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Texto del artículo:
9En medio de la gravísima crisis económica que está poniendo en riesgo la supervivencia del Estado democrático, el actual rey de España tuvo la desvergüenza de irse a pasar unos días en África para satisfacer sus caprichos cinegéticos asesinando a un elefante. Los gastos del viaje, la estancia, el pago a la empresa organizadora de este tipo de cacerías y los gastos de asistencia médica por la lesión que se produjo el monarca serán pagados por el contribuyente español. Pero el rey se ha negado a dar explicaciones, aunque ha prometido, como un buen chico, que no lo volverá a hacer.
En medio de todo ello, se descubre que el yerno del rey, valiéndose de la figura de su suegro, ha llevado a cabo, junto con su esposa, negocios presuntamente fraudulentos por importe de centenares de miles de euros (quizá la cifra exacta no se conozca nunca). Pero este gran deportista y aprovechado marido ha prometido, como un buen chico, para intentar escapar de una condena judicial, que no lo volverá a hacer.
En medio del inmenso desprestigio e ineficacia que está sufriendo el poder judicial español, el Presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial ha tenido la desvergüenza de dedicar más de veinte estancias de varios días cada una en Marbella, acompañado por no se sabe quién, y alojándose, comiendo y cenando en hoteles y restaurantes de lujo. Todos estos gastos serán también pagados por el contribuyente español, y el presunto delincuente no ha dado explicaciones satisfactorias que lo justifiquen. Pero también ha prometido, como un buen chico, que no lo volverá a hacer.
En medio de la turbulencia que está causando el anuncio del llamado rescate aceptado por España ante las autoridades europeas, el Presidente del Gobierno no sólo no ha asistido a la reunión europea en que se adoptaba esta decisión, sino que, eludiendo comparecer de urgencia ante el Parlamento español para dar explicaciones, ha tenido la desvergüenza de irse al día siguiente a Polonia a presenciar un partido de fútbol, es decir, como contestaba Susana a Julián en “La verbena de la Paloma”, a lucirse y a ver la verbena y a meterse en la cama después (aunque, en este caso, sin mantón de Manila y sin vestido chinés).
Todo esto no son más que simples pinceladas de la inmensa podredumbre que está sepultando a nuestras instituciones, desde la jefatura del Estado y la familia real a los poderes judicial y ejecutivo y a una parte importante del legislativo, inmersa en una corrupción que afecta también a una gran parte de la casta política.
Es en este marco político donde debe insertarse la forma en que el gobierno está abordando la gravísima crisis económica.
En el mundo del deporte futbolístico hay entrenadores que son auténticos especialistas, año atrás año, en hacer descender de categoría a todos los equipos que dirigen. En el actual gobierno español hay también un auténtico especialista en quiebras: es el ministro de Economía, el señor De Guindos, que fue un alto directivo de Lehman Brothers, el banco cuya ruina fue la punta del iceberg que desencadenó la actual crisis económica mundial. Y parece ser que quiere repetirlo con el equipo que se le ha encomendado esta vez, la economía española.
Estando en éstas, este señor, con la ausencia de Rajoy, ha aceptado, en nombre del gobierno español, lo que se denomina un “rescate” que las autoridades europeas, como el abrazo del oso, han “ofrecido” a España. Pero, dado el desprestigio que caracteriza al llamado “rescate” a la vista de los catastróficos resultados que ha producido en las economías griega, portuguesa e irlandesa, el señor De Guindos, en la rueda de prensa ofrecida -también con la ausencia del señor Rajoy- ha declarado pomposamente que no se trata de un rescate, sino de un préstamo sumamente generoso y beneficioso.
No opina así la práctica totalidad de los más prestigiosos diarios españoles y extranjeros, que lo llaman por su nombre: un rescate. Pero lo cierto es que este señor carece del mínimo crédito. Hace pocos días, declaró que Bankia necesitaba una inyección financiera de 7.500 millones de euros para poder sobrevivir. Pocos días después afirmó que la famosa inyección ascendía a 15.000 millones de euros, y a los pocos días elevó el listón hasta los 24.000 millones. ¿Quién le va a creer? Desde luego, no los instrumentos que se consideran oficialmente como indicadores de la confianza. Al día siguiente de la aceptación del rescate, el IBEX 35 (indicador de las cotizaciones de las principales empresas), tras un ascenso repentino de un 5% en los primeros minutos, llegó, al final de la jornada, a cotizar con un acusado descenso. Y, por su parte, la llamada “prima de riesgo”, que refleja el coste comparativo de los intereses que se han de pagar por la emisión de los bonos españoles, volvió a ascender hasta la cifra de 530, cifra que casi bate un record.
Sí hay una auténtica prueba a la que debe someterse esta credibilidad. Consiste en que se designe, como ha pedido Izquierda Unida en el Parlamento, una Comisión de la Verdad que investigue a fondo lo que está ocurriendo en el sistema financiero. Por algo será que esta prueba ha sido rechazada por los dos partidos mayoritarios.
Pero ¿en qué consiste este famoso rescate? Se trata de un préstamo de 100.000 millones de euros para sanear la banca española en su conjunto. Según De Guindos (pero habrá que ver el memorandum aprobado, una vez que se redacte y haga público) no comporta “condicionalidad” (sic) para el conjunto de la política económica española. Ello es rotundamente falso. El documento del Eurogrupo lo dice bien claro:
“El Eurogrupo confía en que España cumplirá sus compromisos en virtud del procedimiento de déficit recesivo y con respecto a las reformas estructurales, con el fin de corregir los desequilibrios macroeconómicos en el marco de la Unión Europea. Los progresos en estas áreas serán revisados de cerca y con regularidad, también paralelamente con la ayuda financiera”.
Es decir, de “incondicionalidad”, nada de nada.
Este préstamo ha de dirigirse al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (el FROB), el cual lo canalizará a los bancos que “lo necesiten”. Pero se trata de un préstamo que hay que devolver. Y aquí aparece la contradicción más evidente entre las palabras y los hechos. El FROP es un organismo estatal de gestión. Por lo tanto, aunque el préstamo se canalice a los bancos, el deudor del mismo es el Estado español, y es éste quien lo tendrá que devolver. Con la cuantía del mismo, la deuda pública española pasa de un75 aun 85 por 100 del PIB, es decir de la producción alcanzada en España en un año.Es decir, estamos produciendo – poco y mal - para endeudarnos. Hagamos un cálculo somero de los costes que esto comporta.
En primer lugar, este préstamo tiene un coste inicial en intereses de aproximadamente el 5%, es decir 5.000 millones anuales, que han de sumarse a la cifra anual de intereses (37.000 millones) que ya se están pagando por los bonos españoles adquiridos en el mercado internacional, y que cuestan aproximadamente un 6% anual, un interés altísimo en virtud de la desconfianza que suscita la economía española y que se refleja en la elevadísima cifra de la prima de riesgo.
En segundo lugar, la amortización de este préstamo, es decir su devolución, si ha de hacerse, como parece, en cinco años a razón de cuotas anuales, supone una cifra adicional de 20.000 millones anuales que no pagarán los bancos, sino que ha de hacerlo el FROB, es decir Estado español.
Queda por ver a este respecto qué bancos españoles serán los beneficiarios de este préstamo que no les cuesta un euro, ya que somos los contribuyentes españoles quienes lo pagamos. Y queda también por ver qué van a hacer con este dinero, porque hasta ahora el Gobierno no les ha puesto ninguna condición para todos los fondos que les ha venido destinado sin contrapartida. Más bien ha sido todo lo contrario: no han aumentado el crédito a las empresas realmente productivas, a las PYMES, a los trabajadores autónomos o a las familias que lo necesitan para sobrevivir, sino que lo han dedicado a otros fines. En el año 2011, el casi medio billón de euros que les concedió el Banco Central Europeo se destinó principalmente a cubrirse las espaldas, es decir a provisionar sus posibles insolvencias, e incluso a dedicar una parte sustancial del mismo a aumentar las retribuciones de todo tipo a sus altos directivos.
Ni han dedicado los enormes fondos recibidos a financiar una economía productiva, ni lo van a hacer. En el mes de marzo huyeron aproximadamente 30.000 millones de los bancos españoles, y en el mes de abril otros 60.000 millones. En total, 90.000 millones, cifra que supone un problema gravísimo de liquidez. Y ello delata la auténtica finalidad de este préstamo de 100.000 millones que, taxativamente, sólo puede destinarse a financiar a los bancos. Y, como estamos en la tierra de Cervantes, llamemos al pan, pan, y al vino, vino. No se rescata a la economía española: se rescata, una vez más, a los bancos españoles (de momento). Dicho descarnadamente, el gobierno se ha servido del Eurogrupo como intermediario para seguir financiando a los bancos ante el peligro de su ruina inminente. Ello supondrá, como veremos, un coste social altísimo para las clases populares.
Ante esta realidad, al Gobierno sólo le queda como argumento -y quizá lo utilice- que la defensa de los bancos es la defensa de los depositantes para evitar el peligro de que pierdan sus ahorros. ¡Sólo faltaría este populismo¡ En la situación actual, la única forma de defender a los depositantes consiste en la creación de una banca pública, gestionada y vigilada por instituciones democráticas nombradas al efecto, que tenga por principal objetivo dirigir el crédito hacia una economía productiva y, con ello, hacia la creación de empleo.
Pero el negocio del rescate tiene también una puerta trasera: el beneficio que se deriva para los mercaderes europeos, que maniatan más fuertemente todavía a la economía española. En esta Europa de los mercaderes ya se ha propuesto la creación, en el plazo de un año, de la Unidad Bancaria Europea, que facilitará un crecimiento exponencial de la concentración bancaria, la revisión y control de los diferentes sistemas financieros y, como finalidad última, la existencia de un superbanco, dueño absoluto de las finanzas europeas. La destrucción de la soberanía de cada Estado europeo avanza en todos los campos, paso a paso, pero inexorablemente.
Simultáneamente a la concesión del rescate, el Euorogrupo ha declarado que ello no modifica ni las condiciones ni los plazos que han impuesto a España para la reducción del déficit de sus cuentas públicas. Y ello nos enfrenta a la cruda realidad. Si, hasta ahora, el intento de cumplir a rajatabla estas condiciones y estos plazos se ha traducido en un elevadísimo coste social que se ha manifestado en la reforma laboral, en la reforma del sistema de pensiones, en la reducción o congelación de salarios y pensiones y en los profundos recortes sociales que se están imponiendo a las partidas destinadas a gastos sociales, el pago de decenas de miles de millones de euros adicionales en intereses y amortizaciones al que me he referido para valorar las consecuencias económicas de este “rescate” incrementará notablemente, con toda seguridad, estos costes sociales.
Este rescate que, según manifiesta el Gobierno, es tan generoso y beneficioso, lo pagaremos (al menos lo intentarán) las clases populares: nuevos recortes en sanidad, en educación, en salarios, en pensiones, en derechos sociales en general y en un largo etcétera, parte del cual ya conocemos y parte del cual nos queda por conocer si no lo evitamos.
Y tendremos que evitarlo con todas nuestras fuerzas, con las fuerzas de un amplio movimiento popular en el que debemos integrarnos, de forma plural pero unitaria, los partidos que integran la izquierda real, los sindicatos, los movimientos sociales de todo signo. La llamada a ello ya se ha realizado. Ahora nos toca a todos nosotros.
Artículo de www.profesionalespcm.org insertado por: El administrador web - Fecha: 16/06/2012 - Modificar
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