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Texto del artículo:
La Habana. Considero que la idea de revolución seguirá unida al imaginario nacional mientras las metas históricas de la nación cubana no se hayan alcanzado: plena independencia nacional, desarrollo socioeconómico y democracia radical, es decir, plena libertad, equidad y participación social. A ese vínculo ayudará una historia en la cual revolución y nación han sido parte del mismo proceso.
Para el imaginario popular la revolución será el orden bajo el cual se realicen sus intereses mayoritarios. Para los estudiosos la revolución ha sido un proceso de transformaciones estructurales realizadas bajo un Estado de excepción que ahora deberá garantizar el cambio mediante reformas consensuadas. Para la clase dirigente, particularmente del sistema político, la revolución es el orden constituido bajo su égida solamente el cual puede asegurar la continuidad del poder comprometido con el proyecto de nación.
Creo que el problema no está en el lugar de la Revolución en ese imaginario sino el lugar que tendrá el proyecto socialista en el futuro de la nación. La historia dice que la experiencia socialista cubana, con todas sus insuficiencias, fue la alternativa que permitió rescatar la soberanía nacional frente a Estados Unidos, avanzar en el desarrollo del país, propiciar una democracia participativa e instaurar el más bajo patrón de desigualdad. Ello fue posible por el poder hegemónico instaurado por la revolución de 1959. Pero otro mundo más adverso e incierto, las deficiencias acumuladas en la esfera de la economía, la insuficiente socialización del poder, las menos que imprescindibles restricciones democráticas, la burocratización de las instituciones, las diferencias generacionales y el envejecimiento del estamento político, han erosionado el proyecto socialista cubano al punto de reclamar su refundación.
Esa refundación nacional -entendida como “cambiar todo lo que deba ser cambiado”- tendrá como núcleo duro el nacionalismo radical cubano; este garantizará la continuidad. Este núcleo tendrá que ser revestido de una propuesta de socialismo más autóctono y creativo; esta será la expresión del cambio. Esta será una nueva oportunidad para sumar a todas las fuerzas -nuevas y tradicionales- a la construcción de la nación sobre la base del programa del nacionalismo radical cubano.
En esta perspectiva, todas las fuerzas y corrientes de pensamiento podrían coincidir en la meta de una plena independencia con excepción de las corrientes anexionistas y neocolonialistas; todas podrían coincidir en una república democrática radical, con excepción de las corrientes autoritarias, de izquierda o de derecha; todas coincidirían en el tema del desarrollo socioeconómico sustentable y eventualmente se dividirían acerca de la opción capitalista (socialdemócrata, social liberal) o no capitalista (comunistas, libertarios, anarcosindicalistas, cristianos de base) para lograrlo; todas coincidirían en el tema de la equidad y discreparían sobre el patrón de desigualdad permisible. Y, por supuesto, todas tendrían que debatir las opciones políticas, tácticas y estratégicas, más adecuadas a dichos fines, en un espacio público suficientemente representativo y participativo.
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Artículo de www.profesionalespcm.org insertado por: El administrador web - Fecha: 06/11/2012 - Modificar
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Actualizado a 12/09/25
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