuatro años" y que las urnas abrieran su boca, fue el que nuestras bocas quedaran cerradas con la palabra consenso. Para dejar de matar -fusilamientos de 1974, sangrientos sucesos en Vitoria y Montejurra en marzo y mayo de 1976, asesinatos de Arturo Ruiz y de los abogados laboralistas de Atocha en enero de 1977- era necesario que la izquierda autoreprimiera su palabra de clase.
Este acto de violencia ejercida sobre los trabajadores y trabajadoras en el Estado Español ha sido y sigue siendo ninguneado -corriéndose un vergonzante velo- en las páginas de nuestros diarios impresos y electrónicos de casi todas las organizaciones políticas de izquierdas. Porque los mecanismos para silenciarnos van más allá de los productos pseudoculturales masivamente consumidos. La mejor Operación Triunfo que se ha filamdo en España en los últimos tiempos es el proceso de cooptación de los líderes de los trabajadores para la cuasa del consenso, de la paz social firmada por gobiernos, patronal y sindicatos para que puedan seguir teniendo continuidad las viejas y nuevas directrices del FMI, BM, OMC con las transnacionales de la mano, tanto monta monta tanto unos como otras en el nuevo mundo globalizado que se ha diseñado al efecto para nuestro bien y nuestra seguridad. Porque lo que no puede dejar de tener continuidad es la congelación de salarios, los incentivos al sector privado en detrimento de lo público que, con variantes locales y cegados en los momentos del espejismo por conseguir el tan ansiado y prometido "Estado del Bienestar", no ha variado de línea desde 1959 hasta la fecha.
Y del arco político de izquierdas sólo dejar aquí la picelada de que el PCE se transformó en un partido comunista monárquico constitucionalista a base de perestroikas internas y de esperanzas de lucha de clases pero sin clase, frustradas en las sucesivas elecciones sobrevenidas. ¡Menuda herencia para una IU en tiempos de la supesta "muerte de la historia" y muerte real del intento socialista en el siglo XX!
Efectivamente, aquí disponen de más euros a fin de mes un taxista, un fontanero, un frutero. que si estuvieran sujetos a salarios de convenio. No sólo. Bien se han encargado los consensuadores de no dejar tejido productivo alguno en pie, ni público ni privado. Todos hemos de levantar la "patria", con nuestro esfuerzo individual, con nuestras tradicionales castañuelas para turistas, con nuestros dineros y los de los patronos todos juntitos para que obtengamos beneficios o pelotazos. -Algo caerá en el reparto- Así al escuchar en cualquier cadena de televisión y tratar de poder diferenciar los discursos de unos líderes sindicales y políticos de otros y estar además en la creencia de votar a la "derecha" o a la "izquierda" es como exigir con arrogancia que un analfabeto lea y comprenda el Quijote con sólo mirar la portada.
Vistas las cosas de este modo, el voto al PP es coherente con el proceso educativo-cultural-histórico que ha venido dándose por aquí y por allá en nuestro suelo patrio. Las generaciones que hoy convivimos en nuestro Estado han sido educadas por aquellos que defendieron "la libertad y el cambio democrático", formadas en la violencia del peor de los consensos posible: el que nos forja en la cabeza la sumisión, la permisividad de la explotación; el que nos ayuda a tolerar el Pretige; la guerra en Yugoslavia, en Afganistán, en Iraq o en cualquier lugar del planeta; el consenso de manifestarnos masivamente contra la guerra junto al consenso de que 62 militares muertos en "acción humanitaria" bien merecen una misa; el consenso generalizado de que cada uno, al final, tiene lo que se busca. El consenso de que no nos es posible cambiar nada, que es mejor que nos lo cambien desde fuera de nosotros; el consenso de qué pena, Dios, qué pena. El consenso de que si no consensuamos somos violentos y terroristas. Mientras, se desgranan ante nuestras narices las estadísticas de muertos por diversas y clasificadas causas: violencias domésticas y laborales, públicas y privadas, por accidente de tráfico o terrorismo, muertes de bebés y de inmigrantes .y se oculta intencionadamente la violencia intrínseca que genera el sistema de producción capitalista. Para la apropiación privada de los frutos del trabajo colectivo se ha utilizado siempre el mismo método repetido a lo largo de la historia: el uso de la violencia a través de las armas o del discurso ideológico siempre presente en todas las instituciones.
Porque este discurso y práctica política - ejercido de forma sistemática en los tiempos de los gobiernos del PSOE, con las más duras reconversiones industriales habidas; con la OTAN de entrada no, pero luego sí; con la guerra sucia en las cloacas del Estado; con una LOGSE que no ha logrado ordenar un sistema educativo heredado del franquismo (LGE de 1974); con la permisividad y el ejercicio de la corrupción política; y con perfiles neofranquistas en los gobiernos del PP- ha calado tan hondo en nosotros que consumimos política del mismo modo en que vamos a hacer la compra al Alcampo o al Hipercor.
¿Es posible distinguir en este Gran Hermano del arco parlamentario dónde están los "nuestros" y dónde no lo están? ¿Es posible la reversibilidad de la lobotomía colectiva practicada desde los círculos del poder cuando afirmamos sin ningún género de duda que somos capaces de distinguir a la verdadera derecha de los obreros de derechas?
Para poder responder también con un mínimo de rigurosidad, en segundo y último lugar hemos de constatar también otro hecho que se manifiesta a la hora de organizarnos en el mundo asociativo sin ánimo de lucro individual o colectivo, en el mundo sindical o en cualquier activiad socio-política. Y es el siguiente: los trabajadores ya no elaboramos nuestro propio discurso, éste ya viene preparado, con indicación expresa de sus componentes, con sus conservantes, colorantes y fecha de caducidad puesta en la etiqueta del ideólogo fabricante que, además de estar por la labor de un mundo ecológicamente sostenible, también usa envases de pensamiento reciclable y nos ofrece una exquisita presentación del producto en soporte papel y/o multimedia. No exageramos. La propaganda se ha convertido en el modo/medio de subsistencia para la expresión/expansión del pensamiento hoy día. ¿Dónde encontrar la palabra liberadora de los obreros actuales de izquierdas? ¿Qué Palabra elaborada desde la clase de pertenencia que nos diferencie y diferencie los actos de explotación de los actos que nos conduzcan a superar el actual estado de cosas? ¿Acaso está en la tremenda atomización de las palabras vertidas en los tantos movimientos contra la globalización? ¿Acaso está en las campañas electorales?
De la propagación del pensamiento único no merece la pena extenderse mucho, con sólo mirar y ver a nuestro alrededor basta. Es el Hotel Glamour de los media quien nos sostiene machaconamente en la idea de que aun había esperanza para la población española y desgraciadamente, parece que ha sido así. Vivirnos desesperanzados, abandonados a nuestra suerte por el hecho de haber echado un simple palelito con unos nombres impresos en una urna y haber salido mayoritarios los papelitos de la "opción conservadora" no es causa suficiente para que se nos haga creer que ya estamos condenados todos a la ceguera para el resto de nuestras vidas. El pensamiento mítico, aquel que presupone la existencia de un destino irrevocable para el ser humano está muy de moda. Mucho más desde que Bush reza antes de ponerse a matar como un poseso y Aznar reza en comunión con el papa acompañado de toda su familia juntita.
Quienes crean son muy dueños de hacerlo. Pero puede que algún incrédulo les pregunte para qué sirve la creencia cuando damos por cierto algo que nuestro entendimiento no alcanza a comprender o no podemos demostrarlo. Luego, no es muy conveniente en tiempos de incertidumbre afirmar tan rotundamente creencias porque se disuelven en el devenir cotidiano sino aplicamos unas simples gotitas de razón crítica a la esperanza.
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Un país de obreros de derechas
Antonio López del Moral
En fin, uno creía que aún había esperanza para la población española, que a pesar de Operación Triunfo, Gran Hermano y Hotel Glamour, la lobotomía colectiva practicada desde los círculos de poder a través de la televisión todavía era reversible. Desgraciadamente, parece que no ha sido así.
¿Qué valoración, si no, hacer de los resultados electorales que acaban de producirse? ¿Qué tiene que hacer el PP para que la gente deje de mostrarle la grupa? ¿Acaso es necesario que después de pisotearnos nos escupan y orinen encima para que por fin reaccionemos? La única explicación más o menos evidente es que ha votado el bolsillo. Resulta vergonzoso y vergonzante que asuntos como la falta de democracia, el recorte de libertades, la represión, la paulatina supresión de los servicios públicos, el reparto de los mismos entre empresas privadas adjudicadas a dedo y como consecuencia de ello la menguante calidad de la sanidad, de la educación, de los transportes, el disparate de la vivienda, la sangrante precariedad laboral, la ignominia de la televisión pública, la lamentable actitud del gobierno antes, durante y después de la guerra, la dejación de responsabilidades ante el desastre ecológico del Prestige, resulta patético, digo, que todas estas cuestiones pesen menos en la balanza que la coyuntural y temporal bonanza económica de la que unos pocos disfrutan. Dicen que no hay nada más imbécil que un obrero de derechas. Esa es la triste realidad de la España de hoy: somos un país de obreros de derechas.
Porque no nos engañemos: obreros son, aunque quieran dárselas de otra cosa votando al PP, todos esos pequeños y medianos empresarios que forman parte sustancial de su tejido electoral.
Obreros de derechas son los peperos que regentan videoclubes, asadores de pollos, fruterías, bares, obreros de derechas son los porteros del barrio de Salamanca de Madrid que se inclinan al abrir las puertas de los Mercedes de los que descienden sin mirarles los señores a los que votan, obreros de derechas son los dueños de las peluquerías que no quisieron cerrar durante la huelga, y que esgrimen argumentos tan egocéntricos como "a mí no me regalan nada los de la izquierda", obreros de derechas son también los trabajadores de a pie que no votan porque "son todos unos ladrones", obreros de derechas son los taxistas que dicen que "a la izquierda no, que me quitan lo que yo gano con mi esfuerzo". Un obrero de derechas es aquel que no ve o no quiere ver más allá de los cuatro céntimos que ha reunido, y al que lo único que interesa es poner el aire acondicionado o la tarima de su pisito del extrarradio. También lo son los empleados de banca que se han visto obligados a hacerse un plan de pensiones privado, porque la seguridad social ya no las garantiza, y que, temerosos de perder sus ahorros, apoyan la opción conservadora.
Obreros de derechas son los contratados temporalmente que justifican la precariedad laboral con el argumento de que "hay mucho vago que vive del cuento", obreros de derechas son los que entienden que las privatizaciones de los hospitales, de los transportes o de los colegios mejoran su funcionamiento porque así "esos mangantes que no dan ni golpe ya no tienen garantizado el puesto". Qué pena, Dios, qué pena. Y mientras tanto la verdadera derecha, la que se llena los bolsillos a raudales con la especulación inmobiliaria, con la información financiera privilegiada, con las prebendas políticas, con las OPAs hostiles, la derecha de los bancos, de los holdings, de Gescartera, toda esa auténtica derechona frotándose las manos. A estos idiotas, pensarán, les podemos quitar la seguridad laboral, el derecho a la huelga, la libertad de información, les podemos quitar hasta los pantalones y el orgullo, porque luego les dejamos que rebañen la cazuela y laman el plato, les damos las sobras y se conforman. Y encima llaman guapo a Aznar.
Si es que no se puede estar más ciego...
Tomado de www.rebelion.org
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