Exposición
de motivos
Trabajos
recientes de historiadores y periodistas están dando a conocer,
ampliamente, uno de los aspectos más siniestros y silenciados de la
dictadura franquista: los campos de concentración y los destacamentos
de presos políticos o batallones de trabajadores, que hasta casi 30 años
después del fin de la guerra civil se usaron para la reconstrucción
del país. Y así fue. Aquella cínica paz se construyó, en la
postguerra, sobre la base de 900 centros de privación de libertad:
194 campos de concentración, 217 batallones de trabajadores, 87
batallones disciplinarios, 2 batallones de especialistas y 200
prisiones. Durante décadas, un espeso silencio ha ocultado un tema
que marcó las vidas de centenares de miles de españoles. No
obstante, aún es posible rastrear en el recuerdo y en el paisaje las
huellas de su memoria, de lo que se debía saber y no saber, de cómo,
durante el franquismo y la transición, se alimentó la amnesia histórica,
provocando graves lagunas en nuestra memoria colectiva.
El
pueblo de Belchite es un escenario emblemático de la guerra civil que
reúne vestigios, algunos visibles, otros ocultos, tanto de la guerra
como del franquismo. El 24 de agosto de 1937 el Ejército republicano,
al mando del general Pozas, en la ofensiva que debía haberles llevado
hasta Zaragoza, inició la batalla para recuperar Belchite, que
resistió el asedio hasta el 6 de septiembre. El 10 de marzo de 1938
las fuerzas sublevadas de Franco tomaron el pueblo. El dictador,
cuando inauguró el pueblo nuevo, en 1954, expresaba así su devoción
por el lugar: " Belchite fue bastión que aguantó la furia
rojo-comunista. En los frentes de batalla y en las guerras a unos les
corresponde ser yunque y a otros maza. Belchite fue yunque, fue el
reducto que había de aguantar mientras se desarrollaban las
operaciones del norte. Belchite tenía que poner el pecho de sus hijos
para que fuese posible la victoria. Y de aquella sangre derramada, de
aquel esfuerzo heroico de hombres, mujeres y niños, de ahí nació
nuestra victoria."
Franco
quiso mantener intactas las ruinas del viejo Belchite como símbolo de
su victoria, para que nadie nunca olvidara, y mandó construir un
pueblo nuevo, homogéneo, sobrio de casas casi en formación militar.
Ahora que las ruinas del pueblo viejo prácticamente han desaparecido
debido al desgaste del tiempo, empezamos a conocer la otra cara de la
historia, la que ha sido silenciada: gran parte del pueblo nuevo fue
construido por presos políticos republicanos. Entre 1949-1945, la
dirección general de Regiones devastadas instaló un destacamento
penal en Belchite, en la que trabajaron en condiciones inhumanas una
media de mil presos. Brunete, Belchite, Teruel, enclaves que habían
supuesto la esperanza republicana, fueron los primeros lugares donde
Franco envió presos a realizar trabajos forzados. El ánimo de
venganza era evidente, según se desprende de la primera Memoria del
Patronato para la Redención de Penas, enviada al dictador en 1939:
"Afortunadamente la dirección general de regiones devastadas ha
comenzada a emplear a muchos centenares de reclusos dando, en su
ejecución, a esa importantísima tarea un hondo sentido de reparación
moral y de justicia histórica, pues hace participar en la restauración
material de España a aquellos mismos que directamente contribuyeron a
destruirla."
Las
huellas de la guerra y del franquismo en Belchite son palpables: en el
pueblo viejo hay un monumento a los caídos por Dios y por España en
el que aún se celebran actos falangistas, las calles del pueblo nuevo
mantienen las placas originales : plaza del Generalísimo, calle de la
Victoria, 18 de julio, Calvo Sotelo, avenida José Antonio Primo de
Rivera. Y hasta hace pocos años, enfrente del Ayuntamiento, había un
monolito con la inscripción: "Yo os juro que sobre estas ruinas
de Belchite se edificará una ciudad hermosa y amplia como homenaje a
su heroísmo sin par. Franco", pero debido a que fue derribado
"por los otros" infinidad de veces, el Ayuntamiento desistió
de reconstruirlo.
En
cambio, la memoria de los caídos republicanos y de los presos
utilizados como mano de obra para construir el pueblo sobrevive, únicamente,
en el recuerdo de los más mayores. Queda eso sí el lugar donde
estuvo el llamado campamento, el campo de concentración donde
vivieron los presos republicanos y las naves que sirvieron de
dormitorios, talleres y almacenes de materiales de construcción. Los
restos de una torreta de vigilancia y del muro derruido que rodeaba el
recinto, delatan, si alguien cuenta la historia, la existencia del
campo.
Muchos
otros lugares como el Valle de los Caídos, que pretendió ser el
monumento y símbolo de una época y que fue erigido con el sudor y la
sangre de centenares de presos políticos republicanos, y en dónde
todavía hoy puede verse una placa que dice " Por Dios y por España",
ignorando a todos aquellos que perdieron parte o toda su vida durante
su construcción. Fueron, igualmente, prisioneros políticos del
franquismo quienes reconstruyeron otros pueblos y ciudades Brunete,
Oviedo, Teruel, Toledo, Huesca, Lleida, Gernika, Amorebieta, Éibar,
Potes, Quinto de Ebro, Mediana de Aragón, Puebla de Albortón,
Boadilla del Monte, Villamanín, Vilanova de la Barca, Sabiñánigo o
Figueres, entre muchas otras poblaciones. Prisioneros políticos
quienes construyeron obras hidráulicas como los embalses del Ebro,
Benagéver, Entrepeñas, Pálmaces, Mediano, Riosequillo, Revenga,
Barasona, Mansilla de la Sierra, González Lacasa, El Cenajo, Torre
del Águila, Barrios de Luna, Yesa, San Esteban y Linares, la Real
Acequia del Jarama, canales como el Bajo del Guadalquivir, Bajo del
Alberche, Montijo, Jarama, Bárdenas, Monegros, Toro-Zamora, Bierzo,
Badarán y Linares del Arroyo, amén de saltos como los del Nansa y el
Sil.. Trabajaron también en las minas de mercurio de Almadén, en los
pozos María Luisa, Fondón y San Mamés de Duro Felguera, en las
minas de antracita de Fabero y en muchas otras empresas mineras, en
Asturias, Leñón, Pontevedra, Lleida, Ourense, Teruel, Albacete,
Murcia y Cartagena, por ejemplo, y lo hicieron asimismo en gran
cantidad de obras públicas, como en la construcción del ferrocarril
Madrid-Burgos, Zamora-A Coruña, Tudela de Veguin a Lugo de Llanera,
Pedernales-Bermeo o la inconclusa Santander-Mediterráneo, así como
en la primera estación ferroviaria de Chamartín, en Madrid, y en
carreteras como las de Canfranc, de la carretera de A Coruña a El
Escorial, variantes de carreteras como las de Madrid-Valencia Puerto
Contreras, Honrubia, Oropesa, los puertos del Escudo y del Arzobispo,
el túnel de Vielha...
Todavía
hoy hay vecinos del pueblo de Belchite que aseguran que el pueblo lo
destruyó la República. Franco consiguió tergiversar la historia.
Siempre habrá que apelar al rigor histórico para restituir la verdad
hasta en lo más evidente: Franco fue el sublevado contra la República
y contra el gobierno democrático elegido en las urnas. El ejército
republicano defendía la legalidad. Lo esencial aún no está claro
para mucha gente y queda mucho por saber. Todavía no es tarde para
que nuestra historia más reciente no caiga para siempre en el olvido.
Por
todo ello se presenta la siguiente proposición no de Ley:
"El
Congreso de los Diputados insta al Gobierno a que:
1.
En colaboración con las administraciones autonómicas y locales
afectadas, se proceda a la retirada de todos los símbolos, placas,
nombres de calles que aludan al régimen franquista por agredir al
Estado Democrático y de Derecho surgido tras la Constitución de
1978.
2.
En honor a la memoria colectiva y a la verdadera historia de nuestro
país, así como en recuerdo a todas aquellas víctimas, que de una u
otra forma sufrieron la represión franquista por defender el orden
legalmente establecido, se pongan en marcha las medidas necesarias
para, en colaboración con todas la administraciones públicas, en
todas aquellas localidades y monumentos que fueron construidos por
presos republicanos, se proceda a colocar placas que dignifiquen su
memoria y recuerden los valores de libertad y democracia por los que
muchos perdieron la vida, y que le fueron arrebatados al pueblo español."
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